Data Driven: Los medios leídos a través de los datos

BORIS BERENZON GORN Estamos inmersos en la era de la posverdad. Hoy por hoy, parece no importar quién posee la información más objetiva, sino quién la transmite y si se adecúa al marco ideológico del receptor. ¿Es ésta la victoria de la subjetividad? Posiblemente en algunos aspectos, pero confío en que no en todos. Frente

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BORIS BERENZON GORN

Estamos inmersos en la era de la posverdad. Hoy por hoy, parece no importar quién posee la información más objetiva, sino quién la transmite y si se adecúa al marco ideológico del receptor. ¿Es ésta la victoria de la subjetividad? Posiblemente en algunos aspectos, pero confío en que no en todos. Frente a la manipulación que brota desde múltiples fuentes, se erige como una fortaleza el valor de los datos: comprobables, repetibles, verificables. ¿Volveremos a un nuevo disfraz del positivismo y la “datofrenia”?

Hace algunos días revise con mucha curiosidad una serie de artículos sobre la importancia que tiene en el ámbito empresarial el basar las decisiones fundamentales en datos. No pude evitar preguntarme si las distintas aseveraciones ahí presentadas podían extrapolarse a los medios de comunicación —convencionales o no— y si una perspectiva data driven (direccionada por los datos) es exactamente lo que necesitamos para plantarle cara a la posverdad.

¿Debemos privilegiar la lectura de los datos por sobre todas las cosas? Resulta que, contra lo que podía pensarse, no existe un consenso al respecto. Por el contrario, en medio de un debate acalorado, hay quienes creen que una visión rígida y matemática de cada aspecto de la realidad se cierra a las interpretaciones cualitativas tan necesarias para navegar en el sistema. Aun así, la supremacía de los datos parece prevalecer. ¿Por qué?

Para Cedric Chin, autor de la serie Becoming Data Driven in Business, la respuesta es sencilla: porque los datos generan conocimiento.  ¿Sera tan sencillo? No se trata de que sean portadores de la verdad, sino de que permiten generar modelos que explican y predicen el entorno. Dicho de otro modo, los datos nos proveen un marco de interpretación de la realidad, un lente a través del cual aspiramos a mirarla y desentrañarla.

¿Cómo usar los datos para atravesar los hondos pantanos de la posverdad? La respuesta no es en absoluto sencilla y, por supuesto, no me autonombraré su poseedor. Sin embargo, creo poder adherirme a algunas propuestas y sobre ellas discurro aquí. Creo que hay algunos elementos básicos sobre los cuales indagar cuando uno se enfrenta a nueva información en la actualidad.

El primero de ellos es, claramente, la evidencia. ¿Cuáles son las pruebas que sustentan la información que llega a nuestras manos en esta época de posverdad? Los dichos y los trascendidos no son respaldo de nada. Unas palabras cuyo emisor no conocemos pueden escasamente presentarse como noticia y, de ser así, lo que está en juego es un elemento más de la composición de la información: la credibilidad de su autor. Lo que hay que buscar primero son los datos. ¿Cuáles son?, ¿cómo se obtuvieron?, ¿qué instituciones los respaldan?

El segundo elemento propuesto es uno que McLuhan ya anticipaba desde hace años: el medio es el mensaje. Porque ciertamente la organización que genere los datos tiene su importancia. Los datos deben mostrarse verificables por sí solos con el sustento de la evidencia. Pero cuando no podemos efectuar dicha verificación como lectores, debemos observar la fiabilidad de la fuente. Por ejemplo, si el dato es el número de personas que dieron positivo a COVID-19 durante la última semana en el mundo, claramente un lector promedio no podría verificar con facilidad la información, pero sí puede preguntarse por la seriedad de quien informa. ¿Proviene el dato de la Organización Mundial de la Salud o de una cadena de mensajes de WhatsApp?

En el mismo sentido se ostenta la credibilidad de quien presenta la información; sin embargo, este no es un elemento cuantificable ni, mucho menos, infalible. La credibilidad se basa en la repetición constante y sostenida del acto de difundir información verificable y comprobadamente cierta. Sin embargo, ésta no es una vacuna contra la mentira ni contra el error. Los intereses de una persona u organización pueden cambiar o, simplemente, puede cometerse un error. Por ello, si bien éste es un factor observable, no puede colocarse por encima de la calidad y confiabilidad de los propios datos.

Frente a las aguas turbias de la posverdad y la desinformación, los lectores debemos hacernos de una serie de herramientas, entre las cuales debe encontrarse la capacidad de comprender los datos, de tomar decisiones y formar interpretaciones a partir de ellos. En un mundo donde la difusión de información privilegia cada vez más las emociones, necesitamos apelar a lo más sólido que tenemos: los datos.

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