El renacimiento de la fatalidad

16, marzo 2024

Francisco Fonseca N./ Ovaciones

André Malraux, político y novelista francés (1901-1976) decía que “el siglo 20, frente al anterior, parece un renacimiento de la fatalidad”. Es tan interesante este aserto y es tan desquiciante la actual historia del mundo que bien se podría aplicar al siglo 21, nuestra época, nuestra vida. Dicen los diccionarios que la fatalidad es la desgracia, la infelicidad, la calamidad, la tragedia, rematadamente mal.

Este renacimiento de lo fatal cubre hoy a toda la tierra. Malraux se expresaba así teniendo la certeza de que los vaivenes del siglo 20 eran infinitamente superiores a lo conocido de la centuria anterior. Hubo dos guerras mundiales.

¿Qué comentario expresaría el francés si tuviera una visión somera de lo que estamos padeciendo tan sólo en las primeras décadas del tercer milenio? ¿Y concretamente lo que sufrimos en México con nuestra corrupción y con el vecino del norte?

El mundo cruza por la más desquiciante crisis económica de la historia; solamente un sujeto tuvo la desvergüenza de birlar más de 50 mil millones de dólares a la humanidad. Esta cantidad impensable de dinero no la vieron jamás los aguerridos conquistadores de la historia que cruzaron los grandes océanos, los desiertos y extensiones gigantescas para ir en busca de la riqueza para sus soberanos. Egipcios, chinos, macedonios, romanos, ingleses, españoles, franceses, portugueses, belgas, et al. Y este siglo, Bernard Madoff, el estadounidense defraudador da la campanada de la fatalidad. Fatalidad que es sinónimo de desgracia, de desdicha.

¿Qué más diría Malraux si viera que un pequeño, muy pequeño habitante de este planeta llamado Corona Virus, y científicamente Covid-19, se apoderó de país por país, afectando la salud de millones de seres humanos y llevando a la muerte a los primeros miles? La Organización Mundial de la Salud decretó oficialmente que lo que se creyó una epidemia se ha convertido en pandemia.

Una epidemia es una enfermedad que afecta a un determinado grupo humano en un ámbito temporal concreto, una endemia es una enfermedad que se asienta de forma permanente en un grupo humano determinado, mientras que una pandemia es una epidemia que afecta a un área mucho mayor, como un continente o incluso el planeta entero.

La pandemia más mortífera hasta hoy fue la viruela, que provocó unos 300 millones de fallecimientos, dejó secuelas en los enfermos y fue erradicada hace 40 años. La segunda fue el sarampión, que provocó hasta hoy 200 millones de muertos en el mundo, según cifras de la OMS, cuyo contagio, al igual que el ébola, se previene con vacunación. La tercera, la peste bubónica, estuvo activa hasta 1959 y provocó la muerte de más de 12 millones de personas, mientras el tifus dejó más de 4 millones de fallecidos, pero no supone un peligro en el mundo moderno.

Esta fatalidad está aquí también, en México, heredada, por lo menos, de los últimos cinco sexenios. Hoy todo se ha vuelto rumor malintencionado, comentario agraviante, sospecha que lastima, verdades a medias en un juego esquizofrénico en el que se libra la batalla de todos contra todos, y no aparecen por ningún lado la cordura, la definición, el respiro necesario para que los mexicanos podamos retomar el rumbo correcto: el de la dignidad, el de la verdad, el de la esperanza, el de la ley y la justicia social. Estamos desamparados y desnudos del alma, del espíritu.

Además de todo lo anterior, hay un caos informativo. Acusaciones y contraacusaciones hasta la saciedad están alimentando al mundo de los lavaderos, donde la gente menor, la de propósitos mezquinos, trata de limpiar inútilmente el cochambre de la ropa percudida por el abuso y el desgaste de los años de tormenta y de lodo.

¿Qué está pasando en México que no logramos salir delante de la confusión generalizada? ¿Dónde está la ley de la razón y hasta dónde llega la mentira que agudiza el desánimo popular y mutila conciencias? ¿Quién permitió que, hace 35 años, los atracadores vieran en México un botín inagotable y permanente? ¿Quién autorizó a los depredadores insaciables a despojarnos de nuestra herencia social, ganada con sacrificios sin fin a lo largo de la historia? Una espesa cortina de silencio, disimulo, ignorancia y complicidades, todo lo cubre de espaldas al pueblo.

Este renacimiento indeseable se recrudece a partir de la toma de posesión del presidente estadounidense y sus esbirros que hoy nos desdeñan, nos desprecian, y nos atacan sin percatarse que nuestra vecindad les ha permitido crecer y colocarse a la cabeza de las naciones occidentales. ¿Qué hubiera hecho la nación norteamericana sin nuestros valiosos productos comerciales, sin nuestra barata mano de obra, sin el territorio que injustamente se apropiaron, sin nuestro petróleo y nuestro gas, sin el filtro que tenemos para impedir que más connacionales y centroamericanos se introduzcan a su suelo? ¿Qué hubieran hecho sin Bernard Madoff?

André Malraux hablaba con justeza.

 

 

Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

Presea Ricardo Flores Magón

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