Día 3: De Marie-Antoinette, a la falsa libertad en París 2024

Te traemos la columna de Martín Avilés, nuestro reportero en París, quien durante los próximos días nos mostrará el ambiente de los Juegos Olímpicos desde otro punto



Enviado / París, Francia.- La enigmática imagen de Marie-Antoinette sosteniendo su cabeza con un terrorífico rostro, mientras el death metal de la banda Gojira se entremezcla con la ópera de Marina Viotti, es una de las postales más icónicas de la inauguración de los Juegos Olímpicos París 2024. La escena comienza con la palabra “liberté (libertad)” en las pantallas, mientras la toma se acerca sutilmente hacia una representación de ‘La libertad guiando al pueblo’ (1830), una obra de Eugène Delacroix que es parte de la prestigiosa colección del Museo Nacional del Louvre.

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Dicha postal hizo estallar de euforia a las enardecidas redes sociales y su tendencia a exacerbar toda expresión artística que desahogue su histórico anhelo por romper las cadenas de opresión. Pero, ¿no es acaso esa misma imagen la perfecta muestra de que a casi 250 años de la Revolución Francesa, todo ese manojo de promesas que Maximilien Robespierre empaquetó y vendió como una república que supuestamente daría a los ciudadanos libertad, igualdad y todas esas cosas que se mantienen vigentes en las campañas políticas, pero resultó ser un mamotreto de mentiras?

En esta cuna de las presuntas libertades que hoy rigen al mundo contemporáneo, pero que no fue sino solo el cambio de estafeta entre cúpulas de poder y se originó así el capitalismo hoy dominante, las calles siguen plagadas de gente sin hogar, la inmigración provocada por ese mismo sistema dominante, es rechazada por una sociedad cada vez más atrincherada en las ideas que provocaron que Marie-Antoinette perdiera la cabeza (y no en sentido figurado).

La lluvia ha servido como el pretexto perfecto para que París le explique al mundo por qué esa euforia que se desató en redes sociales durante su inauguración, no se ha reflejado en lo absoluto en sus desoladas calles. En un evento de talla internacional, uno esperaría batucadas, cánticos, porras o algún “¡viva México, cabrones!”, por las calles. Lo cierto es que los parisinos no se sienten para nada identificados con unos Juegos Olímpicos que no ven como suyos y, por ende, han optado por incluso abandonar sus casas.

“A nadie le interesan los Juegos Olímpicos en París”, me dice tajante Elena, una ciudadana de la capital gala que prefirió irse a casa de sus padres este verano con tal de no ser parte de un evento que le causa un profundo repudio debido a la indiferencia de los organizadores y de su gobierno ante el genocidio israelí en territorio palestino, así como el repele hacia la comunidad migrante, misma que ha sido sumamente segregada en el país de las igualdades.

Según el Institut national de la statisque et des études éconmiques (Insee), el 17% de la población de entre 18 y 59 años residente en Francia reconoció haber sufrido un trato desigual o discriminación en los últimos cinco años, proporción que es mayor entre los inmigrantes con un 24%. Y sin embargo, la Selección Francesa de Futbol es predominantemente de origen inmigrante, porque la doble moral existe también en el país que más promovía una utopía igualitaria, al menos cuando le vendió al mundo la idea de una revolución.