RICARDO MONREAL

Desde hace unos días, el proceso de renovación de la persona titular de la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha venido acaparando el interés no sólo de la comunidad universitaria de nuestra Máxima Casa de Estudios, sino de muchas y muchos ciudadanos.

El actual rector, el doctor Enrique Graue Wiechers, fue elegido por la Junta de Gobierno (JG) de la UNAM el 17 de noviembre de 2015 para el periodo 2015-2019. Posteriormente, en noviembre de 2019 fue reelecto, por una sola vez, para un segundo periodo, de 2019 a 2023. Quien lo sustituya en el cargo tomará posesión del mismo a partir de noviembre próximo, después de la elección que haga la misma JG, y ejercerá sus funciones durante el periodo 2023-2027.

El lunes pasado fue dada a conocer la convocatoria correspondiente para el nombramiento. Con ella, dio inicio el proceso institucional para que, como señala el comunicado del 14 de agosto de 2023 de la JG de la UNAM, ésta tome en cuenta las diversas expresiones y manifestaciones de la comunidad universitaria al respecto de la renovación.

Entre otros pasos, se analizarán las propuestas de las personas candidatas a esta alta responsabilidad para, luego, anunciar a las seleccionadas, a quienes se les invitará a entrevistas al Pleno de la JG, a fin de que presenten sus proyectos de trabajo. Asimismo, durante el proceso se seguirán recibiendo opiniones de la comunidad estudiantil.

Como egresado y profesor de posgrado de la UNAM, deseo que este proceso para la elección de quien encabezará nuestra rectoría se desarrolle, como siempre, en el marco de la legalidad, con apego a las reglas de la convocatoria que emitió la Junta de Gobierno y a la normativa universitaria.

Espero también que sumemos sinergias para que nuestra universidad siga siendo una plataforma institucional para la educación, la ciencia, la tecnología y la innovación que favorezcan el desarrollo nacional, sin hacer a un lado el importante papel que tiene nuestra institución en la vida de mexicanas y mexicanos de escasos recursos, pero con enorme convicción de superación.

Como he señalado, el respeto a las reglas en cualquier proceso de elección es sinónimo de responsabilidad y de convicción de las personas involucradas respecto al Estado de derecho y las normas que rigen a las instituciones. Igualmente, ha de prevalecer el diálogo abierto, libre, plural y tolerante. Nuestra universidad debe ser reflejo permanente de la universalidad de las ideas.

Por otro lado, y en relación con el papel de nuestra Máxima Casa de Estudios como una de las plataformas para el desarrollo nacional, es importante seguir brindándole todo el respaldo desde nuestras distintas responsabilidades, lo mismo que a la persona que resulte electa para estar al frente de la rectoría y la nueva gestión universitaria.

Cabe recordar que la UNAM tiene como fin estar al servicio de México y de la humanidad; formar profesionistas útiles a la sociedad; organizar y realizar investigaciones, principalmente cerca de las condiciones y los problemas nacionales, así como extender con la mayor amplitud posible los beneficios de la cultura.

Pero no sólo eso, sino que, como institución de educación superior y pública, es un importante vector de movilidad social y de cambio. Muchas generaciones de mujeres y hombres han egresado de ella para beneficio de nuestro país o de otras naciones, en el caso de estudiantes del extranjero.

Este círculo virtuoso hace de la UNAM una de las universidades más importantes del mundo, y la primera a nivel nacional, como lo dio a conocer la edición de la Clasificación Académica de Universidades del Mundo de 2023, publicada por la universidad de Jiao Tong, de Shanghái.

Estoy seguro de que nuestra Máxima Casa de Estudios seguirá creciendo y desarrollándose en beneficio de México, porque la educación es la mejor inversión para las naciones y los pueblos.

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