Kirsty Coventry y los pendientes que deberá resolver en el Comité Olímpico Internacional

La exatleta y ministra zimbabuense vislumbra en su horizonte una nutrida y complicada agenda de tareas pendientes y temas por resolver.



Reuters

Apenas han pasado algunas horas desde su histórica elección como primera mujer presidenta del Comité Olímpico Internacional (COI), pero Kirsty Coventry ya no tiene tiempo que perder. Recién elegida el jueves 20 de marzo como la décima en el cargo, la exatleta y ministra zimbabuense, vislumbra en su horizonte una nutrida y complicada agenda de tareas pendientes y temas por resolver.

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Coventry se reunió al día siguiente de su elección con su predecesor, el alemán Thomas Bach. Conversaron durante horas durante el desayuno en el lujoso resort Costa Navarino, en Grecia, sede de la Sesión 144 del COI. El objetivo fue el de preparar el periodo de transición de tres meses, antes del traspaso oficial de poderes entre ambos líderes, programado para el 23 de junio.

La agenda de Coventry está condicionada por la geopolítica. La posible participación de los atletas rusos en los Juegos Olímpicos de Invierno de Milán Cortina 2026, programados para febrero de 2026, es uno de los asuntos urgentes sobre los que deberá tomar una decisión.

El presidente ruso, Vladímir Putin, ya se lo recordó el jueves con su mensaje de felicitaciones. Este mensaje fue repetido por su ministro de Deportes, Mijaíl Degtiarev, quien esperaba que “en la era de una nueva líder, el movimiento olímpico se fortalezca, sea más independiente y próspero, y que Rusia vuelva al podio olímpico”.

La victoria de Coventry en el COI ha sido elogiada en algunos círculos como un rotundo éxito, ya que representa dos primicias al ser africana y mujer. Como atleta, Coventry no tuvo parangón en la historia olímpica de Zimbabue, con siete medallas, dos de oro.

Pero en 2008, aceptó un regalo de 100 mil dólares del entonces presidente Robert Mugabe por ganar cuatro medallas en los Juegos Olímpicos de Beijing, algo que se le ha criticado en múltiples ocasiones. De hecho, recién el editor de la revista deportiva Bhora Afrika, Leopold Munhende, aseguró a la AFP que Coventry había hecho poco por el desarrollo deportivo de la población más pobre de Zimbabwe.

Coventry superó a Juan Antonio Samaranch Jr. y lo rezagó al segundo lugar. El peso de la historia del padre de Samaranch, terminó por pesarle, al haber sido el ministro del gobierno fascista español de Franco, y por haber presidido el mayor escándalo de sobornos de la historia olímpica en la selección de Salt Lake City como sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2002. 

Ahora, con una agenda que incluye qué hacer con los atletas transgénero, el consumo de drogas institucionalizado y la inminente pregunta de si se permitirá la participación de Rusia y Bielorrusia, Coventry deberá buscar la mayor transparencia posible para desmarcarse de cualquier decisión que pueda poner en duda su autoridad.

Por lo pronto, ya ha dicho que creará un grupo de trabajo que intentará establecer políticas y marcos rectores para solucionar el conflicto ruso en el deporte. Su primera gran decisión, a la espera de medir el impacto que pudiera generar tanto geopolítica, como deportivamente.

“Como movimiento, podremos tomar decisiones cuando nos veamos envueltos en conflicto. Creo que lo mejor para nuestro movimiento es garantizar que todos los atletas estén representados”, zanjó.