GERSON HERNÁNDEZ
En pleno Obradorato “los mexicanos somos pobres, pero honrados; borrachos pero cariñosos; clasistas, pero de buenos sentimientos; envidiosos, pero generosos; corruptos, pero ¡nomás poquito!; machis tas, arribistas, pero los más chingones”. Todos estos calificativos describen al “pueblo bueno” de la película “¡Qué viva México!” de Luis Estrada.
No se puede generalizar, ni tampoco exagerar, pero esta sátira al discurso personal de gobernar de esta administración nos hace pensar por qué muchos políticos en el mundo citan y se refieren incansablemente al pueblo en sus discursos.
Por ejemplo, el 15 de febrero de 2009 en Venezuela, su presidente afirmó: “Y porque en verdad como se los digo… Yo no me pertenezco. Yo me pertenezco al pueblo de Venezuela ¡Mi vida es de ustedes!”. En nuestro país el 12 de noviembre de 2018, desde Mérida, Yucatán, el candidato ganador declaró: “Yo ya no me pertenezco, soy del pueblo, yo estoy al servicio de la nación… tengo que cumplirle al pueblo de México, mi amo es el pueblo de México”.
Recientemente, el 4 de enero desde Palacio Nacional se dijo: “Ayudando a los pobres va uno a la segura, porque ya sabe que cuando se necesite defender, en este caso la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos, no así con sectores de clase media, ni con los de arriba, ni con los medios, ni con la intelectualidad. Entonces, no es un asunto personal, es un asunto de estrategia política”.
El concepto de pueblo se ha estudiado desde los romanos, que era un grupo instalado en la ciudad y que entró en el territorio al caer la monarquía. En cambio, el Senado eran las familias gentilicias originarias. Para Orlando Greco, el “populismo” es una doctrina que se ocupa de proteger los intereses del pueblo en su con junto, sin diferenciar entre clase obrera, pequeña burguesía y campesinos.
Hay muchas definiciones sobre ¿Qué es el pueblo?, pero vale la pena preguntarnos ¿Quién es el pueblo para los gobernantes? Ya que, si el gobierno representa al pueblo, éste es aquel que en las democracias puede votar, pues al gozar de libertades y derechos políticos, se diferencia de aquellos que por incapacidad cerebral, menores de 18 años, personas con problemas legales, no pueden emitir sufragio alguno. Entonces pueblo será solamente aquel que le sirva como capital político a los líderes; característica primordial de los llamados demócratas en el pueblo.
La película de Luis Estrada hace recordar a “Los Olvidados” de Luis Buñuel, que retrata cómo la pobreza no se debe ro mantizar, la pobreza es cruel y en estos momentos hay personas que pelean en una familia por una pieza de pan. Muy le jano de las imágenes de Ismael Rodríguez en “Nosotros los pobres” y “Ustedes los ricos”, donde el objetivo es que los televidentes envidiemos la pobreza, porque eso nos garantiza ser buenos seres humanos.
“¡Qué viva México!” es una crítica al “pueblo bueno” tantas veces citado, pero tratado peyorativa y despectivamente co mo receptores pasivos, por no decir —nuevamente sin generalizar— parásitos. Esta película “no es un churro” como se afirma y sí es una fotografía del mismo director que ridiculizó a expresidentes ante los aplausos de muchas personas que hoy despachan desde el poder. La obra maestra de Palacio Nacional. El discurso maniqueo entre el pueblo y los fifís; y de políticos corruptos que escuchan el canto de las sirenas de empresas mineras, que se enriquecen una y otra vez.
Comunicólogo político, académico de la FCPyS UNAM y Maestro en Periodismo Político @gersonmecalco