SALVADOR DEL RÍO
En pleno proceso electoral en México, en donde millones de personas elegiremos la que será la primera presidenta de la República, se ha dejado de lado un asunto importante: Estados Unidos elegirá, a finales del año, a quien manejará sus destinos desde la Casa Blanca y la posibilidad de que Donald Trump regrese al poder implica riesgos no sólo en la relación bilateral, sino en la personal.
Para nadie es un secreto que Trump es un personaje difícil de entender. Sus inesperados arranques denotan preocupación no sólo entre los estadounidenses, sino en el mundo entero. Durante su presidencia, mantuvo al mundo en serios predicamentos, entre ellos, sus amenazas de cerrar la frontera con México provocaron que la diplomacia mexicana tuviera que hacer malabares para evitar un conflicto mayúsculo con el vecino del norte.
López Obrador ha insistido en la buena relación que logró tejer con quien ha calificado como su amigo Trump. Sin embargo, el exmandatario estadounidense se ha ufanado en decir que en 2019 “dobló” al gobierno de México, por lo que, a cambio de no gravar con impuestos a las importaciones mexicanas, el gobierno aceptó desplegar en sus fronteras a más de 25 mil elementos de la Guardia Nacional y dar inicio a los protocolos de protección de migrantes llamados “Quédate en México”.
Habrá quien señale que las expresiones de Trump quedaron sólo en dichos, pero no es así, sus mensajes llevan consigo una sobrecarga de menosprecio a las mujeres.
Difícilmente se puede olvidar lo dicho por Trump cuando llamó cerdita a la ex Miss Universo Alicia Machado; asquerosa a una abogada que durante un juicio, dijo que necesitaba un receso para dar el pecho a su bebé y mentecata a la senadora Elizabeth Warren. Esos comentarios no son aislados y reflejan una peculiar personalidad, la de un hombre acostumbrado al poder y hacer de las suyas, y ve a las mujeres como objeto.
Es por ello que si quien resulte ganadora en los comicios de junio próximo deberá hacer gala de herramientas especiales para gobernar a un país en el que aún no se logra superar el machismo, al tiempo que deberá relacionarse con quien gane las votaciones en Estados Unidos. Si Joe Biden se reelige para un segundo periodo, las cosas podrían no ser tan delicadas, pero si Trump se alza con el triunfo, la piedra en el zapato será enorme.
A nuestra próxima gobernante le tocará hacer frente a muchos retos. Uno de ellos, quizá el más inmediato, será la inseguridad. Ligado a ese fenómeno se encuentran los incontrolables flujos migratorios, que exigirán una mayor y estrecha colaboración con Washington.
Recientemente, tanto Biden como Trump han hablado de cerrar su frontera con México para atender este problema. De las dos principales contendientes presidenciales no ha habido mayores comentarios al respecto, quizá por prudencia para evitar fricciones.
En consecuencia, cualquiera de las dos mujeres que obtenga la victoria deberá relacionarse con su vecino del norte y cuidar, a final de cuentas, la relación bilateral más importante que México tiene en el mundo. Y hacerlo con un presidente misógino y autoritario, no será nada sencillo