Aguascalientes.– Siempre que se trata de solidaridad, la tauromaquia responde con el corazón abierto. No es casualidad: la historia del toreo está tejida con gestos de generosidad, de entrega y de compromiso con causas que trascienden lo artístico.
En tiempos donde la Fiesta Brava enfrenta ataques, prejuicios y prohibiciones, resulta esencial ver cómo las nuevas generaciones de toreros, los jóvenes y niños que aún sueñan con ser matadores, hallan refugio, apoyo y ejemplo en estos escenarios. La cantera es el futuro, y el festival taurino celebrado en la Monumental de Aguascalientes ha sido precisamente eso: un recordatorio de que la fe y la pasión siguen vivas, y que creer en uno mismo es el primer paso hacia la grandeza.
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La respuesta en los tendidos fue más que alentadora. No solo hubo público, hubo afición taurina y respeto, ingredientes imprescindibles para que un festival taurino cobre sentido. Y más aún cuando el motivo es noble: recaudar fondos en beneficio de la Academia Taurina Municipal de Aguascalientes, semillero de los futuros toreros que un día podrían defender el legado de esta tierra de toros y toreros. La atmósfera fue de fiesta, pero también de compromiso; una tarde en la que el arte y la solidaridad se dieron la mano.
Emiliano Gamero: temple y doma ante “Don Julio”
El rejoneador Emiliano Gamero abrió plaza con el toro “Don Julio”, de Arellano Hermanos, con 506 kilos de presencia y poder. El toro tardó en atender la lidia, pero Gamero, con oficio y temple, lo llevó a su terreno. Dos rejones de castigo marcaron el inicio de una labor que fue creciendo, hasta alcanzar un punto de conexión con el público. Las banderillas llegaron con ajuste y emoción, y las piruetas pusieron el toque de riesgo y arte. Aunque el rejón final no fue certero, el caballista dejó una actuación lucida y entregada, premiada con una vuelta al ruedo muy aplaudida.
Luis Fernando Sánchez: el valor de volver por una causa
El segundo, “Don Tato” de Campo Real, correspondió al matador en retiro Luis Fernando Sánchez, que mostró lo que el tiempo no borra: la elegancia y el sentido del temple. Su brindis, cargado de emoción, fue para su hijo Diego Sánchez y su sobrino Juan Miguel, ambos continuadores de la dinastía taurina. Luis Fernando dejó detalles de su clase y oficio, luciendo en muletazos de trazo firme, aunque el novillo, áspero y parado, limitó el lucimiento. Saludó con fuerza desde el tercio, en un gesto de respeto mutuo entre torero y público.
Román Collado: clase y profundidad sin premio
El tercero, “Causa Noble”, de San Isidro, ofreció calidad y nobleza. El valenciano Román Collado entendió pronto su condición y lo toreó con temple y profundidad. Por el pitón derecho, la faena alcanzó momentos de verdadera categoría, con series largas y reposadas, marcadas por la serenidad y el trazo limpio. Fue una faena de torero hecho, de gusto y ritmo, que fue creciendo hasta alcanzar altos vuelos. Sin embargo, la espada se negó a acompañar, robándole un triunfo que tenía ganado por mérito artístico.
Jesús Enrique Colombo: el gran triunfador de la tarde
El venezolano Jesús Enrique Colombo fue el gran protagonista del festival. Con “Empresario”, de Santa Inés (489 kilos), se fue de rodillas a recibirlo con una larga cambiada, encendiendo desde el principio a la plaza. Su manejo del capote fue alegre, variado, lleno de inspiración. Con las banderillas, Colombo demostró por qué es una de las figuras emergentes del toreo internacional: tres pares ejecutados con poder, colocación y verdad, que levantaron al público de sus asientos.
Brindó su faena al matador Arturo Macías, gesto de respeto y admiración. Ya con la muleta, desplegó un toreo de templado ritmo y sentimiento, por ambos lados, aunque la derecha fue el eje de su labor. Los naturales lentos, hondos y ligados fueron el sello de una faena redonda, con pureza y emoción. El público reconoció la entrega, y tras una gran estocada, cortó dos orejas con petición mayoritaria, erigiéndose como triunfador del festival taurino en Aguascalientes.
Miguel Aguilar, cerca, muy cerca
“Buena vida”, de 492 kilos, de la ganadería De la Mora, para Miguel Aguilar, que estuvo breve con el capote, y en la muleta dejó una faena poderosa, con series ligadas por el derecho, plasmando su buen concepto ante un ejemplar exigente y de pronta reacción. El esfuerzo claro quedó en manos de Aguilar, que apostó con claridad y recursos.
Marco Pérez: el esfuerzo y la ilusión de una promesa
El cierre del festejo llegó con el toro “Bigotón”, de Puerto del Cielo, de 457 kilos, para el joven español Marco Pérez. El novillero saludó con verónicas de buen trazo, dejando ver su clase y ganas de agradar. Sin embargo, el toro no colaboró: buscó las tablas y se defendió, sin permitir el lucimiento. Pérez, fiel a su espíritu, insistió con firmeza y dignidad, demostrando que el oficio se forja tanto con el triunfo como con la adversidad.
Dos regalos
“Cazador”, de La Asunción, fue el primero de regalo, correspondiendo a Román, quien a su paso dejó una faena con buenas notas que no coronó con el acero. Cosechó palmas.
Marco Pérez regaló a “Mexicano”, de 450 kilos, de Santa Fe del Campo, que con elegancia quitó por navarras, firmando así su saludo con el capote. El novillo, muy definido y con calidad, permitió que el joven español ligara series con reposo natural, acompañando el trazo con la cintura. Una faena inteligente y estructurada, que encontró naturalidad por el izquierdo y hondura en el trazo. Acertó con la espada y cortó dos orejas, cerrando con triunfo su regreso a Aguascalientes.
El valor de creer
Este festival no solo cumplió su propósito benéfico: recordó por qué la tauromaquia es cultura viva en México. Quedó en la Monumental de Aguascalientes el pulso humano de una tradición que resiste porque tiene raíz, porque se nutre de la entrega de sus protagonistas y del aliento de un público que aún cree en ella.
Fue una tarde que reivindicó el aprendizaje, la generosidad y el respeto por el oficio, valores que hoy, más que nunca, sostienen la vigencia del toreo. Cada muletazo, cada ovación, cada gesto de apoyo a la Academia Taurina Municipal de Aguascalientes fue un recordatorio de que el futuro de la Fiesta Brava no se impone: se educa, se forma y se siente.
La Monumental de Aguascalientes se marchó entre aplausos sinceros, no de euforia, sino de gratitud. Porque en tardes como esta se entiende que la tauromaquia, cuando se pone al servicio de una causa noble, trasciende la crítica y se afirma como una expresión humana de arte, valor y entrega.

Foto: Manolo Briones 































