El gobierno mexicano no prestaba atención a las madres y a los demás familiares. Entonces, hace 46 años, el Comité Eureka recordó que había 57 exiliados, por ello las doñas decidieron el 28 de agosto de 1978, en vísperas del segundo informe de José López Portillo, iniciar una huelga de hambre, ahí en el corazón del país, frente a la Catedral Metropolitana.
Igualito, en 2024, se instaló en el Zócalo, desde el 18 de agosto, un plantón de protesta de madres y familiares por los 100 mil desaparecidos/as, con la esperanza de encontrar una escucha. Escenario semejante al de aquellos gobiernos “neoliberales”. Andrés Manuel López Obrador, las y los ignoró.
Vivimos una paradoja histórica. Como volver a cuando había un partido de Estado, que controlaba todo y ocultaba sus fechorías, informes presidenciales insulsos, llenos de palabras, cifras y verdades a medias.
El legado de AMLO es de más de 100 mil familias doloridas por las desapariciones forzadas. El líder de la 4T, al igual que Carlos Salinas de Gortari, ni ve ni oye. Indiferente, estuvo a unos metros de la protesta, un plantón cercado por vallas metálicas.
En su Informe de Gobierno, tal y como lo hicieran sus antecesores, habló de otro país: “A diferencia de lo que sucedía en los gobiernos neoliberales, ahora no se reprime al pueblo, no se ejecutan masacres, no se tortura, no se desaparece a nadie, no se tolera la violación de los derechos humanos y tampoco existe un narco-Estado como el que se configuró en el sexenio antepasado”. De la tragedia nacional nada.
Pienso en la figura histórica y moral de Rosario Ibarra de Piedra, de quien AMLO se hizo acompañar en sus eternas campañas electorales.
A doña Rosario hay que recordarla digna y persistente. En octubre de 2019 clamó por la verdad, a sus 92 años, cuando la reconoció el Senado de la República otorgándole la medalla Belisario Domínguez, la presea más importante del país, misma que decidió no aceptar. Se la devolvió al Peje y le pidió que diera un avance sobre el paradero de su hijo, Jesús Piedra Ibarra, víctima de desaparición forzada durante la Guerra Sucia.
Nada pasó. Este domingo tampoco nombró a las madres buscadoras, quienes advirtieron que las están matando, como dijo Bibiana Mendoza del colectivo “Hasta Encontrarte” de Guanajuato, apenas el 28 de agosto. Las mismas que en estos años claman por verdad, justicia y escucha. AMLO padece de una amnesia patológica profunda.
Ha desestimado todas las recomendaciones de organismos internacionales sobre la crisis de la desaparición forzada, a lo que se suman los desplazamientos, en Chiapas y Guerrero; las zonas de inseguridad cotidiana que vive la población y un escenario incómodo y de protestas. Hereda la destrucción de la política de género y vacíos los presupuestos, entre otros, los necesarios para la búsqueda de desaparecidos.
Este primero de septiembre AMLO tampoco nombró a las mujeres, más de la mitad de la población, excluidas del desarrollo quienes experimentan un escenario de violencia feminicida. Ellas, sistemáticamente consideradas como falsas feministas, “manipuladas” y socias de sus detractores, organizaciones llamadas “de derecha”.
El presidente Andrés Manuel López Obrador termina su sexenio dejando muchos pendientes, él y su gobierno lo reconocen: la inseguridad, la política de género, la protección a niñas embarazadas; deja intactas las brechas de desigualdad entre hombres y mujeres; deja descorazonadas y desconfiadas a las madres buscadoras; una gobernanza en duda, entre otros, pendientes. Ahora dijo que todo lo resolverá Claudia Sheinbaum Pardo, la primera mujer presidenta de la República, simbólicamente representante del avance democrático. Veremos.