No estaría nada mal que se echara fuera de los gobiernos a quienes se han aprovechado de sus cargos. En Argentina y Perú se condena, de distintas maneras, a una mujer que ya arrastraba una larguísima cola y a un presidente en funciones que decidió darse un autogolpe de Estado.
Cae el inconcebible Pedro Castillo y el emperador que tenemos en Palacio pone el grito en el cielo, en una más de sus injerencias en la vida política de otras naciones, contraria por completo al espíritu de lo que han sido las relaciones con el exterior de México.
Un ridículo más a sumarse a los muchos que ha hecho en este renglón, que lo convierte en el hazmerreir del extranjero y lo hunde en sus pretensiones de ser el “gran líder de América”. Sigue sin entender que ir en contra de los principios democráticos básicos es una auténtica aberración.
A muchos nos resultó inconcebible que, Pedro Castillo, triunfara, hace un año y pico, en los comicios peruanos. A diferencia de las tonterías que pondría en nuestra boca AMLO, la razón principal es que se trataba de un auténtico ignorante a carta cabal, sin capacidad alguna para ocupar el cargo. La caballada que contendió, sin duda, era famélica y, como está sucediendo en tantos enclaves del globo, pensaron era el mal menor.
Le fue imposible establecer las bases de una administración pública. Desde que llegó salieron a relucir sus limitaciones, las que le impidieron formar un gobierno funcional. En la desesperación acabó intentando disolver el Congreso y nombrar un Estado de Excepción. Las instituciones reaccionaron y lo aprehendieron ipso facto. El prospecto de dictador quedó en agua de borrajas.
Perú tiene una larga historia de deposición de sus Ejecutivo, quienes han ido a dar a prisión sin piedad. Varios de ellos fueron a proceso por los sobornos de Odebrecht e incluso, Alan García se suicidó cuando llegaron a detenerlo. De los casos más sonados, Alberto Fujimori, sigue tras las rejas, a pesar de sus setenta y tantos años, acusado de haber ordenado el asesinato de presuntos guerrilleros. Su hija fue la contrincante de Castillo.
Mientras el Derecho Internacional aplaude los hechos, el tabasqueño y su recua de lacayos los critica. Tanto Lula Da Silva, como el argentino Fernández -ambos de auténtica Izquierda- felicitaron a la nueva presidenta, con lo que dejaron en claro el intento de golpe de Estado. El iluminado que nos destroza, se está quedando más solo que un dedo.
En Argentina, un juez condenó a Cristina Kirchner a 6 años de prisión y la inhabilitó para cualquier cargo público, por siempre. Desde que su marido Néstor fue presidente -hace más de una década-, aunque se promocionaron a todo lo que da y quisieron ser una reproducción de Juan Domingo Perón, los rumores de sus corruptelas eran incuestionables. Luego llegó ella al Poder.
Néstor murió, pero ella siguió siempre envuelta en una serie de juicios por corrupción. A la llegada de Alberto Fernández, hará un par de años, apareció como vicepresidenta, puesto que de momento la salva de las rejas.
Esta personaja es ejemplo de la podredumbre latinoamericana. Grita a los cuatro vientos su amor por los pobres y vive como la “burguesa de burguesas”, a todo tren. La fortuna que hicieron cuando sus respectivos mandatos, le ha resuelto el futuro.
Caen el par de exponentes de la porqueriza del nuevo continente. Esperemos que la escoba democrática siga barriendo latitudes.
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