¿El país de un solo hombre?

La realidad es que la definición clásica de democracia ya no se aplica en su totalidad a México.



Es alarmante lo que ocurrió en la votación del Senado de la República respecto a la reforma judicial. No debemos perder de vista que acostumbrarnos a estas situaciones sin cuestionarlas pone a la democracia—si es que aún podemos referirnos a ella de esa manera—en un peligro inminente. La realidad es que la definición clásica de democracia ya no se aplica en su totalidad a México, donde las decisiones parecen estar dictadas por una sola voz, la de un líder que ha centralizado el poder de manera preocupante.

A medida que la situación se desarrolla, los militantes del partido oficialista actúan como súbditos, y algunos, incluso en la oposición, parecen haber sucumbido a la misma dinámica. La carrera política de Andrés Manuel López Obrador se ha limitado a criticar la “mafia del poder”, culpando a los errores del pasado mientras evade cualquier responsabilidad por lo que ha sucedido y continúa sucediendo durante su sexenio. Como el más maquiavélico de los políticos, nos ha demostrado que los fines justifican los medios, empleando tácticas que, en otras circunstancias, habría denunciado con vehemencia.

Este ciclo de impunidad y falta de rendición de cuentas se alimenta de una narrativa donde la oposición, en lugar de convertirse en un contrapeso eficaz, parece estar atrapada en una danza de complicidad. En este contexto, la ciudadanía se encuentra desorientada, incapaz de discernir entre las verdaderas intenciones de sus representantes. Es fundamental que los ciudadanos tomen conciencia de la gravedad de esta situación y exijan un verdadero respeto por los principios democráticos, antes de que sea demasiado tarde. La salvaguarda de nuestras instituciones y del Estado de derecho debe ser una prioridad innegociable.

El sexenio de López Obrador está por concluir, y cuando la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, asuma el poder, será el momento de ver qué depara el futuro para México. La esperanza de muchas y muchos mexicanos radica en que se establezca un diálogo constructivo con la oposición, representada por ciudadanos que buscan ver sus intereses reflejados en las decisiones gubernamentales. Es fundamental que la división de poderes se mantenga y que se respete la integridad de nuestras instituciones.

Sin embargo, no debemos olvidar que la esperanza también reside en cada uno de nosotros. El compromiso ciudadano es esencial para exigir transparencia y rendición de cuentas, independientemente de quién esté en el poder. Solo a través de la participación activa y el fortalecimiento de la democracia podremos construir una verdadera transformación en México, y ello, es una responsabilidad colectiva que debe ser asumida con participación activa de todos los actores políticos y sociales.

La inconformidad es un motor para el cambio y la participación, para alzar la voz y hacernos partícipes de las decisiones del país porque somos nosotros quienes elegimos el camino. México es de todas y todos, cabemos todos y podemos ser representados todos y quienes vemos la democracia en riesgo, debemos inequívocamente movernos desde nuestra trinchera, cualquiera que sea. Esto no se ha acabado. Depende de nosotros: de todas y todos.