La tenista Emma Raducanu revivió los momentos de angustia que vivió durante el Abierto de Dubái disputado apenas en febrero pasado. La británica vio a su acosador en las tribunas y de ahí no pudo más hasta que, paralizada de terror, y frente a la silla del juez central, pidió a los elementos de seguridad que retiraran a la persona que ella misma identificó.
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Fue durante su llegada para participar en el certamen estadounidense de Indian Wells, que Raducanu habló del tema: “Lógicamente estaba muy angustiada. Le vi en el primer juego del partido y pensé: ‘No sé cómo voy a terminar'”.
“Literalmente, no podía ver la pelota entre las lágrimas. Apenas podía respirar. Me dije: ‘Tengo que tomarme un respiro'”, recordó la inglesa, que volverá a las pistas luego de ese trago amargo.
Señaló que ese hombre la acechó un par de veces afuera de la pista en Dubái y que también estuvo presente durante sus partidos en Singapur, Abu Dabi y Doha en las semanas anteriores.
“Fue un momento muy intenso“, añadió Raducanu, que se tomó una semana de descanso antes de volver al circuito. “Después del partido rompí a llorar, pero no necesariamente por haber perdido. Había mucha emoción en las últimas semanas por los acontecimientos y necesitaba esa semana libre para tomarme un respiro y venir aquí”, agregó Emma, quien decidió retirar los cargos.
MUCHOS CASOS
Desafortunadamente, el acoso a las deportistas no es algo nuevo y el caso de la británica Raducanu exige mayor atención de los involucrados en el mundo del deporte femenil, más allá de la especialidad.
El reciente episodio de acoso que sufrió Emma Raducanu en Dubái ha vuelto a poner sobre la mesa un problema recurrente en el deporte femenino: la vulnerabilidad de las atletas frente al acoso y la falta de medidas preventivas eficaces.
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Raducanu no es la primera ni, desafortunadamente, será la última deportista en experimentar una situación así.
La historia del deporte está llena de casos similares, lo que demuestra que la fama y el éxito no protegen a las mujeres de este tipo de amenazas.
APUÑALADA EN EL JUEGO
Uno de los casos más mediáticos fue el de la tenista serbia Monica Seles, quien en 1993 fue apuñalada en plena pista por un fan obsesionado con Steffi Graf. Aunque este ataque tuvo consecuencias físicas y psicológicas para la tenista, lo más preocupante es que exposo la falta de seguridad en eventos deportivos y la vulnerabilidad de las deportistas frente a acosadores.
Más recientemente, la tenista Serena Williams reveló que ha sido blanco de acoso en numerosas ocasiones, tanto en redes sociales como en la vida real. En una entrevista, mencionó que la obsesión de algunos fanáticos ha llegado al punto de seguirla en sus entrenamientos o enviarle mensajes inquietantes.
La tenista española Paula Badosa también denunció haber sido acosada por un individuo que la perseguía por distintos torneos y le enviaba mensajes amenazantes en redes sociales.
Otro caso impactante es el de Elena Rybakina, quien sufrió abusos verbales y físicos por parte de su entrenador, Stefano Vukov, durante entrenamientos y partidos. Sus denuncias pusieron al descubierto el problema del acoso dentro del circuito profesional de tenis y la falta de protocolos adecuados para proteger a las jugadoras.
NO IMPORTA LA DISCIPLINA
Fuera del tenis, el fútbol femenino también ha tenido episodios preocupantes. Lisa De Vanna, exjugadora australiana, denunció haber sido víctima de acoso sexual y abuso durante su carrera internacional.
En México, las futbolistas Tamara Vega y Alejandra Zavala han hablado abiertamente sobre el acoso sufrido por parte de sus entrenadores, evidenciando la normalización de estas conductas dentro del deporte. Selene Cortés, otra futbolista mexicana, denunció el acoso digital que enfrentó cuando un individuo publicaba contenido sexual con sus fotos y la amenazaba en redes sociales.
El caso de Khalida Popal, exfutbolista afgana y activista feminista, es uno de los más extremos. Popal sufrió amenazas de muerte y acoso por promover la igualdad de género en Afganistán, lo que la obligó a exiliarse en Dinamarca.
URGE MANO DURA
Renglón aparte merece un caso mediático a nivel mundial: el beso en la boca que Luis Rubiales, expresidente de la Real Federación Española de Fútbol, le dio a la delantera Jennifer Hermoso.
Estos casos, sumados al de Emma Raducanu, demuestran que el acoso sigue siendo un problema latente en el deporte femenino. No se trata de incidentes aislados, sino de un patrón sistemático que refleja la falta de protección para las atletas.
A pesar de los avances en equidad e inclusión, muchas deportistas siguen enfrentando amenazas, abuso y persecución, sin que existan consecuencias claras para los agresores.
El talento de estas mujeres merece ser celebrado en la cancha o las pistas, no empañado por el miedo. Las federaciones deportivas, los organizadores de eventos y el propio gobierno deben implementar medidas efectivas que garanticen la seguridad de las atletas.
No basta con reaccionar ante los casos cuando ya han ocurrido; es necesario prevenir y actuar antes de que sea demasiado tarde.

Foto: Reuters 


