La frustración de Novak Djokovic en NY

27, diciembre 2021

ABIERTO DE EU

MADRID, España.- Todo estaba preparado aquél 12 de septiembre en el Billie Jean King National Tennis Center, acondicionado para ejercer de plató en la fiesta prevista para Novak Djokovic y su cita con la historia.

En el palco presidencial del estadio Arthur Ashe, pista central del recinto, el mítico Rod Laver aguardaba a la resolución del último punto de la final del Abierto de Estados Unidos entre el jugador serbio y el ruso Daniil Medvedev, el alumno aventajado de la conocida como ‘next gen’, la camada amenazante que pretende poner fin al incontestable y eterno dominio del llamado ‘big three’ que conforman, además del balcánico, el suizo Roger Federer y el español Rafael Nadal.

Djokovic apuntaba al éxito en Flushing Meadows, de donde salió vencedor ya en tres ocasiones. El de Belgrado, de 34 años, había transitado por el 2021 con una superioridad insultante. Con el éxito bajo el brazo en Melburne, en el Abierto de Australia, en Londres, en Wimbledon, y en París, en Roland Garros. Nunca tuvo tan cerca el Grand Slam. La conquista de los cuatro grandes el mismo año en la mano.

Solo le faltaba Nueva York al jugador serbio para cerrar el círculo, redondear su carrera y situarse en el olimpo de la raqueta. Solo dos hombres lo han conseguido a lo largo de la historia. El estadounidense Don Budge, en 1938 y el australiano Rod Laver, en 1962 y 1969.

Laver, ahora con 83 años, el único que lo ha logrado en la llamada era open, tenía claro el protocolo. Estaba previsto que se trasladara desde el palco al centro de la pista a entregar a Djokovic el trofeo, a cederle el testigo. Estaba escrito; 52 años después, el registro del oceánico iba a ser alcanzado.

Pero Rod Laver no llegó a pisar la cancha. Novak Djokovic no ganó, la fiesta se suspendió y el récord no se logró. La ceremonia cambió el paso. Fue el estadounidense Stan Smith, campeón del Abierto de Estados Unidos en 1971, el que llegó hasta el podio para premiar a Medvedev, el hombre que frustró el festejo.

Una toalla blanca cubrió el rostro de Djokovic, hundido sobre su silla, con la cara inundada de lágrimas y pliegues de rabia. La frustración se ocultó detrás del paño. Quiso desaparecer pero el tiempo se hizo eterno.

Novak había desaprovechado una ocasión hasta ahora única. Apenas puso resistencia ante el ruso. Contra un rival al que había ganado hasta ese momento cinco veces, en las citas más relevantes. El serbio se derrumbó. Inexplicablemente decayó con estrépito, errático, nervioso, impreciso.

No supo superar el vértigo Novak Djokovic derrotado en tres sets (6-4, 6-4 y 6-4) y en dos horas y cuarto de juego. La presión superó al serbio, desorientado, descorazonado. Enfurecido con su raqueta, a la que hizo añicos en el cemento de la Arthur Ashe.