En México, donde hace más de dos décadas iniciamos una andanada de violencia sin fin, en el que llevamos siete años divididos entre liberales y conservadores, capitalistas contra socialistas, vendepatrias unos, héroes los otros, leales y desleales al sistema, corruptos normalizados y honestos raros… al final “chairos y fifís”.
En esta nación, donde desaparecer o ser desaparecido da igual, en que disminuyen los homicidios hasta el 50% pero aumenta la violencia en más entidades federativas.
Con 130 millones de mexicanos que parecieran no tener más salida que esperar a que el destino nos defina: “… o nos dejamos gobernar por la narcopolítica o bien, esperamos a que otro país nos ponga en orden”.
En este contexto, surge una reflexión atípica para muchos de nuestros lectores que tuvimos la oportunidad de vivir y sentir, y creo que representa una luz en el camino.
Hace un par de días, partió nuestro querido Ursus; un hermoso mastín napolitano de 70 kilogramos; sí, una mascota para todos los seres humanos “normalizados” en este mundo.
En el acompañamiento de su mudanza al cielo, hicimos un recuento de sus enseñanzas: aprendimos a perdonar sin cuestionamientos, no traer rencores a la vida, privilegiar la nobleza sobre la fuerza, imponerse cuando se trata de defender lo propio o ajeno ante una violencia injustificada… y así podemos enumerar una lista de bondades que no hemos visto en la mayoría de los seres humanos.
Me pregunté: ¿el cuidar, amar y respetar a los animales tiene un retorno de inversión en la comunidad?
¿Los seres humanos que honran a sus mascotas con el buen trato y vivir son mejores ciudadanos? Encontré dos ejemplos magníficos:
El primero, el hospital de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia en Ciudad Universitaria, que por el espacio no me permitiría detallar cada una de sus acciones positivas a las mascotas y sus dueños. Sólo puedo decir que nos enfrentamos ante un “seguro social”, pero con gran profesionalismo y calidad humana en los cinco meses que estuvimos asistiendo a esa institución.
El segundo ejemplo son los servicios funerarios Pet in the Sky, que si bien no es una sala de velatorios, es un digno espacio que lejos está de sentir la incomodidad y frialdad que “se vive en la muerte” de las casas o instituciones que dan estos servicios a las personas y sus deudos.
Con estas dos experiencias, por mi formación en investigación criminológica y preguntando a un par de amigos que trabajan en la industria de las mascotas, coincidieron que en México ha crecido en un porcentaje importante el trato digno a éstas, y más a los perros.
Con estas vivencias, llegué a la conclusión de que los países que valoran y respetan a los animales suelen ser también más seguros, empáticos y justos en general. Es un reflejo de su desarrollo social, legal y emocional, lo que conlleva a una contención criminal.
Países donde se respetan los derechos de los animales tienden a fomentar el respeto a los seres humanos, ya que muchos delincuentes violentos empiezan por el maltrato animal, lo que lleva a la identificación de un riesgo primario.
El maltrato animal puede ser una señal de sociedades violentas, con menos educación emocional; el respeto animal lleva a bajar ese tipo de violencia y, por lo tanto, los delitos.
Si mi hipótesis es correcta, a mayor sensibilidad emocional habrá menos violencia y delitos.
¿Será que la cultura de respeto animal coadyuve a la pacificación de nuestro México?