El Messi que se fue y la tóxica relación de amor-odio en México con los argentinos

11, abril 2024

Martín Avilés / Ovaciones
Foto: EFE

“¡Órale, Messi, sin ayudas!”, se escuchó desde las gradas del Gigante de Acero mientras el poseedor de ocho Balones de Oro caminaba por el medio campo con las manos en la cintura y una mueca que reflejaba incomodidad. El astro argentino brilló por última vez con todo su esplendor en el pasado Mundial de Qatar 2022, donde coronó al alzar el trofeo Joao Havelange una carrera perfecta, pero desde entonces ha caminado por las canchas de la MLS donde —si acaso se le antoja—regala alguna genialidad.

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Una lesión la había alejado de las canchas durante algunas semanas y para el juego de Vuelta de los Cuartos de Final entre Rayados de Monterrey y su Inter de Miami, apenas retomaba el ritmo. ‘La Pulga’ en el BBVA tenía sed de venganza, luego de la bomba lanzada por su compatriota y entrenador de La Pandilla, Fernando Ortiz, quien insinuó que la Concacaf ayudaría a las Garzas debido al marketing que le generaba el rosarino.

La afición de Rayados hizo su parte, o al menos a medias. Esa paradójica y hasta cierto punto enfermiza relación que tienen los mexicanos con los argentinos brotó naturalmente con la presencia de un futbolista cuyo juego cautiva hasta a las pupilas más insensibles, pero quien ha sido un verdugo constante de la Selección Mexicana de Futbol, como recién ocurrió en la pasada Copa del Mundo, cuando se mandó un golazo que desbordó la soberbia de sus seguidores.

En Monterrey fue recibido entre abucheos y rechiflas de gente que al mismo tiempo lo grababa con el celular y le pedía un autógrafo. Un oxímoron que ejemplificaba ese surrealismo que ni el propio André Breton ni Salvador Dalí pudieron descifrar.

Y es que por un lado, la historia del futbol mexicano ha estado siempre bajo la sombra del argentino. Se les odia por cada una de las derrotas que han propinado al Tri desde la Final de la Copa América 1993, pasando por el golazo de Maxi Rodríguez en Alemania 2006, el costoso error de Ricardo Osorio seis años después y recién en Qatar la supuesta traición de Gerardo Martino al regalarles el partido a los suyos en el inicio de la Copa.

 

Pero paralelamente, aquí se imitan sus barras, se copian sus cánticos y se contratan por racimos a sus futbolistas. “¡Vamos, vamos Rayados; que esta noche tenemos que ganar!”, retumbaba en el Gigante de Acero mientras Lionel Andrés volteaba las tribunas con asombro ante el sonido de un cántico que nació en su país.

Fueron solo 21 pases los que generó desde sus pies sagrados en su visita a la Sultana del Norte. Catorce de ellos fueron correctos y siete fallidos; realizó tres disparos, perdió cuatro balones, pero robó uno, además de cometer una falta y recibir otra. Una actuación grisácea que hizo más decorosa con una asistencia ya en el ocaso del partido, cuando todo estaba perdido para Miami.

Fiel a su carácter endurecido con los años, Messi retaba con la mirada a ‘El Tano’ Ortiz. Ya desde la ida protagonizaron incidente en el vestidor. Al Inter Miami le costó recibir una fuerte multa económica, por lo que Fernando prefirió no caer en su juego con tal de no perjudicar a su causa.

Pitó el árbitro y Messi huyó velozmente al vestidor. En el trayecto saludó a algunos rivales sin un ápice de afecto. Triunfo contundente de Rayados y una pequeña alegría para un sector del público mexicano que se ha apropiado de un triunfo en el que irónicamente, los héroes de la noche fueron argentinos, con ‘Tano’ tras bambalinas y Germán Berterame como la gran figura. Un ejemplo más de la tóxica relación amor-odio con los del Río de la Plata.