Cuando el toreo alcanza esa dimensión

Gran tarde en Aguascalientes, Alejandro Talavante indulta a “Centinela” de San Miguel de Mimiahuapam y sale a hombros junto a Arturo Gilo



Fotos: Manolo Briones

AGUASCALIENTES.- La Monumental de Aguascalientes vivió una de esas tardes que quedan marcadas en la memoria. El indulto del toro Centinela, número 120 de San Miguel de Mimiahuapam, fue el broche de oro a una jornada cargada de emoción y grandeza, donde Alejandro Talavante encontró el ambiente propicio para regalar el arte más puro y conmover hasta el último rincón del tendido.

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La tarde dejó también otros momentos memorables: la madurez torera de Diego Silveti, y la entrega irreductible de Arturo Gilio, que con dos faenas plenas de verdad y arrojo, selló su paso como uno de los nombres jóvenes con más proyección.

Fotos: Manolo Briones

El toreo, cuando alcanza esa dimensión, trasciende cualquier estadística. La corrida comenzó con Valeroso, de 509 kilos, al que Alejandro Talavante recibió con torería, firmando verónicas que de inmediato pusieron a la plaza en atmósfera grande.

Foto: Manolo Briones

El toro, sin fuerza, obligó al extremeño a tirar de técnica y a entenderlo con la suavidad de su toreo. Especialmente por el pitón izquierdo brotaron los mejores muletazos: templados, naturales, llenos de inspiración, como sólo Talavante sabe fluir en el ruedo.

Faltó la rúbrica con la espada, pero el nivel artístico ya estaba en lo alto. Después vino Tauromaquia, de 520 kilos, al que Diego Silveti cuajó de salida y en un quite gustoso. El de Mimiahuapam tuvo calidad y nobleza, virtudes que Diego interpretó con un toreo a pies juntos de mucho empaque, y series por el derecho con mando y suavidad.

El toro fue a menos, y ahí surgió el recurso y la sabiduría del torero, que cerró su labor con mérito y cortó una oreja. Llegó entonces Patrimonio Cultural, de 529 kilos, y con él, el desbordamiento de Arturo Gilio.

De rodillas en el tercio inició su faena, llevando de la mano al buen toro de San Miguel en tandas de temple, largura y profundidad. Gilio mostró que no sólo tiene valor, sino también el don de gustarse toreando en redondo y de manera muy ligada. Faena vibrante, que conectó desde el primer momento con el tendido.

Foto: Manolo Briones

La corrida tuvo su momento amargo en Vive Libre, segundo de Talavante, un toro complicado y sin opciones, que el diestro extremeño despachó con inteligencia, sabiendo que a veces el triunfo también está en saber cortar a tiempo. El toro, pitado en el arrastre, no empañó la disposición del torero.

Silveti tuvo su segunda oportunidad con Alas de México, de 517 kilos. Pese a la escasa fuerza del toro, el guanajuatense volvió a demostrar su madurez artística.

Entendió a la perfección la condición de su oponente, sin exigirlo, ayudándolo en el viaje, y logró hilvanar tandas de gran belleza y reposo. Fue una faena de alta nota que lamentablemente no fue coronada con la espada.

Arturo Gilio cerró su lote con Viva Aguascalientes, de 534 kilos. Un toro menos claro que el anterior, pero ante el que el joven lagunero mostró una disposición inquebrantable. Lo metió en el engaño con paciencia, inventándose muletazos y exponiendo siempre. La estocada final fue contundente, lo que provocó una fuerte petición de oreja concedida.

Foto: Manolo Briones

Y entonces, como quien no quiere dejar la historia incompleta, Talavante pidió un toro de regalo: Centinela, de 518 kilos. Fue un clamor. El extremeño rompió todos los moldes, toreando como se torea cuando no existen más reglas que el alma.

Foto: Manolo Briones

Faena antológica, sobre la mano izquierda, plena de pureza y abandono, ante un toro de bandera que embistió como los elegidos. Los muletazos parecían no terminar nunca, la inspiración fluía en cada cite.

El público, rendido, pidió con fuerza el indulto, que fue concedido, y el toro se ganó la vida mientras Talavante se ganaba el corazón de Aguascalientes.

La imagen final fue de Talavante y Arturo Gilio saliendo a hombros, cada uno representando un momento distinto del toreo: el arte consagrado y el sueñoemergente.

Foto: Manolo Briones