Gustavo Mares | OEM-Informex
Foto: Cortesía Juan Ángel Sainos López
El eje de la tauromaquia es el toro bravo, que sustenta su nombre en la acometividad de sus embestidas. Paulatinamente, con el conocimiento genético de los ganaderos, su arduo trabajo y muchos años de espera, esa bravura se atemperó, pero sin perder raza ni poderío.
En alguna ocasión, el legendario Silverio Pérez Gutiérrez ‘El Faraón de Texcoco’, dijo en una entrevista que transmitió el programa de televisión Toros y Toreros, conducido por el maestro Julio Téllez García, que en su época en activo el toro era más fiero que en el momento de la entrevista, en la década de los noventa. Sin embargo, también dijo que en la época moderna ‘se torea mejor que nunca’.
Con el paso del tiempo, muchas ganaderías de las que suelen pedir los toreros del otro lado del Atlántico, ‘le han echado demasiada agua al vino’, han cambiado bravura y poderío, por sosería, descastamiento y falta de fuerza.
Hay que reconocer que han mantenido la nobleza y cuando logran ‘el punto exacto de bravura’ encuentran el toro que exigen las figuras hispanas, aunque la afición pida a gritos que les quiere ver con ganado de procedencia diferente a las habituales.
Así las cosas, cuando sale el astado que buscan, la afición se emociona con ese toreo lento que tanto gusta en nuestro país y que no se encuentra en ninguna otra plaza del mundo. Pero del otro lado de la moneda, cuando ‘el vino ni siquiera pinta’ el público está condenado al bostezo y peor aún, si el diestro en turno no hace ni siquiera el intento por ‘espantarle las moscas’.
En la Plaza de Toros México, en el marco del Festejo Guadalupano pasó algo parecido. Se jugaron toros de Fernando de la Mora y Bernaldo de Quirós, bien presentados, aunque desiguales en tipo. Destacaron los jugados en cuarto lugar (De la Mora), cuyos restos merecieron arrastre lento, y el quinto (De Quirós), al que sus despojos les otorgaron el honor de la vuelta al ruedo.
Más allá de todo, lo más importante es que al final de una jornada taurina se hable de la actuación de tal o cual torero.
EL FESTEJO
Horas antes de que iniciara la Corrida Guadalupana en la Plaza México, las calles aledañas lucían repletas de aficionados, automóviles, vendedores ambulantes y revendedores.
No faltaron unos cuantos inadaptados diez o quince, no más, que pararon el tráfico, se pelearon con automovilistas y ofendieron a cuentos pudieron, aunque no acudieran al coso taurino.
Después de un tiempo fueron removidos por la policía. Una vez más, la afición taurina se mostró a la altura e hizo tanto caso como el omiso a estos pelados.
Justo a las 16:30 horas comenzó el festejo, que generó gran expectación. La plaza de toros más grande del mundo registró más de tres cuartos de entrada para atestiguar el último festejo de la campaña de reapertura, luego del parón provocado por la pandemia de Covid-19 que se ha cobrado la vida de más de medio millón de mexicanos y que le ha pegado con fuerza a la familia taurina.
La banda de música de la policía de tránsito se hizo presente, al tiempo que un pelotón de oficiales portó una gran bandera mexicana.
Comenzó el paseíllo y justo al término del desfile multicolor, comenzaron a sonar las notas del Ave María a través del sonido local. Acto seguido se hicieron honores a la bandera y los actuantes concluyeron el desfile.
EL TORICANTANO
Abrió plaza el queretano Diego San Román, quien tomó la alternativa. Llegó precedido a esta ceremonia luego de importantes triunfos en España y con la etiqueta de un torero valiente a carta cabal.
El astado de la ceremonia llevó por nombre ‘Cumplido’, marcado con el número 233 y 582 kilogramos, de la ganadería de Bernaldo de Quirós. El toro, bien presentado, tuvo una boyante salida en la que se arrancaba de largo, lo que aprovechó San Román para torear cadenciosamente a la verónica. Jugando los brazos y acompañando con la cintura el viaje del burel trazó varias veces el lance fundamental del toreo, lo que le redituó en los primeros oles de la tarde.
Sin embargo, no habían salido los varilargueros y el astado ya comenzaba a dar síntomas de que acusaría falta de fuerza.
