Daniel Madariaga reconoce aporte de viveros comunitarios como referente ambiental

El arroyo Huichichila, que décadas atrás era punto de encuentro y recreación familiar, hoy es símbolo de recuperación gracias al trabajo de estas mujeres



En una región agrícola marcada por el monocultivo y la pérdida de vegetación nativa, un vivero comunitario liderado por mujeres está transformando el paisaje y el tejido social de San Juan de Abajo, Nayarit. La iniciativa, respaldada por el Centro Interdisciplinario para la Formación y Vinculación Social (CIFOVIS) del ITESO y organizaciones como Paisajes Manejo Integral, representa un modelo de restauración ecológica con impacto social tangible.

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Daniel Madariaga, experto en turismo regenerativo y desarrollo sostenible, reconoció el valor de este tipo de iniciativas locales.

“No hay regeneración posible sin arraigo comunitario. Estos viveros demuestran que el cambio profundo comienza a nivel local, con liderazgo, conocimiento y voluntad para restaurar lo que parecía perdido.”

Este vivero que cultiva más de 15 especies nativas para reforestar el entorno del arroyo Huichichila, afectado por décadas de expansión agrícola sin regulación ambiental ha generado un espacio seguro y formativo para mujeres mayores de 50 años, muchas de ellas jefas de hogar. La apropiación del espacio ha sido clave para su éxito, tanto en la dimensión ecológica como en la humana.

“Estos proyectos restauran desde nuestros valiososecosistemas hasta el tejido social de la región. Son una forma de resiliencia climática con rostro comunitario y nos dan una ruta clara para escalar modelos sostenibles en otros puntos críticos del país”, señaló el especialista mexicano.

Las mujeres participantes, muchas sin experiencia previa en labores técnicas, han aprendido a recolectar, clasificar, sembrar y cuidar especies locales como el guamúchil, la ceiba y el guaje, fundamentales para devolver sombra y fertilidad al paisaje ribereño.

En ese sentido, Adriana Contreras, una de las participantes, afirmó que “cada día aprendemos algo nuevo. Me encanta ver cómo germina cada semilla; siento que también estamos sembrando un futuro diferente”.

Además del impacto ambiental, el vivero comunitario también ofrece una remuneración económica, lo que fortalece la autonomía de las participantes. El modelo ha despertado interés en otras comunidades de Nayarit y ha sido estudiado por académicos de distintas disciplinas en el ITESO como ejemplo de innovación social para la adaptación climática.

El arroyo Huichichila, que décadas atrás era punto de encuentro y recreación familiar, hoy es símbolo de recuperación gracias al trabajo de estas mujeres. La meta es regenerar sus márgenes mediante sistemas productivos más sostenibles que reconecten a la población con su paisaje y su historia.

Para Daniel Madariaga, este tipo de acciones son clave frente a los efectos del cambio climático. “Lo que sucede en San Juan de Abajo debería inspirar políticas públicas más ambiciosas. México necesita más viveros comunitarios, más manos sembrando futuro”, precisó.

Este proyecto forma parte de la investigación aplicada “Ríos y sistemas productivos ante el cambio climático”, financiado por el Fondo Noreste, el Banco Mundial y el Green Climate Fund de las Naciones Unidas. La articulación entre academia, sociedad civil y comunidad ha permitido que el modelo se consolide como un ejemplo replicable en otras regiones del país.