EEUU se atrinchera en su hemisferio

La nueva estrategia de seguridad de EE.UU. revive la Doctrina Monroe y redefine el hemisferio occidental como su prioridad estratégica en 2025.



Señales y tendencia

Señal: Estados Unidos revive la Doctrina Monroe en pleno 2025
Tendencia: el repliegue global se transforma en hegemonía hemisférica

A principios de este año, en marzo, escribí que la llegada de Donald Trump abría la puerta a un mundo más multipolar. Anticipábamos un Estados Unidos menos dispuesto a financiar la seguridad global, una Europa obligada a asumir más carga y una competencia con China que dejaría de ser ideológica para volverse pragmática. Era un mapa en reacomodo, pero todavía reconocible.

Nueve meses después, ese mapa ya no existe. Con la publicación de la National Security Strategy 2025 (NSS), Washington dio un giro que pocos anticiparon con esta velocidad: la reaparición explícita de la Doctrina Monroe, ahora rebautizada informalmente como el Trump Corollary. Una doctrina del siglo XIX vuelve a ocupar el centro de la arquitectura de seguridad del siglo XXI.

La señal es clara, Estados Unidos vuelve a mirar el hemisferio occidental como su espacio estratégico principal. Lo que en marzo parecía un repliegue global ha mutado en algo más profundo: una reconcentración del poder estadounidense en su propio vecindario, con la misión explícita de bloquear la influencia de potencias extrahemisféricas, sobre todo China, y de reforzar la presencia militar en el Caribe y el Pacífico Sur.

Varias de las señales que veíamos entonces se cumplieron.
La primera: el repliegue global. Estados Unidos dejó claro que ya no cargará con la responsabilidad de ser policía del mundo. No se trata de aislarse, sino de concentrarse en su esfera inmediata.
La segunda: Europa tendría que asumir su propia defensa. Eso ya no es un pronóstico, es una realidad diplomática. Las reacciones europeas a la NSS muestran que el vínculo transatlántico ya no es el que fue.
La tercera: la relación con China adoptó un tono pragmático. Washington mantiene la disuasión sobre Taiwán, pero ahora considera el avance chino en América Latina como una amenaza más urgente que cualquier escenario militar en Asia.

Pero también aparecieron dos efectos que no estaban en la lectura predominante.
El primero es el retorno doctrinal. Algunos analistas habían advertido sobre un posible endurecimiento hemisférico, pero pocos proyectaban que Washington desempolvara la lógica de 1823 para justificar su política exterior contemporánea. La Doctrina Monroe, que durante décadas se consideró una pieza de museo, vuelve a ser un instrumento activo. Su reactivación no es un gesto simbólico: viene acompañada de despliegues navales, control de flujos logísticos, presión diplomática y una idea renovada de esfera de seguridad.

El segundo es la reacción internacional. Rusia celebró el documento, afirmando que coincide con su visión del orden global: un sistema de potencias que controlan sus zonas de influencia. Para Moscú, la despriorización europea es un espacio abierto. China, en cambio, respondió con cautela, pero el mensaje está claro: si Estados Unidos concentra su poder en el hemisferio occidental, Pekín tendrá que recalibrar su presencia en América Latina.

El resultado es un mundo dividido entre esferas de influencia administradas. La multipolaridad no desapareció, pero encontró su contraparte: la consolidación de bloques donde cada potencia protege lo que considera propio, y Estados Unidos decidió que lo propio empieza en el río Bravo y termina en Tierra del Fuego.

Para América Latina, el mensaje es inequívoco. La región vuelve a ser un espacio de disputa estratégica, no por sus capacidades internas, sino por su posición en el nuevo orden hemisférico. Eso reduce márgenes de maniobra, pero también abre oportunidades.
El reto no es solo evitar quedar atrapados entre proyectos ajenos, sino construir una voz regional con más densidad política y económica. América Latina tendrá que aprender a navegar entre la presión estadounidense y la competencia china, mientras busca mecanismos propios de integración que le den capacidad de decisión colectiva. No para oponerse a las potencias, sino para negociar mejor con ellas.

El mundo se movió más rápido de lo esperado, y el hemisferio, que parecía una categoría histórica, volvió a ser el mapa donde se juega nuestro futuro.