Luego de su encuentro con el del castoreño, ‘Cumplido’ comenzó a terciarse. Sin embargo, el queretano le pegó una serie de chicuelinas muy ceñidas.
LA CEREMONIA
Llegó el anhelado ‘abrazo’, Antonio Ferrera fungió de testigo, en tanto que José Antonio ‘Morante de la Puebla’ y Diego Silveti atestiguaron la ceremonia.
Le brindó la faena a su padre, el diestro en retiro Óscar San Román. El toro acusó una marcada sosería y debilidad. El toricantano –se llama misacantano al que se ordena sacerdote y oficia misa por primera vez- se dejó ver con el toreo por el lado derecho. Una de sus tandas las rubricó con un suavísimo cambio de mano.
Tomó la muleta con la zurda y pergeñó despatarrados naturales. Poco le importó que en uno de ellos el astado se quedara corto. Él, tan tranquilo ‘como si estuviera esperando el camión’.
En la recta final del trasteo, San Román acortó distancias. Toreó en un palmo de terreno, aguantando de verdad. Dejó una estocada atravesada que requirió de dos golpes de descabello.
La oreja que pudo haber cortado la cambió por una salida al tercio, tras un aviso.
EL PADRINO
El primero del español Antonio Ferrera fue de la dehesa de Fernando de la Mora y se llamó ‘Caudillo’. Sus primeros lances emocionaron al público. Desde su anterior presentación en la México, previo a la crisis sanitaria, se le notaba un aire a la mexicana, más concretamente en el estilo de ‘El Pana’, aunque también con algunas reminiscencias de diestros hispanos.
El toro propicio un tumbo, afortunadamente sin consecuencias qué lamentar.
Ferrera, con mucho respeto, posó rodilla en tierra, tomó su montera con la mano derecha y al mismo tiempo que volteó la mirada al cielo la elevó para brindar esa faena a la homenajeada de la tarde, la Virgen de Guadalupe.
El toro calamocheaba y tenía nula transmisión a los tenidos. Ferrera tampoco logró hacerse de ‘Caudillo’ y en los muletazos que pegó no se embraguetó. Puso punto final a la vida de ese astado con una estocada caída. Saludó desde el tercio con división de opiniones.
‘MORANTE’ Y ‘ALCALDE’
El diestro español José Antonio ‘Morante de la Puebla’ es un torero de culto aquí y allá. Desafortunadamente ‘allá’ le sale a todos los toros, apenas en octubre pasado en la Real Maestranza de Sevilla –nada más- enfrentó un encierro de la temible ganadería de Miura, sin embargo en nuestro país sucede todo lo contrario y con el ‘marketing’ del arte hace y deshace a su antojo.
El primero de su lote llevó por nombre ‘Alcalde’ y fue de Fernando de la Mora.
Desde que saltó al ruedo fue evidente su debilidad. El español pegó pocos muletazos, pero eso sí con una gran transmisión a los tendidos. Pocos pero buenos.
El primero fue un terso y lento trincherazo, pero apenas salió de la suerte el burel rodó por la arena.
Una vez que los subalternos incorporaron a ‘Alcalde’, José Antonio lo llevó de las tablas a los medios ‘caminándole’ con gran parsimonia, llevándolo al centro del ruedo intercalando trincherazos y pases de la firma.
Poco hizo y también poco intentó ante el soso y débil astado, que además acometía con la cabeza a media altura.
Una vez más cayó a la arena. En la recta final del trasteo se aplomó.
El sevillano tardó en matar y escuchó fuertes pitos.
TACKLEADO
Antes de que saliera al ruedo el cuarto astado del festejo saltó alguien al ruedo con una pancarta. Rápidamente un elemento de seguridad y un subalterno fueron tras él. Inmediatamente el público silbó con fuerza al tiempo que el intruso corría y quería desplegar el anuncio que llevaba, pero no lo logró porque el banderillero logró tacklearlo al más puro estilo de la NFL.
Pocos se enteraron que se trataba del diestro Édgar Palacios, quien aprovechó los instantes previos a que saltara al ruedo el primer toro de Diego Silveti para brincar al ruedo y pedir una oportunidad. Pronto se lo llevaron y no de muy buena forma.
