El despertar migrante

Tensión migratoria en EE. UU. revela fracturas sociales y riesgos de conflicto ante endurecimiento de políticas.



Los hechos violentos que están sucediendo en algunas ciudades de la Unión Americana deben ser motivo de una reflexión. ¿Qué impacto tienen para la seguridad regional? Es importante conocer el contexto histórico de la migración mexiconorteamericana, puesto que no se trata de hechos aislados, ni siquiera de las políticas migratorias fallidas que han fracasado tanto como el combate al consumo y tráfico de drogas prohibidas en ese país.

En el vecino país viven y conviven tres generaciones de mexicanos:

  1. Inmigrantes (1940–1960), conformada por población mexicana. Muchos de ellos llegaron aún siendo niños.
  2. Hijos de inmigrantes (1960–1990).
  3. Nacidos en los Estados Unidos (1990–actual).

Todos ellos fueron adaptándose al idioma, a la identidad cultural y a la conexión con México, desde el envío de remesas hasta la identificación emocional. Viene a colación el ejemplo del senador demócrata Alex Padilla, detenido violentamente el pasado 12 de junio en California al increpar a la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, en torno a las redadas producto de esta crisis; personaje perteneciente a la tercera generación.

Según fuentes consultadas, en los Estados Unidos viven cerca de 12 millones de mexicanos, de los cuales cerca de 4 millones son indocumentados. Para visualizar este fenómeno, basta decir que es equiparable a la población de la capital del país o a la del Estado de México. De esos 12 millones, 10 millones viven en California y el 63 por ciento en Los Ángeles, epicentro de la actual violencia.

El riesgo es de tal magnitud que estaríamos hablando de un levantamiento social de una población no menor, con conocimiento profundo de la cultura norteamericana, de las debilidades del gobierno y de sus autoridades, en un marco de más de 80 años de migración plagada de abusos, desprecio y persecución a esta población.

Sumado a lo anterior, el contagio colectivo está presente con el riesgo inminente de que el ejemplo lo adopten otras naciones de migrantes ilegales; sea como oportunidad, gesto solidario o, incluso, con franca rebeldía, como es el caso del resto de los inmigrantes latinoamericanos que se encuentran en las mismas condiciones discriminatorias.

El impacto económico no será menor ya que más de 30 millones de inmigrantes trabajan en los Estados Unidos, 22.2 millones con estatus legal y 8.3 millones de indocumentados que trabajan en los sectores de mayor afectación, como son la agricultura, construcción, servicios y manufactura.

De todo lo anterior, colegimos que los Estados Unidos se encuentran ante una atmósfera altamente adversa, que el aumento de ese endurecimiento en la persecución migrante puede dar lugar a los siguientes escenarios:

  1. Tendencial. El uso de fuerza intimida a la población latina, aumentan las detenciones y deportaciones de ilegales; muchos latinos deciden autoexiliarse en sus países de origen, baja la presencia de migrantes en los Estados Unidos y el presidente Trump informa el éxito de su operación antiinmigrante.
  2. Ideal. Para la región y su población, mas no para el gobierno norteamericano, es que las marchas, mítines y plantones surtan el efecto deseado; que los diferentes sectores y campos del poder multinacional se manifiesten y presionen para dar paso a una política migratoria sin precedentes.
  3. Catastrófico. Aumenta la presencia de manifestantes y rijosos, sube la presión gubernamental en contención, violencia y uso de fuerza; caen los primeros mártires –recordemos que ya se tiene la primera víctima mortal; se trata de Jesús Molina Veya, de 45 años, ocurrida bajo la custodia de la agencia estadounidense ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas)–, lo que conlleva a aumentar el contagio colectivo latino y sentando las bases de una probable guerra civil migrante en territorio estadounidense.

Esperemos el desenlace en las siguientes semanas.