El discurso que cimbró el 16 de septiembre

El secretario de Marina reconoce públicamente la corrupción interna en la institución, marcando un parteaguas histórico.



No recuerdo, en cincuenta años de oficio periodístico, haber presenciado algo semejante: un secretario de Marina, en pleno discurso oficial del 16 de septiembre, reconociendo sin rodeos que la corrupción carcomió a su institución. El almirante Raymundo Pedro Morales Ángeles lo dijo frente a la presidenta Sheinbaum, frente a las Fuerzas Armadas formadas en el Zócalo y frente al país entero: “Fue muy duro aceptarlo, pero hubiera sido mucho más y absolutamente imperdonable callarlo”.

Ese reconocimiento no es menor. Nunca un alto mando de la Marina Armada de México había admitido, en público y en fecha tan simbólica, un delito grave cometido por sus propios elementos. Y nunca antes la institución que presumía la mejor calificación en la opinión pública se había visto arrastrada por un escándalo de la magnitud del llamado huachicol fiscal, un saqueo al erario que supera, por dimensión, lo ocurrido en la estafa maestra o el fraude de Segalmex.

La grieta en el uniforme blanco

El golpe no es sólo institucional, es moral. La Fiscalía General de la República confirmó la detención de 14 personas, entre ellas el vicealmirante Manuel Roberto Farías y su hermano, el contralmirante Fernando Farías, sobrinos políticos del exsecretario Rafael Ojeda. Otro vicealmirante, Salvador Camargo Vivero, también es señalado de estar involucrado en la gran red de huachicol fiscal. El dato estremece: no hablamos de simples marinos de tropa, sino de oficiales de alto rango, con apellidos y conexiones dentro del círculo más cercano de la cúpula naval.

¿Qué significa esto? Que la corrupción no se quedó en los márgenes, sino que subió de nivel y trepó hasta zonas donde se toman decisiones estratégicas. El uniforme blanco, que durante décadas fue sinónimo de disciplina, honor y eficacia, ahora arrastra manchas que no se borran con discursos ni con desfiles militares.

El costo del silencio

La pregunta que debemos hacernos es simple pero relevante: ¿hay más oficiales involucrados? Y si los hay, ¿hasta dónde llega la red de complicidades dentro de la Marina? Porque si algo enseña este episodio es que la corrupción nunca es obra de un par de lobos solitarios: se construye en cadena, con omisiones, con encubrimientos y con silencios que pesan más que las órdenes.

El almirante Morales tuvo el valor de decirlo en voz alta. Eso lo distingue de sus antecesores. El reconocimiento público que hizo el secretario de Marina es un ejemplo de transparencia y autocrítica que otros sectores del gobierno deberían seguir. Pero la transparencia no basta. Lo que está en juego es la credibilidad de la institución más respetada del país, y si la investigación se queda a medias, si se busca proteger apellidos o rangos, el daño será irreparable.

El parteaguas

El 16 de septiembre de 2025 quedará marcado como un parteaguas. Por primera vez, la Marina se vio obligada a reconocer públicamente que también fue tocada por la plaga de la corrupción. Lo hizo con la bandera en alto y con la nación como testigo.

Ahora toca responder: ¿se atreverá la justicia a llegar hasta el fondo, aunque eso signifique derribar ídolos, destruir carreras y exhibir a más almirantes en el banquillo? ¿O el discurso del secretario quedará como un gesto simbólico que pronto se diluya en la memoria nacional?
El uniforme blanco está en entredicho. Y lo más grave: también lo está la confianza de un país que, hasta ahora, quería creer que al menos la Marina seguía siendo incorruptible.