Ha transcurrido el primer año de gobierno de la primera mujer en encabezar la Presidencia de México. Claudia Sheinbaum llegó con la promesa de dar continuidad a la llamada ‘cuarta transformación’, pero también con la expectativa de imprimir su propio sello. Sin embargo, este año inicial ha estado marcado menos por los logros y más por las carencias que siguen lacerando a la nación.
Inseguridad y violencia sin freno
El saldo en materia de seguridad es desolador. La violencia criminal sigue dictando la vida cotidiana de millones de mexicanos. Los homicidios dolosos, las desapariciones y la expansión territorial del crimen organizado permanecen prácticamente intocados, mientras la estrategia federal continúa sin ofrecer mayores resultados. El clamor de justicia de las familias se topa con la misma incapacidad institucional que en sexenios anteriores. Es cierto que ya no existe la indolencia del gobierno anterior, pero no es suficiente.
Un sistema de salud en crisis
El deterioro del sistema de salud nacional es quizá el golpe más doloroso para la sociedad. La falta crónica de medicamentos, particularmente para enfermedades terminales en niños y adultos, es reflejo de una planeación fallida y de una insensibilidad burocrática que se traduce en tragedias personales. La promesa de un sistema de salud “como en Dinamarca” se volvió una burla, y la confianza en las instituciones sanitarias está hoy más quebrantada que nunca.
Movilidad y el fracaso del Bachetón
A ello se suma el deterioro de la infraestructura urbana y carretera. Nunca en la historia se había visto tal nivel de abandono: baches que parecen cráteres lunares en calles y avenidas, carreteras federales en ruinas y un programa, el llamado Bachetón, que resultó ser una vacilada. El nuevo titular de la SICT confundió tapar baches en la capital con rehabilitar vías de carga pesada. El resultado: millones de pesos mal invertidos, tiempo perdido y un enojo ciudadano que crece a diario.
La política exterior de la sumisión
Si en el frente interno el gobierno ha carecido de rumbo, en el ámbito internacional la marca de este primer año ha sido la sumisión. Sheinbaum se ha mostrado obediente tanto a los caprichos de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, como a las presiones de la Casa Blanca. El presidente Donald Trump ha sabido aprovechar la fragilidad mexicana para imponer exigencias: control migratorio a cambio de evitar sanciones arancelarias y cooperación forzada en la guerra contra el fentanilo. México ha cedido más de lo que ha ganado.
El escándalo del huachicol fiscal
A estos problemas se suma el escándalo del llamado huachicol fiscal, que golpeó con fuerza al primer año de gobierno. Este caso incluyó acusaciones contra oficiales de la Marina Armada de México, así como otros personajes del ámbito político y empresarial, y amenaza con ampliarse en los próximos días.
Un episodio que, además de exhibir corrupción e impunidad, pone en entredicho la capacidad del Estado para frenar prácticas ilícitas dentro de sus propias instituciones. Es de subrayarse la afirmación de la Presidenta en el aniversario de la Marina en el sentido de que “corrupción es traición” y debe sancionarse con firmeza. Pero hay que pasar de las palabras a los hechos.
Balance de un año perdido
El primer año de Claudia Sheinbaum termina con más dudas que certezas. El país sigue sumido en la violencia, sin medicinas ni hospitales confiables, con carreteras y ciudades en ruinas y con una política exterior marcada por la subordinación, además de escándalos de corrupción. La primera Presidenta de México tiene en sus manos la oportunidad histórica de demostrar liderazgo propio; sin embargo, ha optado por la complacencia y la obediencia.
El desencanto es evidente. Y la pregunta obligada es si los próximos años seguirán por este camino de sumisión o si veremos por fin a una mandataria capaz de ejercer el poder con independencia, firmeza y visión de Estado.