SILVETI SE REINVENTA
El matador de toros Diego Silveti enfrentó en primer lugar a ‘Chinaco’ de Fernando de la Mora, toro soso y descastado, pero con boyantía lo que permitió al diestro de dinastía lucirse con su espectacular toreo de capa.
Citó al morito de largo para pegarle una tafallera, tras la cual siguieron una serie de gaoneras en las que ‘ni siquiera parpadeó’. Los pitones le pasaron muy cerca del cuerpo, pero Diego no se inmutó.
En el tercio de banderillas, el astado hizo hilo con el rehiletero Juan Ramón Saldaña, secretario general de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, quien no alcanzó a resguardarse completamente en el burladero y ahí en la tronera el astado le infirió un puntazo en el muslo izquierdo, además de que le dio un duro golpe en la mano. Fue atendido por el doctor Rafael Vázquez Bayod, Jefe de los Servicios Médicos de la Plaza México.
A Silveti se le nota diferente. Se reinventó. Sus actitudes lo confirman. Brindó a los aficionados, pero como no lo había hecho antes por lo menos en la Plaza México, esta ocasión antes de levantar la montera apretó ambos puños e hizo un además muy gráfico y muy mexicano que suele utilizarse con la frase ‘de aquí somos’ acompañada de un apretón de labios. Después, con calma, sabedor de la escena taurina, caminó hasta la zona de los tercios, donde dejó la montera con los machos hacia abajo.
SERIEDAD Y GARBO
De nueva cuenta volvió al centro del ruedo y ahí tomó la muleta con la mano derecha para citar al toro de largo. Con gran seriedad y mucho garbo, mientras con la muleta citaba al toro de largo, movía los dedos de la mano izquierda con el ademán que se utiliza para decirle a alguien ‘acércate’.
El toro se arrancó y se abrió hacia el lado contrario del que Silveti vaciaría la suerte. El guanajuatense no se inmutó y cambió el recorrido del astado sin mover las zapatillas. ¿Por dónde pasó el toro? Nadie sabe, pero pasó. Lo toreó por la derecha y de nueva cuenta se lo cambió por la espalda.
A pesar del riesgo, el hijo del desaparecido ‘Rey’ David se dio tiempo para sonreír a los tendidos.
AIRE
Al natural también emocionó a los aficionados, pero el toro ya había perdido fuerza motivo por el cual el guanajuatense le daba tiempo para tomar aire.
Poco a poco el descastamiento del astado se hacía más evidente. Diego resbaló en la cara del toro, luego de que este le pegara con la pezuña. Pero el astado no hizo por el torero.
Se levantó y le pegó un temerario cambiado por la espalda.
En la recta final del trasteo tiró el ayudado y le pegó a ‘Chinaco’ una serie de emocionantes joselillinas en las que se pasó muy cerca los pitones del burel.
Tardó en acomodar al toro para ejecutar la suerte suprema y es que se empeñó en hacerlo ‘recibiendo’. Sepultó el acero entero pero tendido, por lo que necesitó de un certero golpe de descabello. Escuchó un aviso y a petición popular cortó una oreja, la primera de la tarde en este festejo de máxima expectación.
QUEDARÁ EL MISTERIO
El quinto toro de la tarde fue de Bernaldo de Quirós y se llamó ‘Misterio’, nombre que le quedó a la perfección porque fue regresado a los corrales, después de que su lidiador hacía señas gráficas que no veía de un ojo.
En la México suele ser habitual que cuando salta al ruedo un astado reparado de la vista la afición se da cuenta y protesta. En la México este domingo no ocurrió así. El público no vio ese detalle, pero el diestro sí y no lo toreó de capa.
Se puso a distancia movía el capote y con el índice hacía la seña que no veía. Era claro que al torero no le gustó ese astado por el problema que señalaba y quería que la autoridad lo cambiara.
Cuando finalmente el juez Enrique Braun decidió echarlo para atrás, sin muchos problemas el banderillero en turno lo bregó con rumbo a los toriles, donde tomó sin contratiempos otro capote que ya lo esperaba en la puerta en la que salió minutos antes.
HETERODOXO
Saltó al ruedo ‘Ayate’, también de la ganadería de Bernaldo de Quirós. No bien se abría de capa Ferrera, el morito brincó al callejón, donde se encontraba la matadora de toros en retiro y apoderada del hispano, Cristina Sánchez, quien demostró que mantiene una gran condición física porque sin problema alguno libró las tablas.
