La tarde de este sábado en la Monumental Aguascalientes reunió motivos de peso para que la afición respondiera con fuerza, y así ocurrió: la plaza, muy cerca del lleno, se convirtió en una demostración más de que esta ciudad continúa siendo un referente sólido de apoyo a la tauromaquia. El festejo que cerró la Temporada de Otoño 2025 traía el anuncio de tres hechos relevantes: el regreso del peruano Andrés Roca Rey a este escenario, la presencia de Luis David Adame tras su destacado paso por el último Serial de la Feria Nacional de San Marcos, y el momento más esperado de la tarde: la alternativa de Bruno Aloi.
Si la expectación era grande, la realidad se impuso pronto: los toros de Villa Carmela, impecables de lámina, no ofrecieron juego. No hubo bravura sostenida, no hubo transmisión, no hubo ese punto de entrega que permite construir faenas amplias. Ante esa ausencia, los toreros tuvieron que recurrir a la voluntad, a la paciencia y a la técnica para salvar cada escena. Fue una tarde en la que nada vino regalado y en la que los matadores sostuvieron el ritmo del festejo por pura convicción profesional.

El primer toro, “Aniversario”, de 498 kilos, abrió plaza y abrió también la nueva etapa en la carrera de Bruno Aloi, quien desde que tomó el capote mostró brevedad y sobriedad. Llegó el momento solemne de la alternativa, otorgada por Andrés Roca Rey y con Luis David como testigo. Tras el acto, Bruno brindó a Justo Jiménez, una figura clave en su trayectoria. A partir de ahí, se enfrentó a un toro parado, reservón, de recorrido corto y sin chispa alguna. En uno de los primeros compases fue prendido sin lesiones, pero el percance no frenó sus intenciones. Aloi se mantuvo con firmeza, buscando la cara del toro y arrancando, por pura insistencia, muletazos de poder y trazo largo. Los doblones finales, muy toreros, obligaron al astado a pasar por donde no quería. Tras pinchazo y estocada, saludó con fuerza en el tercio. No fue una faena de brillo, sino de carácter: un inicio honesto para un torero que comienza su camino mayor sin concesiones.
El segundo turno trajo a escena a “Mexicano”, de 515 kilos, para Roca Rey. El peruano saludó con verónicas que de inmediato encendieron la atención del tendido. La faena comenzó con muletazos por alto y desde los primeros pases por el derecho se vio temple y profundidad. Por ese pitón logró las mejores secuencias de la tarde, mostrando el poderío que lo caracteriza. Sin embargo, por el izquierdo el toro se vació pronto, quedándose sin recorrido y amagando con rajarse. Consciente de que no había material para más, Roca Rey llevó la faena a tablas, donde cerró su labor con un trazo firme y entregado. Una estocada defectuosa redujo las opciones de premio, pero la plaza captó el peso de su intento ante un toro que no quiso sumarse a la obra.

El tercero, “Revolucionario”, de 488 kilos, correspondió a Luis David Adame, quien saludó de rodillas y más tarde toreó con variedad. A petición del público cubrió el segundo tercio, colocando tres pares de banderillas con solvencia. Brindó su faena a su afición hidrocálida, consciente de la responsabilidad que siempre implica su presentación en esta plaza. La faena tuvo que construirse sin colaboración del toro: el astado se definió pronto sin entrega, escupiéndose y negándose a repetir. Aun así, Luis David consiguió robarle muletazos estimables, sobre todo naturales a media altura que mostraron su capacidad para extraer lo poco que el toro concedió. Pinchó y recibió palmas en reconocimiento a su esfuerzo.

El cuarto, “Diez Años”, de 505 kilos, fue el segundo del lote de Roca Rey. El toro acusó falta de fuerza desde el inicio y embistió de manera rebrincada, sin son y sin continuidad. El peruano, paciente, logró encontrar apenas un pequeño manantial por el pitón derecho, donde dejó muletazos profundos, pero la condición del animal se agotó pronto. La faena tuvo que recortarse y la estocada defectuosa cerró su actuación, despedida entre palmas de respeto.
El festejo concluyó con “Amigo Juan”, de 500 kilos, para un Bruno Aloi que quiso rubricar su día más significativo con una entrega total. Brindó su faena a su padre, el rejoneador retirado Giovani Aloi, figura determinante en su carrera. Inició de rodillas, exponiéndose ante las arrancadas cortas del toro, y luego, ya más sereno, dio distancia para intentar construir la faena de uno en uno. El toro, sin transmisión ni raza, simplemente no ofreció materia para edificar algo rotundo. Sin embargo, el joven matador mostró determinación, extrayendo muletazos aislados que reflejaron su carácter y su deseo de no dejar nada guardado en una tarde que marcaba su vida taurina.

La corrida no encontró brillo en el ganado, pero sí mostró toreros dispuestos a sostener el festejo por convicción. Y en medio de esa dureza silenciosa, quedó marcado un hecho que no depende de ningún toro: Bruno Aloi ya es matador de toros. Una página nueva se abrió hoy en Aguascalientes, escrita sin facilidades, pero con autenticidad.

Foto: Manolo Briones 


