Elección judicial: ¿votar o no votar? (Parte 2)

Elección judicial viciada: ¿votar, abstenerse o anular? No hay decisión pura, pero sí consecuencias. El dilema persiste


Juan Ortiz

Este domingo no se vota cualquier cosa. Se vota por un nuevo Poder Judicial. Y también, se vota en una elección que nació viciada: con trampas, filtros opacos, candidatos vinculados al crimen y la sombra del poder político organizando una elección que debería ser independiente.

Y, sin embargo, el dilema persiste: ¿votar, no votar, anular? No hay decisión pura. Pero sí hay consecuencias.

VOTAR PUEDE FUNCIONAR…

Hay quienes insisten en que todavía se puede rescatar algo de esta elección. Que entre las centenas de nombres hay muchos con experiencia judicial, sin partido ni padrinos. No son mayoría. Pero existen.

El problema es encontrarlos. Porque entre listas manoseadas, candidaturas oscuras y boletas confusas, la posibilidad de votar con certeza es todo un reto.

Organizaciones como Defensorxs han identificado al menos 20 candidatos con vínculos criminales o procesos abiertos. El Congreso ha impugnado -muy tarde- 26 candidaturas por las mismas razones, o por no cumplir requisitos.

Son muchos los obstáculos para que la gente sepa con claridad cuántos perfiles sí cumplen con lo básico: independencia, experiencia, integridad.

Votar podría ser un acto de resistencia… si se tiene la información, si se tiene la certeza, si se tiene la organización. Hacerlo sería enfrentar a la maquinaria electoral del gobierno en turno, así como a los grupos fácticos. Pero se requiere organización masiva para incidir, y la oposición partidista ha optado por no participar. Y votar sin saber sería disparar a ciegas en una sala oscura.

ABSTENERSE ES RIESGOSO…

Si el 70% o más decide no votar, el mensaje es demoledor: el pueblo no avaló esta elección. Y eso le pega donde más le duele al poder: en su narrativa.

Porque el gobierno presume que tiene el 80% de aprobación, que siete de cada 10 apoyan la reforma judicial. Pero si el 1 de junio vota apenas un 30% o menos, ese cuento se les cae.

Eso sí: el vacío también se llena. Y si no votas, otros lo harán. Grupos políticos, corporativos o criminales tomarán el lugar. Los jueces y magistrados estarán allí nueve años. Los ministros, doce. No votar no frena la elección. Sólo deja el campo libre.

Y el voto nulo no es tan rebelde como parece. Hay quien defiende que anular es protestar sin colaborar. Que rayar la boleta es más ético que ensuciarse votando. Y sí, el voto nulo puede volverse viral, usarse en memes o convertirse en tendencia.

Pero el INE no mide las intenciones. Sólo suma participaciones. Y un voto nulo entra en la cuenta oficial como parte del padrón que fue a las urnas. También puede terminar legitimando lo que pretendía rechazar. Es como gritar en un estadio vacío: uno se desahoga, pero el marcador no cambia.

TODO CUESTA

Participes o no, esta elección dejará huella en la historia de México. Lo que no se vale es desentenderse después del 1 de junio. Porque luego de votar (o no), toca exigir. Exigir que quienes ganen no actúen por consigna, no protejan a sus padrinos políticos, no repitan los vicios del sistema judicial anterior.

Exigir transparencia, sentencias públicas, evolución patrimonial, declaraciones de conflicto de interés y, sobre todo: independencia. Porque aunque no los elijas, sí los vas a pagar. Y quien paga, exige.

EL DATO INCÓMODO

Los megaproyectos operados por Sedena y Marina -como el Tren Maya y Mexicana– perdieron más de 5 mil 600 millones de pesos en 2024. Son 15.4 millones de pesos al día. Generaron apenas la mitad de lo necesario para sostenerse. ¿Y aún así prometen expandirlos?