La pasión de Jesús y su crucifixión

7, abril 2023

AIDA RAMÍREZ

Foto: Luis A Barrera / La Prensa

Con todo su esplendor tras dos años de que la representación se llevó a cabo a puerta cerrada, y en 2022 de manera híbrida, miles de personas se dieron cita para presenciar el día crucial del Viacrucis de Jesús, su enjuiciamiento, la pasión y su crucifixión.

Desde temprana hora, los más de dos mil integrantes del elenco recorrieron este viernes los ocho barrios de Iztapalapa con sus vestuarios coloridos, muchos hechos con sus propias manos; mientras que los asistentes se daban cita en la macroplaza Cuitláhuac para observar partes de la escenografía que se han utilizado por décadas y que ahora se formarían parte de la 180 representación del Viacrucis de Iztapalapa, reconocida hasta por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

Las calles se vieron inundadas de Marías, Magdalena, dolientes, penitentes, nazarenos, niños y niñas cargando su propia cruz, una de su tamaño; muchos quienes por primera vez participan en los pasajes bíblicos de lo que vivió Jesucristo antes de ser crucificado, pero también, para dar gracias porque la epidemia por cólera que se suscitó en 1843 cesó tras sacar al señor de la Cuevita de su iglesia y hacer un recorrido por los ocho barrios del pueblo.

David Uriel González, tras 16 años de ser nazareno, por fin obtuvo el papel para representar al Señor en la edición de este año, y para ello, como todos quienes han tenido el honor de representar a Jesús, ha requerido de preparación física y también espiritual, para alcanzar la culminación de su actuación al llegar al cerro de la Estrella, proveniente de la macroplaza en donde ha sido enjuiciado, recorrer las estaciones con la cruz de casi 95 kilos a cuestas y ser crucificado.

Ello, luego de la última cena que se escenificó la noche del jueves Santo. La hora de la cita era el mediodía de este viernes, a pleno rayo del sol, para iniciar los tres juicios que se le harían a Jesús, por sus milagros y decirse rey.

Hasta la macroplaza Cuitláhuac llegaron actores, unos descalzos –por pagar alguna manda-, con chanclas o huaraches ligeros. En uno de los dos escenarios en la macroplaza, se llevó a cabo el concilio del sanedrín -consejo supremo de judíos o israelíes-, donde discutían lo que harían con Jesús.

Los asistentes, admirados, ven llegar a Judas, quien llorando, trata de devolverles a los integrantes del sanedrín las 30 monedas por las que vendió a su maestro, y les pide lo dejen libre.

Al tiempo, Claudia -esposa de Poncio Pilato-, le cuenta su visión de cómo se condenará a Jesús, de la crueldad con que se le crucificará en el Gólgota. Oficiales romanos junto con otras autoridades acuden hasta la cárcel por Cristo, acompañado siempre por el ángel Gabriel, y al salir de ahí, se escuchan los clarines y fanfarrias.

Jesús es presentado ante Poncio Pilato, y es acusado por Anán y Caifás de “muchos delitos”, como ser hijo de Dios y hacer milagros, por lo que le exigen a Pilato emitir la sentencia, no obstante que lo tacha de manso, humilde, con apenas 12 seguidores, vestido apenas de lana, por lo que “el hombre no puede ser criminal”.

Tras el interrogatorio y de no encontrar delito alguno, Poncio Pilato lo envía con Herodes, quien le exige a Jesús hacer un milagro, para exculparlo y dejarlo libre.
Los integrantes el sanedrín piden se le sentencie. Lo señalan como primo de Juan a quien Herodes mandó degollar, el que predica en contra de sus leyes, pero también el que convirtió agua en vino.

Al no encontrar la respuesta con Herodes, regresan los integrantes del sanedrín con Poncio Pilato, quien insiste que no se le encuentra delito para sentenciarlo.
Le pide parecer al pueblo, quien pide sea crucificado, “lavándose así las manos”, pero antes, ordena aten a Jesús a un madero y le castiguen con 40 azotes, primero con ramas y después con cueros. Las lágrimas de los asistentes se dejan ver en sus rostros. Los soldados se burlan de Cristo y “al rey de los judíos”, le ponen la corona de espinas. Judas Iscariote aparece para aventar las monedas “que le queman las manos”, con las que le pagaron el haber traicionado a Cristo en el huerto de Getsemaní.

Pilato no puede creer lo que ven sus ojos, un hombre todo desfigurado, sangrando; los sacerdotes del sanedrín exigen castigo, la muerte por rebelión. Ordena traer a Barrabás, uno de los más peligrosos delincuentes y promotor del movimiento en contra del imperio romano, pero los fariseos exigen libertarlo, quedando en libertad y le agradece a Jesús.

Inicia el viacrucis, de unos tres kilómetros con la subida de la pendiente hacia el cerro de la Estrella, con un sol todavía descomunal que provoca un calor de casi 30 grados.

Alrededor de las 14:30 horas, Poncio Pilato terminó por condenar a Jesús; mandó decir que se le crucificara en el Gólgota, en medio de dos ladrones, Dimas a su diestra, y Gestas a su siniestra; con una corona de espinas, con cadena y sin vestiduras.

Se ordenó colocar en lo más alto de la cruz, el nombre con las tres lenguas que más se conocían, la hebrea, griega y latina: “Este es Jesús de Nazaret rey de los judíos”.

Pasadas las 14:37 horas, Jesús carga su cruz de 95 kilos, para recorrer casi tres kilómetros y llevar a cabo las tres caídas, en donde en una de ellas Samuel le ayudó, en otra su madre le alcanzó y en la tercera estuvo Simón, siempre escoltado por el arcángel Gabriel.

Al tiempo, unos cientos de los más de dos mil integrantes del elenco subieron hacia el cerro de la Estrella, mientras que Cristo sufrió una nueva caída (por cansancio, pidiendo agua ante el sol abrasador).

Más de una hora tardó en recorrer Jesús -personificado por Uriel González-, desde la macroplaza Cuitláhuac hasta el Cerro de la Estrella, el Gólgota de Iztapalapa, cargando su cruz, escenificando ocho de las 14 estaciones.

Poco antes de las 16:00 horas, Judas Iscariote decidió colgarse porque no pudo salvar la vida de su maestro.

Dimas y Gestas llegaron a lo más alto del cerro, fueron subidos a su respectiva cruz, atrás llegó Jesús a quien lo despojaron de sus ropas, lo clavaron y su cruz fue colocada entre los dos ladrones.

Las risas y burlas de los fariseos no se hicieron esperar, en tanto que los soldados jugaban apostando por la túnica y las sandalias del nazareno; pero Dimas lo reconoció como el salvador, por lo que Jesús le aseguró que estaría con él en el paraíso.

“Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu”, dijo Jesús, y entre el llanto de las mujeres, a las 16:15 horas muere; minutos más tarde, es bajado para darle sepultura en la macroplaza Cuitláhuac.

El silencio reinó en este pasaje, pero se rompe con el lamento de María, madre de Jesús. Este sábado se espera “la gloria”, y la Semana Mayor, la 180 representación en Iztapalapa concluye este domingo con la resurrección de Cristo.