Entre guacamayas y pajarracos

12, octubre 2022

CUCHILLITO DE PALO

CATALINA NORIEGA

Ya es tradición: en este país siempre ha habido “golondrinas en el alambre”, frase habitual entre comunicadores para dar a entender que, a alguien, o a varios, los estaban espiando. ¿Quiénes? Por supuesto la referencia era al gobierno en turno. 

Se trataba entonces, de intervenciones telefónicas burdas, para las que se contrataba a jóvenes estudiantes, que pasaban ocho horas encerradas en un cuartucho donde escuchaban las conversaciones de los “intervenidos”.

Conocí a más de una chica que me comentaba lo aburrido que era pasarse el día transcribiendo conversaciones que, en general, estaban llenas de sandeces y aportaban nada al mundillo de tenebra que rodeaba a este tipo de actividades oficiales. 

Famosos eran también, aunque menos sofisticados, los conocidos como “orejas” de gobernación, individuos que seguían a quienes se les ordenaba y trataban de enterarse de su vida y milagros, sentándose en una mesa cercana a la que ocupara el espiado y convirtiéndose en su sombra.  

La tecnología le ha hecho un inmenso favor a la especialidad tan socorrida como trama hipnotizante de miles de novelas y películas, pero, sobre todo, tan útil para gobiernos ineptos -unos, porque los desnudan y ni cuenta se dan, otros, por ejercer el papel contrario y espiar a lo que se les ponga enfrente-. 

El destape de este grupo conocido como “Guacamaya”, interceptadores de comunicaciones a nivel internacional, cayó como balde de agua cuando dan a conocer que se han metido al sistema informático, nada menos que de nuestras fuerzas armadas. Lo habían hecho en otras latitudes como Colombia y Chile, pero aquí se había estado a salvo de la peligrosa injerencia. Peligrosa y es poco decir, en tanto bucean en materia de seguridad nacional, revelando secrecías y sigilos que no deben estar al alcance de la generalidad. 

Se vino el escándalo, al que AMLO trató de minimizar puesto como está, entre la espada y la pared. Ha hecho toda una campaña en defensa del periodista Assange, condenado en Estados Unidos por revelar secretos oficiales, en prisión temporal en Inglaterra y a quien los gringos buscan se les extradite para quemarlo en leña verde. Guacamaya es un remedo de las actividades de Assange, lo que le plantearía una seria contradicción al tlatoani, si se trata de condenarlos. 

Se han empezado a desgranar noticias impactantes. Desde la de que el Ejército le vende armas a las bandas del narco, hasta los viajes internacionales de la familia del emperador de palacio, que de franciscanos no tienen ni un pelo y además se hacen acompañar por elementos del propio ejército. 

Las bitácoras verde olivo pasan a ser comidilla nacional y de tanta información que de pronto llega como en cascada, al ciudadano común y corriente, lo que más lo conmueve es la exhibición de uno de los pocos pilares que quedaba en pie, convertido en piedra de escándalo. 

Las revelaciones, cuando se acaba de discutir en el Congreso la permanencia del Ejército en las calles, en medio de un zafarrancho con la oposición, empieza a golpear al que se consideraba inmune al rechazo de la opinión pública, a diferencia de los gobiernos, los partidos políticos, las policías, órganos todos, en pleno declive. 

Hay una profunda erosión de la vida política y social, a la que se le suman las instituciones, producto de la tendencia destructora de este Régimen. De seguir así, cuando abramos los ojos, sólo encontraremos oscuridad. 

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