El hispano aprovechó el momento anímico en el público, tras el salto del burel, y mostró su toreo de capa al tiempo que llevó a ‘Ayate’ a su encuentro con el picador.
Cuando el varilarguero abandonaba el ruedo, Antonio pegó una carrera hacía él y lo hizo descender de la cabalgadura que él montó. Regresó al ruedo ante el impacto popular. Los puristas protestaron la escena; muchos otros lo celebraron.
A poco, tras el puyazo que pegó el matador de toros, el ruedo de la México se había convertido en una romería. Muchos subalternos en el ruedo, pero sólo viendo. Mientras tanto ‘Morante’ sacó al toro del caballo y pegó una serie de chicuelinas con su muy personal estilo.
Ferrera bajó del caballo, pero antes aventó la vara hacia el burladero de matadores y por poco le pega a uno de los participantes.
Trazó una serie de chicuelinas con la mano muy baja.
A petición popular puso banderillas. Colocó tres espectaculares pares, tras los cuales dio una vuelta al ruedo, aunque antes aprovechó para hacerle algunos recortes al toro.
MULETA
Comenzó su faena de muleta rodillas en tierra. ‘Ayate’ no estaba sobrado de fuerza, pero no fue obstáculo para que el español, una vez de pie, encendiera la llama de la pasión.
Pegó tandas cortas y llenas de intensidad. Un par de veces durante este segundo toro la afición le gritó ¡torero, torero!
Cuando el astado lo permitía le bajaba la mano aunque tuviera que encorvar la figura. Cuando no, le presentaba el engaño a media altura.
Por naturales detuvo el tiempo por lo lento que corrió la mano. El astado rascó la arena algunas ocasiones. La afición comenzó a pedir el indulto, pero el juez en turno, atinadamente no lo otorgó.
La estocada fue espectacular. Se puso a larga distancia, pero no pegó la habitual carrera de los toreros para consumarla, sino que llegó caminando paso a paso, como dicen los revisteros antiguos que lo solía hacer Rodolfo Gaona. Dejó un espadazo entero, caído y fulminante.
Recibió las dos orejas con petición de rabo que el juez no otorgó, mientras que los restos de ese toro merecieron los honores de la vuelta al ruedo.
CONNATO DE BRONCA
Mientras los aficionados pedían los máximos trofeos para el torero español Antonio Ferrera, los mulilleros trabajaban para enganchar los restos del burel y llevarlos al destazadero.
Sin embargo, de repente recibieron la indicación de que no lo hicieran sino que por el contrario consumieran tiempo para obligar al juez a otorgar los máximos trofeos. La orden vino de un miembro del equipo del torero, pero la echó para atrás una de las autoridades de callejón.
Hubo algunos gritos entre ambas partes, pero afortunadamente la cosa no pasó a mayores.
BALADÍ
El segundo del lote del sevillano José Antonio ‘Morante de la Puebla’ se llamó ‘Devoto’ y pesó 570 kilos. Fue de la ganadería de Bernaldo de Quirós.
El toro calamocheaba, era soso y llevaba la cabeza a media altura.
José Antonio no quiso saber nada y abrevió. La afición ni siquiera le silbó.
POR ENCIMA
El séptimo de la función fue de Bernaldo de Quirós y correspondió a Diego Silveti.
Ese astado fue soso, débil y destacado. Además de que tenía escasa transmisión.
El guanajuatense estuvo muy por encima de su enemigo. Lo pasaportó de estocada entera y dos golpes de descabello.
OREJA
El diestro queretano Diego San Román cerró plaza con un burel de Fernando de la Mora con el que se pegó un arrimón.
La disposición del nuevo matador de toros mexicanos era clara, ‘el triunfo o la enfermería’. Afortunadamente aconteció lo primero, porque luego de emocionante faena en la que pisó terrenos que no muchos hacen logró cortar una oreja, la primera que corta como matador de toros.
Al término del festejo Antonio Ferrera salió a hombros, aunque hay que aclarar que no unificó criterios, pues así como hubo quienes le ovacionaron hubo a quienes les desagradó su propuesta taurina. Al final, lo importante es que de desató la pasión.