Educación para el futuro

LUIS WERTMAN ZASLAV Las vertiginosas circunstancias que vivimos en este cambio de época, no solo en México, sino en el mundo, obligan a las instituciones de educación superior (y de todos los grados escolares) a estar a la vanguardia de una realidad cambiante como en ningún otro periodo de nuestra historia. La tecnología, que avanza

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LUIS WERTMAN ZASLAV

Las vertiginosas circunstancias que vivimos en este cambio de época, no solo en México, sino en el mundo, obligan a las instituciones de educación superior (y de todos los grados escolares) a estar a la vanguardia de una realidad cambiante como en ningún otro periodo de nuestra historia.

La tecnología, que avanza a la par que problemas como la desinformación y la deshumanización; el acceso al conocimiento, que no nos ha hecho más conscientes o empáticos; la libertad de expresarnos, que tampoco nos ha unido en objetivos y metas comunes; son desafíos que solo pueden resolverse a través de la educación.

El nuevo papel de las universidades y de los centros de investigación y desarrollo de conocimiento es acompañar a las sociedades para empatar las herramientas educativas y la ciencia, con sociedades que, cada vez más, creen estar divididas por ideas que no existen y opiniones que no tienen fundamento.

La confianza que han desarrollado muchas instituciones de educación superior permite tener cierto optimismo en que serán las universidades las que podrán hacernos coincidir y superar diferencias que surgen de grupos de interés y de otros que persiguen el radicalismo como una manera de acceder al poder y regresar a etapas oscuras de la historia que pensábamos superadas.

En ese sentido, una guía del pensamiento crítico y científico ha sido la Universidad Nacional Autónoma de México, la cual tiene la oportunidad en las siguientes semanas de asumir un liderazgo renovado para estar a la altura de un cambio histórico en México, independiente de las preferencias que se tengan al respecto.

La UNAM tiene la responsabilidad de crecer como la principal opción de educación superior pública para miles de jóvenes en el país y, también, como el centro de estudios más importante de la República y del Continente. No lo afirmo yo, solamente, en cada ranking que se hace sobre universidades en América Latina, nuestra Máxima Casa de Estudios termina en los primeros lugares.

Durante muchas décadas hubo un intento deliberado por reducir a la educación pública para favorecer el crecimiento de la educación privada. Visto nada más como un negocio, la intención resultó en una gran afectación al sistema educativo que, apenas, estamos revirtiendo y evaluando en su justa dimensión. El equilibrio entre lo público y lo privado en el sector educativo es lo único que ha funcionado en aquellos países a los que les envidiamos sus sistemas de educación básica, media y superior.

Y no me refiero al ejemplo de nuestro vecino del norte que, a pesar de contar con varias de las principales universidades del orbe, vive una profunda crisis educativa por las deudas impagables de millones de graduados, la falta de espacio en los planteles públicos y la suspensión de la acción afirmativa que incorporaba alumnos de minorías. Ese es el espejo que debemos evitar.

Son los casos de éxito en Europa, Asia, Oceanía, y varios en América, que podemos estudiar rápidamente y reproducir sus mejores prácticas en México. Si a eso le sumamos una Universidad Nacional Autónoma fuerte, abierta y orientada a la ampliación de su capacidad para atraer más estudiantes, entonces podremos acelerar la consolidación de un sistema educativo hacia el futuro.

Para nadie es una contradicción (espero) decir que el progreso de una sociedad reside en la educación y en su acceso universal y gratuito a la mayoría de su población. Precisamente es por eso, que debemos impulsar que nuestras universidades, nuestras preparatorias, nuestras secundarias y primarias públicas cuenten con los recursos suficientes, las herramientas necesarias y los docentes mejor preparados. La educación es un derecho, no un privilegio.

El compromiso de cada uno de nosotros debe ser apoyar para que nuestro sistema educativo tenga la solidez que le permita estar a la altura de este momento y que logre la proyección que requiere para formar a las y a los mexicanos que tomarán las decisiones sobre el rumbo del país en las siguientes décadas.

En los siguientes días, la UNAM tendrá una nueva Rectoría. La Junta de Gobierno decidirá de entre una lista de destacados aspirantes. Como ciudadano, tengo el privilegio de conocer a uno de ellos, el Dr. Raúl Contreras Bustamante, desde hace una década. En ese tiempo he tenido la oportunidad de conocer a un gran profesional, a un notable académico y a un formador de personas, la característica más importante que debe tener un docente notable. Sirvan estas líneas para expresarle mi respaldo y confirmar que su perfil es el adecuado para los tiempos que vienen en la Universidad Nacional Autónoma de México y en el rol que juega en el desarrollo del país.

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