Ernesto Zedillo, expresidente de México, lanzó un reto directo a Claudia Sheinbaum: poner bajo lupa a las megaobras del sexenio pasado con una auditoría internacional, independiente y de prestigio. Con eso buscó poner en el foco cuánto costaron realmente, qué se perdió en el camino y qué tan útil fue gastar tanto.
Sheinbaum dijo que no es necesario, que para eso ya existe la Auditoría Superior de la Federación (ASF), y que Zedillo simplemente está en contra de esas obras. Su tono fue de defensa, no de apertura. Como si pedir cuentas fuera un ataque.
COSTOS QUE NO CUADRAN
Durante años se nos dijo que esas obras eran necesarias para el desarrollo nacional. Pero las cifras revelan una historia de terror. Según México Evalúa, el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y el Aeropuerto de Santa Lucía (AIFA) tenían un costo planeado de 504 mil millones de pesos. Hoy superan el billón 178 mil millones. Es decir, casi el triple.
El sobrecosto es de 673 mil millones de pesos. Eso equivale a más que el presupuesto anual de los programas sociales. O a nueve veces la inversión para el campo mexicano. Todo eso, gastado en obras cuyo impacto en el desarrollo nacional seguimos esperando.
AUDITORÍA DOMESTICADA
La Presidenta dice que no necesita una auditoría externa porque ya está la ASF, con independencia técnica. Pero no ha sido un contrapeso real. Su titular, David Colmenares, fue elegido en 2018 por un acuerdo entre el PRI y Morena. Su llegada fue pactada, no técnica.
¿Y sus resultados? Cero denuncias penales por las megaobras. La ASF revisó 54 auditorías al Tren Maya entre 2019 y 2023 y detectó pagos indebidos, obras inconclusas y contratos irregulares. Pero todo se quedó en papel. Oficios. Observaciones. Nada más.
Una auditoría que no incomoda no es auditoría. Es simulación.
DEUDAS Y SILENCIO
Para terminar las obras antes de salir, el gobierno de López Obrador pidió una deuda histórica: 1.9 billones de pesos en su último año. El pretexto fue “no dejar pendientes”. El resultado fue dejarle a Sheinbaum la deuda más alta en décadas.
El Tren Maya se disparó 176% sobre su costo original. Dos Bocas, 89%. El AIFA, 44%. Se construyeron con prisa, sin estudios definitivos, sin licitaciones completas y con cambios de trazo constantes. Y lo peor: siguen consumiendo dinero público sin dar los resultados prometidos.
Y cuando alguien pregunta cuánto costaron realmente o qué se sacrificó por hacerlas, la respuesta es molestia. Como si revisar fuera atacar.
La ASF es autónoma en el papel, pero en los hechos responde a los acuerdos de quienes la nombraron. Desde 2019, la ASF no ha tocado las megaobras. No hay denuncias, no hay castigos, no hay responsables.
Zedillo pidió algo simple: que las obras más caras de los últimos años se auditen con seriedad. No por un aliado, sino por alguien imparcial. Sheinbaum dijo que no. Que el pueblo respalda a la transformación. Que la ASF basta.
Pero una obra que no se deja revisar no es un legado. Es una apuesta ciega. Y un gobierno que le teme al escrutinio no construye confianza. Y una transformación que no se deja auditar no se llama transformación. Se llama corrupción.
EL DATO INCÓMODO
Adrián Rubalcava, expriista reciclado, tendrá bajo su control 23 mil millones de pesos del presupuesto del Metro. La presidenta Sheinbaum pidió “darle una oportunidad“, como si administrar la red más crítica de transporte fuera un experimento de confianza. Bien lo decía el viejo PRI: “No me den, pónganme donde hay.“



