MADRID.– La corrida de José Escolar celebrada este martes en Las Ventas fue una de esas tardes en las que el toro pone todo sobre la mesa, y el torero —para bien o para mal— se retrata. No hubo términos medios. O se estaba o no se estaba. O se podía con el toro o el toro pasaba por encima. Y eso, precisamente, es lo que justifica la categoría de esta plaza, el prestigio de su afición y la necesidad de que sigan lidiándose encastes como el de Escolar.
LEE ADEMÁS: Fracaso ganadero sin paliativos: El Parralejo se estrella en Madrid
El encierro fue, en conjunto, interesante, exigente, con varios toros que pidieron el carnet de torero desde el primer capotazo. No todos fueron bravos ni mucho menos, pero sí en su mayoría tuvieron complicaciones, sentido y esa dosis de emoción que falta en tantos festejos hoy en día. Dos toros marcaron la diferencia y obligan a alzar la voz: el cuarto y el quinto. Dos ejemplares completos, con movilidad, celo, transmisión, humillación… dos toros para hacer faena grande. Y, sin embargo, solo uno de ellos encontró torero que supiera aprovecharlo.
El cuarto fue, sin discusión, el mejor toro de la tarde. Bravo, con ritmo, humillador y entregado desde el primer embroque. Iba con la cara por abajo, metía los riñones, repetía con fijeza y no se cansaba. Un toro de lío grande en Madrid. Uno de esos con los que hay que estar muy dispuesto, muy asentado y, sobre todo, muy claro. Esaú Fernández lo saludó de rodillas en chiqueros, brindó desde los medios y se fue a por él. Pero cuando llegó la hora de la verdad, la faena quedó incompleta, diluida, como si no creyera del todo en la materia prima que tenía delante.
Sí, hubo una tanda al natural con compás y ajuste, sí, hubo algún pasaje con ligazón… pero no fue suficiente. Porque no lo exprimió. Porque lo mató antes de tiempo, cuando el toro seguía embistiendo con claridad. Porque un toro así, en Las Ventas, exige que se le eche la tarde encima. No se puede matar un toro de esa clase con media faena. No basta con pasarlo dos veces por cada pitón. Es un pecado de lesa torería. Y en Madrid, esos pecados no se perdonan.
Muy distinta fue la historia con el quinto. Otro toro grande, hondo, serio, con 656 kilos, que salió con movilidad y terminó embistiendo con raza y claridad. Un toro que exigía mando, valor y colocación. Y ahí sí respondió un torero. Gómez del Pilar, que ya había estado muy firme con su imposible primero —un mulo con sentido que no pasaba ni una vez por el derecho—, se plantó en el ruedo dispuesto a vaciarse.
Desde el primer muletazo hubo tensión y pulso. Supo llevarlo, sujetarlo, ligarlo cuando pudo y resolver cuando no. La faena tuvo altibajos, cierto, pero también tuvo verdad, emoción y exposición. Supo entender al toro, darle sus tiempos y construir sobre lo que tenía delante. Cuando aquello se iba apagando, echó mano del valor, se metió entre los pitones y consiguió emocionar. No hubo trampa ni cartón. Remató con una estocada que fue el colofón a una faena seria, sobria y valiente. Una oreja a fuego, sin regalos ni concesiones. Así se ganan los trofeos en Madrid.
Del resto del festejo, poco que rescatar. El primero fue incierto, reservón y muy complicado por el pitón derecho, por donde buscaba y se quedaba peligrosamente. Esaú lo intentó por el izquierdo, donde hubo algún momento de acople, pero sin mayor profundidad ni transmisión. Volvió al pitón malo —innecesariamente— y aquello fue un puro trámite hasta la espada.
El segundo fue aún peor: un toro parado, mirón, que no quería pelea y que sacaba sentido en cada embroque. Gómez del Pilar estuvo muy por encima de él, intentando sin recompensa alguna. El sexto, para cerrar plaza, tampoco dio opciones. Miguel de Pablo anduvo siempre a remolque, sin estructura, sin claridad de ideas y, lo peor, sin convicción. Fue volteado de manera fea en un final de faena tan desdibujado como todo su paso por la tarde.
La corrida de José Escolar dejó claro, una vez más, que el toro sigue siendo el eje del espectáculo. Cuando embiste, todo se puede. Pero también evidenció que no todos los toreros están preparados para asumir esa responsabilidad. Gómez del Pilar aprobó con nota. Esaú Fernández perdió una oportunidad que en Madrid no se repite fácil. Y Miguel de Pablo pasó sin pena ni gloria.
Hoy el toro puso la verdad. Y eso, ya de por sí, es mucho decir. Que los toreros estén a la altura es ya otro cantar.
Ficha – San Isidro 2025 | 22º festejo
Las Ventas | 17,219 espectadores
Toros de José Escolar, desiguales de presentación. Más hechos y serios los tres últimos. Mansa en conjunto, pero con interés. Destacaron la nobleza del cuarto y la casta del quinto, ambos ovacionados.
Esaú Fernández: silencio y división de opiniones. Gómez del Pilar: palmas tras aviso y oreja tras aviso. Miguel de Pablo: silencio y silencio tras aviso.

Fotos: Manolo Briones 

















