El 2 de junio pasado, México vivió los comicios más grandes de su historia, debido al número de personas votantes convocadas (poco más de 99 millones) y a los cargos de elección popular que se renovaron. Se trató de 20,708 puestos federales y locales, ya incluyendo 500 curules de la Cámara de Diputados, 128 escaños de la Cámara de Senadores, nueve gubernaturas y la Presidencia de la República. Esta última fue ganada por la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, de acuerdo con el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) del Instituto Nacional Electoral (INE), con 33’226,602 de votos, frente a los 15’620,726 de sufragios obtenidos por el segundo lugar (datos del 4 de junio).
La doctora Sheinbaum será la primera jefa de Estado y de Gobierno de México después de 65 presidentes hombres y 200 años de vida independiente de nuestra República.
El pueblo de México decidió seguir haciendo historia, al darle continuidad a un proyecto de nación opuesto a la derecha, al neoliberalismo, a la desigualdad y al clasismo, en favor del humanismo, del legado del presidente López Obrador y de la Transformación de la República.
Hay quienes no se percatan de que el país cambió y que lo sigue haciendo. Hay quienes siguen pensando y actuando con las mismas ideas, prácticas y parámetros sociales, económicos y políticos de tiempos pasados. Sin embargo, los recientes comicios demostraron que la mayoría del pueblo de México decidió seguir con un gobierno austero, honesto, sin influyentismos; con separación entre el poder económico y el poder político; con programas sociales para todas y todos; se inclinó por el acceso a la salud pública y medicamentos gratuitos; garantizar el acceso a la vivienda; establecer en la Constitución que el salario mínimo siempre esté por encima de la inflación; alentar el desarrollo científico y tecnológico; fortalecer la soberanía energética, a Petróleos Mexicanos y a la Comisión Federal de Electricidad; impulsar la soberanía alimentaria; promover la reforma al Poder Judicial; alentar la inversión privada nacional y extranjera, y promover una política exterior apegada a nuestros principios constitucionales en la materia, entre otros aspectos.
México vivió, el pasado 2 de junio, una jornada electoral ejemplar. Al momento de escribir estas líneas, la participación ciudadana alcanzaba los 56’107,873 votos, es decir, el 60.9253 por ciento del total del padrón. De acuerdo con el mismo PREP del INE, la tendencia de los sufragios emitidos en favor de nuestra coalición —Sigamos Haciendo Historia— nos indica que alcanzamos la victoria en siete de nueve gubernaturas, así como la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y probablemente también en el Senado de la República. Esto representaría un escenario bastante favorable para impulsar el mandato mayoritario que el pueblo de México nos ha dado como sus representantes populares, a fin de discutir e impulsar las reformas constitucionales que están pendientes.
Para quienes afirmaron durante meses que en México existe autoritarismo, estas elecciones demostraron que nuestra democracia está más viva que nunca, sin soslayar que durante estos años del Gobierno federal actual y los meses de precampaña y campaña existió plena libertad para los medios de comunicación; nuestra democracia cuenta con diversidad de partidos y pluralismo político; hay elecciones periódicas; existe separación de Poderes; respeto a todas las libertades y a todas las minorías; posibilidad de alternancia política; Estado de derecho, y voto libre, universal, secreto y directo. Estos factores y derechos existen y se ejercen en todos los niveles de gobierno en nuestro país.
Esta no fue una elección más. El mundo nos mira con atención. México es referente político en América y en otras partes del planeta. Lo que sucede aquí es y será observado con interés, no solo porque vivimos una auténtica democracia, sino porque México ya cambió, porque su pueblo ya decidió.
X y Facebook: @RicardoMonrealA
