La marcha que el poder quiso ensuciar

La movilización del 15 de noviembre demostró músculo ciudadano. Provocadores y vallas oficiales intentaron desacreditarla



La movilización del sábado 15 de noviembre dejó algo más que fotos aéreas y conteos dispares: dejó en claro que el músculo ciudadano existe y que, cuando se organiza, no necesita permisos ni acarreados. Desde el Ángel hasta el Zócalo, miles caminaron en paz -jóvenes, familias completas, adultos mayores-, demostrando que la expresión pública sigue siendo un derecho, aunque al gobierno le incomode. Ese primer momento de la marcha fue luminoso, ordenado, cívico. Un contraste incómodo para quienes desde el poder viven obsesionados con narrativas de complots y golpismos imaginarios.

Pero hubo un segundo momento, uno que huele más a manual viejo que a espontaneidad social. La irrupción del llamado “bloque negro”, ese que ya es más conocido por su puntualidad política que por su supuesta rebeldía, apareció como siempre: no en las marchas del oficialismo, sólo en las que critican al gobierno. Armados con mazos, tubos y herramientas, algunos de estos grupos se lanzaron contra las vallas metálicas colocadas por el gobierno en un intento tan torpe como evidente por encapsular a los manifestantes.

Provocadores funcionales al discurso oficial

El embudo que se creó para llegar al Zócalo fue estratégico: dificultó la llegada de los ciudadanos y facilitó la entrada teatral de los provocadores. El saldo: imágenes de violencia que, convenientemente, permitieron al gobierno desacreditar la marcha completa. “Todos son violentos”, insinuaron. Qué casualidad. Qué útil.

Llama la atención -y hay que decirlo con todas sus letras- que este bloque nunca se ve en los eventos de Morena. No aparece cuando hay informes, festejos patrios o mítines del oficialismo. Sólo emerge cuando conviene que la narrativa se ensucie. Parece más un recurso que una coincidencia. Una pieza más de ese ajedrez donde la oposición siempre debe verse radicalizada, desordenada, peligrosa.

Así, el trabajo de miles de ciudadanos queda empañado por unos cuantos encapuchados cuyo origen, propósito y logística nadie investiga con seriedad. Tal vez porque a nadie en el poder le conviene hacerlo.

La semana negra de Sheinbaum

Si algo dejó la marcha fue una evidencia incómoda para la Presidenta: la ciudad salió a las calles más allá de sus cifras optimistas y sus discursos descalificadores. Y la reacción no fue la de una gobernante segura, sino la de una autoridad a la defensiva, empeñada en minimizar la movilización y en denunciar supuestas campañas internacionales para desprestigiarla.

La desesperación quedó sellada en el acto del 20 de noviembre. En una fecha histórica, donde la tradición dictaría dar espacio al Ejército, la mandataria decidió tomar la palabra con un discurso que no celebró la Revolución… sino que la usó como pretexto para señalar enemigos, repetir acusaciones y exhibir una evidente molestia. Esa imagen -una gobernante peleada con la multitud que no controla- dice más que cualquier comunicado.

Y desde Washington, un recordatorio incómodo

Cuando el humo de las vallas caídas aún no se disipaba, Donald Trump volvió a escena. En uno de esos arranques que combinan cálculo político con ruido mediático, declaró que no está contento con México y reiteró su intención de actuar directamente contra los cárteles. Un mensaje que, más allá de su viabilidad, se convierte en presión internacional en un mal momento para el gobierno mexicano, que intenta sostener una narrativa de estabilidad y control.

Trump, con su estilo osco y electoral, recordó que la política exterior también puede convertirse en un frente interno. Y que la percepción de debilidad -real o inducida- tiene consecuencias que trascienden fronteras.

El intento de manchar una marcha no borra su fuerza

La marcha del 15 de noviembre tuvo dos momentos, sí. Pero sólo uno fue auténtico. El otro fue útil. El gobierno ganó imágenes para su discurso, pero perdió algo más profundo: la confianza de ciudadanos que vieron, en vivo y en directo, la forma en que se pretende administrar su descontento.

Y eso no se derriba con mazos… ni se contiene con vallas.

@GOrtegaRuiz