La jaula compartida

La seguridad entre México y EEUU es ahora una interdependencia ineludible que exige colaboración binacional.


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Señal: la intersección de las políticas de seguridad de México y EEUU
Tendencia: incremento de interdependencia estructural entre ambos países

En el año 2003, el exembajador de EEUU en México, Jeffrey Davidow, publicó un libro que se volvió referencia obligada de la relación bilateral: El oso y el puercoespín. La metáfora era sencilla y poderosa: México, como un puercoespín, con espinas que podían incomodar, pero incapaz de amenazar al vecino del norte; Estados Unidos, como un oso enorme, con fuerza suficiente para aplastar pero sin interés en hacerlo del todo. Entre incomodidades y diferencias de tamaño, la relación estaba marcada por la convivencia inevitable.

Durante décadas esa imagen tuvo sentido. La seguridad en México se pensaba como un tema estrictamente interior. No había amenazas externas significativas: ni potencias rivales, ni guerras fronterizas. El gran desafío era interno: el narcotráfico, la violencia criminal, el control territorial. El vecino del norte, aunque siempre presente, se mantenía fuera de esa narrativa, era un oso incómodo pero separado de la dinámica doméstica.

Hoy esa distinción ya no es posible. La seguridad mexicana se ha vuelto inseparable de la estadounidense. Migración, narcotráfico, ciberseguridad, energía y hasta comercio electrónico son dimensiones donde lo interno y lo externo se funden. Los flujos migratorios que atraviesan México se convierten en asunto de política doméstica para Washington. Las redes criminales que operan en territorio mexicano desbordan las fronteras con drogas sintéticas cuyas cadenas de suministro tocan Asia, Europa y Estados Unidos. La ciberseguridad y la vigilancia digital ya no conocen mapas: una acción virtual ejecutada en un país puede estar operando en servidores en otro.

En esa intersección, la política de seguridad mexicana ha dejado de ser exclusivamente interior. La próxima visita del secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio, anunciada para esta semana, apunta a un nuevo capítulo: ya no sólo se trata de “cooperación”, sino de definir los márgenes y ritmos de una seguridad compartida. Lo mismo ocurre en el plano económico: la suspensión de envíos postales a Estados Unidos por medidas arancelarias muestra que decisiones que parecían técnicas repercuten directamente en la vida cotidiana de millones de ciudadanos a ambos lados de la frontera.

La presión ya se siente. Apenas unos días antes de ese viaje, el senador Ted Cruz llegó a la Ciudad de México para insistir en que el país adopte una estrategia contra los cárteles semejante a la de Nayib Bukele en El Salvador: dura, masiva, de resultados inmediatos. Su mensaje fue claro: “Acepten nuestra oferta de cooperación como amigos, o Estados Unidos podría actuar unilateralmente”. En la vieja metáfora de Davidow, el oso y el puercoespín habitaban espacios separados, con tensiones pero sin invasión. Hoy el oso no sólo se aproxima: toca las púas, sugiere cómo deberían usarse e incluso advierte que, si no, intervendrá en la madriguera.

La metáfora del oso y el puercoespín ya no alcanza. Hoy ambos animales se mueven en una jaula compartida que se ha vuelto más pequeña. Cada movimiento de uno golpea al otro. Cada decisión local se traduce en efecto inmediato del otro lado. México ya no puede pensar su seguridad como un problema doméstico ni Estados Unidos puede suponer que lo que ocurre en el sur es un asunto ajeno. La interdependencia se ha vuelto destino.

La pregunta es qué hacer con esa jaula compartida. ¿Puede México redefinir su agenda dentro de esta intersección, o quedará atrapado en una dinámica donde siempre reacciona al movimiento del oso? ¿Será posible pensar en seguridad como un proyecto binacional de largo plazo y no como un conjunto de respuestas coyunturales?

El reto no es menor. La interdependencia ya está aquí. Lo que falta decidir es si la convertimos en una oportunidad para construir un horizonte compartido o la dejamos convertirse en una cárcel simbólica que limite a ambos países. Porque en esta jaula compartida, lo que falta no es espacio, sino imaginación política para habitarla.