Francisco Garduño: el intocable del obradorismo

Francisco Garduño: símbolo del obradorismo que Sheinbaum mantuvo siete meses y despidió solo cuando el costo político fue menor



El titular del Instituto Nacional de Migración (INM) no renunció por dignidad. Ni cayó por presión social. Se va siete meses después del inicio del nuevo gobierno. Se va cuando ya no sirve. O mejor dicho: cuando dejarlo ir costaba menos que mantenerlo. Ese es el verdadero mensaje: cuándo, cómo y por qué se fue.

SIETE MESES

Cualquier funcionario con un historial así, habría salido en las primeras 48 horas de la nueva administración. Pero Garduño se quedó. Y eso dice más de Sheinbaum que de él. La tragedia de Ciudad Juárez ocurrió en marzo de 2023. Una estación migratoria. Un incendio. La evidencia fue devastadora: puertas cerradas con candado, personal sin reacción, cámaras que registraron la omisión en tiempo real. Resultado: 40 migrantes muertos. A eso se suman informes de la Auditoría Superior, que documentaron desvíos millonarios, corrupción en servicios para migrantes, irregularidades en centros de detención y al menos 14 incendios previos. Una cloaca que operaba con fondos públicos y silencio oficial. ¿Entonces por qué se mantuvo? La respuesta no está en el INM. Está en Palenque. Garduño era un símbolo de continuidad del obradorismo. Sacarlo en octubre de 2024 -cuando inició la nueva administración- habría sido una señal interna de ruptura con AMLO. Sacarlo ahora, en abril de 2025, ya no tiene tanto costo político. Y es una señal de que Sheinbaum empieza a mover su tablero… con límites.

LEALTAD

Francisco Garduño no era un burócrata más. Fue colaborador de AMLO desde los años en el gobierno capitalino. Operador en temas de seguridad penitenciaria y migración. Y durante el sexenio pasado, fue pieza clave del pacto con Estados Unidos: contener migrantes a cambio de no enfrentar aranceles. Tras el incendio, AMLO lo defendió públicamente. Dijo que era “honesto”, que había hecho un buen trabajo. Y Claudia Sheinbaum lo mantuvo. No porque compartiera esa visión. Sino porque aún no tenía el margen para desmarcarse. Y cuando las críticas contra la permanencia de Garduño eran insostenibles… llegó Trump. Y con él, las exigencias de mayor control migratorio. Por eso el relevo tardó. Sergio Salomón, exgobernador de Puebla, fue anunciado como su sucesor con semanas de anticipación. Pero no podía entrar mientras Washington exigía resultados inmediatos y Garduño era el rostro del control migratorio en México.

EL PERDÓN

En enero, un juez otorgó a Garduño una suspensión condicional del proceso penal. No pisará la cárcel. No enfrentará juicio. A cambio, debe ofrecer una disculpa pública (aún no realizada), tomar cursos de derechos humanos y permanecer localizable por 18 meses. El 12 de abril, un tribunal federal ratificó el acuerdo. Tres días después, Sheinbaum anunció su salida. El mensaje es evidente: no cayó. Se le permitió irse. Y esa es una distinción que lo cambia todo. Las familias de los migrantes siguen esperando justicia. Las organizaciones civiles siguen denunciando que no hubo reparación. Y el INM, aún con nuevo titular, arrastrará el descrédito de años de negligencia institucional. Porque Garduño no fue una anomalía. Fue parte de un modelo. Uno que criminaliza al migrante, que cierra puertas con llave y que protege a los leales, incluso cuando el costo son vidas humanas. Hoy el nuevo gobierno intenta pasar página. Un intento de Sheinbaum por ejercer el mando dentro de su gabinete. Un mensaje interno: puede que los leales a AMLO ya no sean intocables. El problema es que ese mensaje llega tarde y bajo condiciones. No hay ruptura con el pasado. Hay un relevo pactado. Un cambio que ordena… sin confrontar. Y en política, quien cambia sin romper, rara vez transforma.