GUSTAVO MARES
La tecnología avanza rápido. Hasta hace no mucho tiempo había que esperar al día siguiente para leer las noticias de ayer.
Hogaño, cualquier teléfono móvil nos acerca al lugar más recóndito del planeta. Sin embargo, hay cosas que no cambian, por ejemplo un embarazo. Si todo transcurre con normalidad dura nueve meses.
Hoy día, cuando ‘el mundo es un pañuelo’, la información, pero también la desinformación, corren a borbotones a través de las redes sociales.
En esta vorágine, el toreo, el espectáculo más joven de los espectáculos antiguos, ha sido una de las víctimas favoritas de las personas que se dejan llevar por la corriente sin analizar y también de políticos oportunistas.
Hoy, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) fijará su postura en torno al amparo que mantiene cerrada la Plaza México. Es de esperar que los magistrados actúen como eso, como magistrados. Los gustos y aficiones no quedan en la impartición de justicia.
La decisión de la SCJN no es sólo cuestión de legalidad es un símbolo de cómo valoramos nuestra herencia cultural. Reconozco que los opositores a las corridas de toros argumentan desde la perspectiva del bienestar animal.
Si nos ponemos en modo ‘salvemos a todos los animales’, entonces hablemos también de las granjas industriales, donde el maltrato y las condiciones de vida son, a menudo, deplorables. Y aquí surge la ironía, porque al final del día, tanto los toros de lidia como los animales de granja terminan en el mismo lugar: en nuestros platos. ¿No es hipocresía enfocarnos solo en los toros mientras ignoramos la realidad de las granjas?
La diferencia está en el espectáculo público de la tauromaquia, pero no nos engañemos: detrás de las paredes de un matadero industrial, la realidad no es menos cruda.
Además, hay un aspecto que muchos olvidan: la tauromaquia como arte y manifestación cultural.
La tauromaquia es más que un enfrentamiento entre hombre y animal; es expresión artística que refleja valentía, destreza y tradición, es un ritual que se ha perfeccionado a lo largo de siglos, imbuido de simbolismo y significado cultural. Al igual que cualquier forma de arte, puede ser incomprendida, pero merece el mismo respeto y protección que cualquier otra expresión cultural.
Entender la tauromaquia como arte no significa que uno esté ciego a sus aspectos más controvertidos, pero ¿es justo negar toda una faceta de la cultura y la historia simplemente porque no se ajusta a las sensibilidades modernas? Es como si quisiéramos borrar partes de nuestra historia porque ahora nos resultan incómodas.
El problema real surge cuando la gente se niega a ver más allá de la superficie. Si hay un debate serio sobre la tauromaquia, debe de tener todos los elementos sobre la mesa: historia, significado cultural y estética.
Más allá de ser una danza entre el torero y el toro, la tauromaquia tiene un impacto económico significativo.
Vivimos en una sociedad plural en la que distintas formas de expresión deben coexistir. Prohibir las corridas de toros no es más que imponer una visión única sobre todos, ignorando nuestra rica diversidad cultural.
La propuesta de la ministra Yasmín Esquivel no es sólo sobre reanudar una práctica; es sobre reconocer y preservar un elemento vital de nuestra identidad cultural. La tauromaquia, con toda su complejidad, forma parte del tejido de nuestra sociedad. Es hora de que la CDMX abrace su tradición taurina con un entendimiento más profundo y respetuoso de su significado cultural.