MADRID.- Hay tardes en las que no hace falta cortar una oreja para dar una lección. Tardes en las que el triunfo se mide en el respeto ganado, en el silencio absorto de una plaza que reconoce cuando el toreo se hace desde la raíz. Eso pasó en Las Ventas con Jiménez Fortes, en una corrida donde el fondo ganadero no acompañó, pero su concepto sí lo hizo: con hondura, temple y una forma de estar que recordó que lo fundamental en el toreo sigue siendo el toreo mismo.
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La corrida de Araúz de Robles no dejó un gran saldo artístico. En su mayoría, los toros llegaron al último tercio faltos de entrega, sin ritmo o con complicaciones que impidieron a los toreros hilvanar faenas completas.
Y en medio de esa aridez surgió Jiménez Fortes, que dejó dos faenas que deberían archivarse entre lo esencial de esta Feria. Primero, con Gimotero, un toro con fijeza, pero sin recorrido, al que entendió desde el capote. La faena fue un ejercicio de lectura, de sitio y profundidad. Toreo vertical, de muñeca, sin adorno innecesario. La izquierda fue la vía del toreo más puro, el que no necesita explicaciones. No mató a la primera, pero saludó en el tercio con una fuerza que lo decía todo.
Después llegó Chivita, y con él, la emoción. Desde el recibo capotero hubo compás. El toro tuvo más entrega, y Fortes le sacó una serie por el derecho que conectó de inmediato con Madrid. Cuando el animal perdió gas, no se impuso el recurso, sino la técnica. Y de nuevo por el izquierdo, la pureza: muletazos plenos de medida, distancia, aguante y cadencia. Un cambiado por la espalda sin alardes y unos remates por abajo que supieron a cierre redondo. Volvió a fallar con el acero, pero esta vez Madrid no dudó: vuelta al ruedo con sabor a faena importante.
Jiménez Fortes no toreó para el efecto, toreó para el fondo. Su actuación fue una lección de lo esencial: sitio, temple, conocimiento y verdad. En un tiempo donde el gesto a veces vale más que el muletazo, él recordó que el toreo empieza con los pies quietos, con la muleta planchada, con la pausa justa y el corazón sereno.
No hizo falta la oreja. Madrid ya había entendido.
Pero sería injusto reducir la tarde solo a Fortes, sin mencionar lo que sucedió en el resto del cartel y con el resto de la corrida. Porque si bien el mal juego general de los toros de Araúz de Robles —y el sobrero de Castillejo de Huebra— marcó un límite a las aspiraciones artísticas, tanto Morenito de Aranda como Adrián de Torres ofrecieron sus propios pasajes de intención y entrega, aunque con desigual fortuna.
Morenito de Aranda, veterano en estas lides, abrió plaza ante un toro huidizo y sin celo, Chistero, que pronto se rajó y apenas dejó lugar para hilvanar faena. Con firmeza lo intentó el burgalés, sacando muletazos sueltos con dignidad, pero la faena no pudo tomar cuerpo. Con el cuarto, Campiña, encontró a un toro con genio y ritmo por el derecho, y allí se vio su mejor versión: lo citó desde lejos, se colocó, se cruzó, y tras ser prendido, volvió sin dudar. Toreó con valor y decisión, apostó incluso por el difícil pitón izquierdo y dejó un par de muletazos que dijeron mucho. Mal con la espada, pero se ganó el saludo en el tercio por su actitud.
Adrián de Torres tuvo la tarde más ingrata. Pitillo, su primero, fue un toro sin clase, de embestida deslucida y sin ritmo. Lo intentó en los primeros compases, sacándolo de tablas, pero pronto quedó claro que no habría faena. El fallo con la espada acabó por sentenciar la actuación. Y con el sobrero de Castillejo de Huebra, poco más pudo hacer: toro descoordinado, sin entrega ni humillación, al que Torres trató de componerle faena desde los ayudados hasta el natural, pero sin encontrar fondo. Quiso, pero no pudo. Otro fallo con el acero redondeó una tarde sin eco.
La corrida, en general, no acompañó. Solo Gimotero y Chivita, ambos del lote de Fortes, permitieron ver algo más. El resto, o bien por su invalidez, su falta de raza o por carencias en clase y movilidad, puso cuesta arriba la tarde. Pero en ese terreno complejo, emergió Jiménez Fortes para recordarnos que el toreo no siempre se mide en orejas, sino en profundidad. Toreó como se torea cuando se torea de verdad: sin adornos, sin prisas, sin concesiones. Y por eso Madrid, con la sensibilidad que la caracteriza, supo entender y reconocer lo que vale más que el trofeo: el toreo fundamental.
Ficha del festejo – Las Ventas (Madrid), 19 de mayo de 2025
Undécimo festejo de la Feria de San Isidro. Más de tres cuartos de entrada. Tarde agradable.
Se lidiaron toros de Araúz de Robles, bien presentados pero de juego desigual. Destacaron por su mayor fijeza el segundo y el quinto. El sexto fue devuelto por lesión y sustituido por un sobrero de Castillejo de Huebra, deslucido.
- Morenito de Aranda, silencio tras aviso y ovación tras aviso.
- Fortes, ovación y vuelta al ruedo tras aviso.
- Adrián de Torres, silencio tras aviso en ambos.
Saludaron en el tercio Morenito y Fortes en sus respectivos segundos turnos. Fortes fue el gran nombre de la tarde por su toreo puro y profundo.

Fotos: Manolo Briones 



















