TikTok está inundado de clips en los que comerciantes chinos exhiben productos de marcas globales fabricados en su país. No se trata solo de una demostración industrial: es un relato cuidadosamente articulado que busca implantar que la guerra de aranceles impulsada por Trump no debilitó a China. Al contrario: la fortalece.
Uno de los videos más virales esta semana muestra a un comerciante chino desempacando productos de Nike, Apple y North Face. La cámara enfoca etiquetas, costuras, empaques. Todo auténtico. Todo hecho en China. El tono es juguetón, casi sarcástico. El mensaje, implícito pero claro: “La guerra comercial no funcionó”.
Estos videos no son anecdóticos. TikTok se ha transformado en un escenario en el que creadores chinos muestran maquinaria, almacenes, contenedores listos para exportación. No hay voz oficial, pero sí una relato persistente: China resistió el embate de EEUU y sigue siendo el centro de la producción global.
Y con esta narrativa, ha ocurrido algo más: nunca habíamos visto tantos creadores chinos -o incluso asiáticos- con visibilidad global en TikTok como ahora. Hasta hace poco, su presencia era marginal. Hoy aparecen con frecuencia inusitada. ¿Alguien ha visto a un creador chino hablar sobre su sistema político? Parece que no. Sin embargo, cuando se trata de demostrar eficiencia y orgullo industrial, los algoritmos les abren paso.
Lo notable es que no se trata de funcionarios ni portavoces del Partido Comunista. Son comerciantes, fabricantes, operadores logísticos. Con videos breves muestran que la producción fluye, los contratos siguen vigentes, el mundo aún depende de China. Y eso basta.
Se trata de la propaganda más efectiva del siglo XXI: no la que adoctrina, sino la que exhibe. Una que no busca convencer, sino normalizar.
La guerra arancelaria buscaba modificar prácticas industriales en China y reactivar la manufactura estadounidense. Ninguno de los dos objetivos parece estarse cumpliendo. China diversificó mercados, aceleró su autosuficiencia tecnológica y consolidó su rol en las cadenas globales. Las empresas estadounidenses, en muchos casos, simplemente se relocalizaron sin poder divorciarse del todo de China.
TikTok, de manera velada, documenta esa paradoja. Las cadenas de suministro siguen entrelazadas. Y quienes las operan ahora también cuentan la historia. Todo esto ocurre mientras el Congreso de EEUU mantiene vigente una ley que prohíbe TikTok por considerarla un riesgo de seguridad nacional.
Se la acusa de espionaje, recolección de datos y propaganda encubierta. En su primer mandato, Trump buscaba aniquilarla. Después Joe Biden generó un consenso para materializarlo. Sin embargo, Trump, luego de haber usado la plataforma como un canal efectivo de propaganda para regresar a la Casa Blanca, le diseñó un impasse jurídico que le ha permitido funcionar con miras a que algún conglomerado estadounidense compre la red social y con ello quede desterrado el fantasma del gobierno chino como verdadero dueño y operador.
Lo que parece ser el principal canal para desmontar la cada vez menos creíble narrativa de supremacía yanqui, es también una plataforma que, en los hechos, está prohibida y que puede operar gracias al inquilino de la Casa Blanca… quien tendrá que luchar cuesta arriba para revertir la percepción de descalabro en su guerra arancelaria.
En política exterior, la percepción importa tanto como los hechos. Y si millones de usuarios ven estos videos como prueba de que la guerra comercial fue un fiasco, el golpe simbólico será profundo. La imagen del comerciante sonriente mostrando productos de alta gama, originales y a precios de maquila con una etiqueta “Made in China” es potente y los algoritmos parecen estar privilegiándola… claro, en una plataforma que tiene su matriz en Pekín… El cerco es redondo e imponente.




