El mundo en el espejo

8, octubre 2023

LUIS WERTMAN ZASLAV

Entramos y salimos, todo el día, de dos espacios en los que la realidad y la apariencia se mezclan peligrosamente. Uno es el que llamamos realidad, que podemos tocar, caminar, sentir; y otro, el que consideramos digital, donde también comenzamos a involucrar nuestros sentidos hasta confundir cuál es cuál. Y, parece, no podemos vivir en uno, sin el otro.

Creer es diferente a comprobar; sin embargo, nos estamos acercando a una frontera en la que, lo que parece que es, puede hacerse pasar por lo que en realidad es. Se trata de un mundo paralelo, un espejo del que pensamos nuestro, en el que sucede lo mismo, pero desde el reflejo.

Hace unos días, el famoso actor Tom Hanks, una de las personalidades con mayor credibilidad en el mundo, advirtió sobre un comercial de televisión en el que usaba su voz, solo que ésta había sido reproducida desde un programa de Inteligencia Artificial. Es un problema que va más allá del pago de regalías o de la suplantación de una celebridad. Es el uso de una característica única de una persona -su voz- para convencer a otra de comprar un producto o un servicio, haciéndole creer que es auténtica.

Un engaño sofisticado es siempre un engaño. Reportes de policía en varios países empiezan a describir extorsiones telefónicas por medio de grabaciones de voces diseñadas con IA que son de las supuestas víctimas, logrando que los familiares no puedan distinguir, y no tendrían cómo, la diferencia.

En su libro más reciente, Naomi Klein, otra personalidad internacional, explica la duplicidad que se ha construido a partir de otra persona que tiene su mismo nombre, aunque no su apellido, que es confundida constantemente con ella, pero que tiene opiniones diametralmente a las que ha defendido durante décadas. Es una especie de “gemela malvada” que acude a entrevistas y habla de temas similares, solo que desde una perspectiva contraria. Esto, definitivamente cambia la idea de que todos tenemos un doble en algún lugar del planeta.

Si recorremos las distintas redes sociales podemos apreciar que cada quién lee, escribe, dice y escucha, lo que coincide más con su forma de ver lo que ocurre. Los hechos no importan tanto como la manera en que se presentan para acomodarlos a una audiencia que prefiere coincidir a dialogar o debatir.

El clímax de este proceso moderno parece haber sucedido esta semana en el Congreso estadounidense, cuando la mayoría republicana destituyó a su propio líder, gracias a la rebelión de un puñado de congresistas de ultra derecha que lograron sembrar la desconfianza por medio de repetir, una y otra vez, teorías de la conspiración y una aparente afinidad con los demócratas que estaba traicionando los objetivos de su partido. La sorpresa no fue la cantidad de votos que se necesitaba, sino los que hicieron falta (menos de una decena) para que el mito no se convirtiera en realidad.

Una mujer o un hombre pueden hacer la diferencia en cualquier situación, pero esa puede ser una buena noticia o una pésima. Siete personas tienen la oportunidad de inclinar la balanza, solo que de preferencia deberían hacerlo hacia el lado correcto. ¿Cómo podríamos saber cuál es en estas condiciones?

Un último ejemplo ilustra el vacío que puede dejar la intersección entre lo real y lo imaginario. El Pleno de la Cámara de representantes del Canadá homenajeó a un ex soldado nazi, confundiendo su historia al celebrar que, junto con su regimiento, combatieran a los rusos en Ucrania. El líder legislativo tuvo que renunciar, sumiendo a uno de los países más abierto a la migración legal en una crisis acerca del perfil de personas que ha dejado establecer en su territorio.

Aquí no estamos mucho mejor. Las noticias falsas se multiplican y nos tratan de hacer creer que estamos divididos, cuando la mayoría buscamos lo mismo: un país en paz y con prosperidad para todos.

No hay una sola semana en la que no exista una mentira que, como las olas, crece hasta romper con el arrecife del desinterés o de la siguiente falsedad. Que horas más tarde se desmienta, no sirve de mucho, porque ya estamos trepados en el siguiente remolino.

Podemos hacer tres cosas para evitar esta marejada. La primera es revisar, aún por algunos minutos, lo que nos envían como “noticias” y compararlo con fuentes confiables. Lo segundo es hablar con gente que no coincida con nuestra opinión y tratar de entender su punto de vista, en mi experiencia, después de tres intervenciones empezamos a ponernos de acuerdo. Y lo tercero, informarnos en libros, bibliotecas, hemerotecas y demás documentos que narran la historia. Es probable que el futuro pueda ser presentado de muchas maneras, pero el pasado tiene un grado de complicación: los vencedores podrían ser los que escriben la historia, pero tarde o temprano, los vencidos cuentan la suya.

Ese contraste, esa comparación, es lo que hace que hagamos una pausa para separar lo que refleja el espejo, de la persona real que se mira en él.