El desafío migratorio 

28, enero 2024

FELIPE ARIZMENDI ESQUIVEL

Obispo Emérito de SCLC

MIRAR

Desde que yo era niño, allá por los años cuarentas del siglo pasado, varias personas de mi pueblito emigraron. Unos pocos salieron para huir de conflictos ejidales de aquellos tiempos por la explotación de la madera. Varios más se fueron a trabajar a los Estados Unidos, la mayoría sin documentos, y ha mejorado su calidad de vida; casi todos han construido buenas casas en la comunidad para su familia y para ellos cuando pueden venir. Muchos han salido a estudiar o a trabajar en ciudades cercanas. Esta migración, en general, ha sido benéfica para ellos y para mi pueblo. Cuando llegan las fiestas patronales, o si hay alguna necesidad comunitaria, ellos colaboran significativamente.

Cuando serví como obispo en Tapachula, (1991-2000), pasaban algunos migrantes, no tantos como ahora, sobre todo de Guatemala, El Salvador y Honduras, y la diócesis, desde mucho antes de que yo llegara, procuró atenderles en lo posible, construyendo albergues para ellos.

Como obispo en San Cristóbal de Las Casas (2000-2018), me tocó atender el aumento migratorio que se intensificó allá, pues muchos migrantes procuraban llegar a Palenque, donde podían abordar el tren que allá subsistía, para intentar llegar a los Estados Unidos. ¡Cuántos sufrimientos padecían! ¡Cómo eran extorsionados, explotados, vejados, tanto por polleros, como por autoridades migratorias! Hicimos cuanto fue posible, y la diócesis prosigue este servicio a tantos hermanos que no cesan en su intento de llegar a su objetivo.

Ahora las caravanas de migrantes han aumentado tánto que nos han rebasado a las diócesis, a los organismos de ayuda y a las mismas autoridades. Estas insisten que se atiendan las causas desde sus países de origen. Esto es muy correcto, pues si en el propio lugar no hay condiciones de seguridad y de trabajo, la gente no se detendrá, aunque le pongan más muros. Sin embargo, esas ayudas no han sido suficientes. Por presiones del gobierno norteamericano, nos hemos convertido en un país represor y expulsor de migrantes indocumentados ¡Es un gran desafío para todos!

DISCERNIR

Los obispos de la frontera entre Texas y México emitieron un importante documento sobre esta realidad. En la primera parte, analizan con datos el fenómeno. En la segunda, hacen un profundo discernimiento. En la tercera, proponen unas recomendaciones. Transcribo algo de lo que dicen:

“Nuestra perspectiva católica sobre los migrantes y refugiados tiene su raíz en la Sagrada Escritura y en la Sagrada Tradición, con la guía del Magisterio de la Iglesia. La Biblia habla sobre la experiencia de la migración. Por ejemplo, el Libro del Éxodo dice: “No maltrates ni oprimas al extranjero, porque ustedes también fueron extranjeros en Egipto” (Ex 22,20). José, María, y el niño Jesús emigraron temporalmente a Egipto para escapar de los violentos planes del rey Herodes (cf. Mt 2, 13-23). Jesús mismo enseña que, al acoger al forastero, en realidad lo estamos acogiendo a Él, que dirá en el Juicio Final: “Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa” (Mt 25,35). Jesús nos visita en los migrantes, que se convierten en nuestros compañeros de viaje. En ellos recibimos como huésped al que nos prepara casa en el cielo, que es nuestra patria”.

ACTUAR

¿Qué hacer? Los mismos obispos proponen: “Independientemente de su situación legal, la vida, la dignidad y los derechos de los migrantes deben ser reconocidos, respetados, promovidos y defendidos, lo mismo que sus respectivos deberes”.