El gobierno de izquierda que rechaza la protesta social

El texto denuncia que el gobierno de Sheinbaum responde a las críticas minimizando protestas, desacreditando reclamos y usando encuestas como escudo ante un creciente descontento social.



En democracia, estar en desacuerdo debería ser parte del aire que respiramos. No tendría que incomodar a nadie que un maestro reclame, que un joven marche o que un productor del campo exija precios justos. Sin embargo, en su primer año, Sheinbaum ha recibido cada reclamo como si fuera un desafío personal. La reacción ha sido la misma una y otra vez: minimizar, desacreditar, ridiculizar.

CONTRA EL RECHAZO

La gira de Sheinbaum por Oaxaca de este fin de semana dejó claro el tono. La CNTE protestó. Habitantes reclamaron. Lo normal en una democracia. La respuesta fue negarlo. Dijo que sólo eran “cuatro personas” en Juchitán.

Sin embargo, no fueron cuatro. Pero la Presidenta eligió la frase fácil para quitarse el problema. Y el resultado es conocido: un gobierno que minimiza una protesta para mandar el mensaje de que no tiene interés en lo que la gente reclama, sólo en cómo fue recibida la gira oficial en medios.

CONTRA LAS MARCHAS

El asesinato del alcalde Carlos Manzo desató marchas en todo el país. La gente pidió seguridad real, no discursos. También reclamó la jornada laboral de 40 horas. La reacción del gobierno fue inmediata: decir que las marchas estaban manipuladas por bots, intereses extranjeros o partidos.

El hecho fue otro: las protestas existieron y se vieron en las calles. Pero la narrativa oficial era convertir cualquier inconformidad en ataque político.

Y la consecuencia es amarga: un gobierno que prefiere enfrentarse con la ciudadanía antes que con los criminales o la desigualdad laboral.

CONTRA EL CAMPO

Productores y líderes campesinos bloquearon carreteras por precios injustos, extorsión e inseguridad. La respuesta presidencial fue llamarlos operadores de “asociaciones” vinculadas a PAN, PRI o PRD.

El reclamo no es menor. El campo está colapsando mientras México registra cifras récord en importación de productos básicos como el maíz.

Aun así, se optó por señalar partidos antes que escuchar problemas. Si cada reclamo se etiqueta como complot, cualquier diálogo nace muerto.

ENCUESTAS COMO ESCUDO

Cada vez que surge una crítica, aparece la misma defensa: la encuesta que conviene. Una Presidenta con más del 70% de aprobación. El pueblo está feliz.

Pero hay un dato que el gobierno no menciona: Morning Consult registró en noviembre un 53% de rechazo, casi el doble que hace un año.

Un año de gobierno y el desgaste ahí está, pero se responde con aplausos propios para no mostrar debilidad. Una foto cómoda que reemplaza a la realidad incómoda.

PATRÓN HEREDADO

Este patrón no nació en este sexenio. Ya vamos para siete años. López Obrador acostumbró al país a descalificar cualquier reclamo, desde feministas hasta científicos. Dijo que en algunas marchas había más periodistas que manifestantes. Que quienes protestaban sólo querían dañar a su gobierno. Esa lógica quedó sembrada.

Hoy reaparece con otro estilo, pero con la misma raíz: toda crítica se ve como un ataque; toda protesta se trata como un complot.

El costo será alto. Cuando un gobierno trata a quien piensa distinto como adversario, la conversación pública se hunde. La gente deja de creer en el diálogo y empieza a buscar opciones radicales.

El país no pide milagros. Pide algo más sencillo: un gobierno que escuche y resuelva sin sentirse agredido por quienes le exigen hacerlo. La posibilidad de corregir el rumbo sin tirar la mesa.

EL DATO INCÓMODO

México rompió récord: 40.7 millones de toneladas de granos importados en 10 meses, cifra no vista desde 1993. Incluso el maíz blanco, del que presumíamos autosuficiencia, casi se triplicó. Ni maíz, ni país.