El segundo año de Sheinbaum: el primero suyo

El segundo año de Sheinbaum marca el fin de la luna de miel. Retos en economía, equipo y relación con EU definen su rumbo


Antonio Ocaranza

El segundo año de gobierno es el momento en que los márgenes de maniobra se reducen, los compromisos se convierten en pruebas concretas y se transita de la expectativa a la realidad. Para Claudia Sheinbaum, la luna de miel se acorta, las inercias heredadas pierden fuerza, el ejercicio de poder toma un color propio y los colaboradores se van distanciando porque se ve con mayor claridad quiénes son de casa y quiénes representan compromisos del pasado, quiénes resuelven problemas y quiénes los acumulan.

El arranque del segundo año abre esa etapa en la que la Presidenta debe demostrar que su estilo de gobernar tiene posibilidades de transformar el obradorismo en un “morenismo sin apegos”.

Los retos son múltiples y se juegan en distintos frentes: la economía, la relación con Estados Unidos, el vínculo con los partidos de oposición y la gestión de su propio movimiento y de su equipo de trabajo.

1. La economía, entre la estabilidad y la incertidumbre

México llega al segundo año de Sheinbaum con estabilidad macroeconómica, reservas sólidas y finanzas públicas aún ordenadas. Pero la gran incógnita es si ese piso permitirá un crecimiento suficiente para crear más empleos bien remunerados, si se requerirá una reforma fiscal para sostener el gasto social, si iniciativas costosas, como el rescate de Pemex, o de altas expectativas, como el Plan México, darán los frutos esperados, y si la incertidumbre jurídica afectará la inédita oportunidad que ofrece el nearshoring.

A diferencia del presupuesto de 2025, la Presidenta será plenamente responsable del de 2026. Reflejará sus prioridades y enviará señales claras al sector privado de cómo su gobierno pretende conciliar inversión con bienestar social y mayor crecimiento económico.

2. El reto de su equipo cercano

El segundo año también es el momento de medir a los colaboradores. Con la curva de aprendizaje superada, los funcionarios dejan de tener el beneficio de la duda. Sheinbaum tendrá que evaluar quiénes han estado a la altura de la responsabilidad y quiénes se han limitado a administrar inercias. La Presidenta ha privilegiado la lealtad, pero mantener la eficacia del gobierno exigirá una reestructuración selectiva de su gabinete. Los relevos no sólo marcarán su estilo de liderazgo, sino que serán señal de hasta qué punto Sheinbaum puede anteponer resultados a lealtades.

3. Lidiar con Washington

Migración, comercio y seguridad continuarán siendo temas de fricción con el gobierno de Estados Unidos. La amenaza de aranceles sigue siendo un mecanismo de presión sobre México para resolver todo tipo de temas bilaterales, a los que ahora se suman las barreras no arancelarias que pueden ser tan amplias y ambiguas como para detonar una nueva ola de fricciones. A esto se suma la revisión del T-MEC, prevista para los últimos meses de 2025 o para 2026. Sheinbaum tendrá que equilibrar pragmatismo con defensa de la soberanía, un terreno en el que cualquier error puede tener costos económicos y políticos profundos.

4. La oposición: obligada a sobrevivir

PAN, PRI y PRD están débiles, y carecen de discurso y liderazgo. Corren incluso el riesgo de no sobrevivir a la nueva reforma electoral. Sin embargo, el desgaste natural del gobierno en temas de seguridad y economía abre nuevos espacios a la oposición que ya piensa en las elecciones intermedias de 2027 para construir una narrativa de contraste que germine si se complica el panorama de los próximos dos años.

5. Morena menos obradorista

El mayor desafío político de Sheinbaum no está en los partidos rivales, sino en su propia casa. Morena es un movimiento heterogéneo cuya unidad puede resquebrajarse conforme avancen las disputas por candidaturas y posiciones. Hasta el momento, la presidenta Sheinbaum ha preferido mantenerse a distancia de Morena, pero quizá llegue pronto el momento de definir si jugará un papel de árbitro o de líder.

Si el primer año de Claudia Sheinbaum fue de continuidad, el segundo será de definición. Cada decisión llevará su sello personal y le pertenecerá por completo; los aciertos serán tan suyos como los errores. El tiempo corre: de su capacidad para asumir plenamente el mando dependerá que consolide sus fuentes de poder, se quite lastres e imprima rumbo a su sexenio y viabilidad a un movimiento morenista con el sello Sheinbaum