Luis Niño de Rivera, la anécdota de ‘El Alfiler’ y el sueño olímpico: “Pueden llegar adonde nuestros grandes atletas”

24, enero 2024

POR MARTÍN AVILÉS

Foto:Presidencia/Cuartoscuro.com

 

Luis Niño de Rivera llegaba todos los días —religiosamente— a las 6:00 de la mañana al Deportivo Chapultepec para entrenar. Esos buenos hábitos los trasladó al Centro Deportivo Olímpico Mexicano (Cedom), cuando en 1967, fue abierto para los atletas que participarían en los Juegos Olímpicos México 68.

Ya anteriormente, en Tokio 1964, había formado parte de la delegación mexicana que acudió a aquella justa veraniega, donde fue décimo en plataforma y duodécimo en el trampolín. Por esa razón, trabajaba arduamente con tal de mejorar lo suficiente y aspirar a un mejor resultado en la justa olímpica de casa.

 

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La nutrióloga del Cedom lo mandó llamar un buen día, preocupada por su lánguido aspecto. A la cita también acudió su compañero en el equipo de clavados, Luis Cervantes (QEPD), a quien apodaban ‘El Alfiler’ por su flacura; ambos en busca de un peso ideal de cara a las competencias venideras.

“Imagina cómo estaba físicamente, peor que yo”, bromó el exclavsita. “La nutrióloga nos pesó, nos pidió datos de lo que habíamos comido desde el vientre de nuestra madre y dijo ‘están muy delgados, necesitan subir de peso. Van a comer y cenar lo normal y después dos bolas de nieve con un plátano partido a la mitad y mermelada, al mediodía y en la noche’. Salíamos del comedor y nos acostábamos como focas a rumiar la comida. A los dos meses no habíamos subido un solo gramo ni ‘El Alfiler’ ni yo. Dijo ‘no tienen remedio, anden, váyanse a entrenar’. Cada vez que me veo en el espejo pienso que tenía la razón la nutrióloga y no tenemos remedio”.

Llegada la justa olímpica en México 68, Niño de Rivera finalizó cuarto en trampolín y séptimo en la plataforma, resultados que lo marcaron para siempre al haber podido competir frente a su gente, pero que para nada lo dejaron satisfecho al no haber podido subir al podio como tanta vez soñó mientras miraba de joven a su ídolo Joaquín Capilla.

“La vida del deportista es entrenar, prepararse y soñar. Soñar con que algún día va a ser uno como Raúl González o como Chucho Mena o como Carlos Mercenario, como Aída Román o Marijose Alcalá. Ese es el sueño que se tiene siempre. Joaquín Capilla fue el clavadista más importante que hemos tenido en la historia de los clavados, pero el atleta olímpico más destacado con cuatro medallas en tres Juegos Olímpicos. Durante varias Olimpiadas fue el único que trajo medallas y dejó sentado como precedente que México tiene calidad olímpica en los clavados”, mencionó.

De hecho, de las 73 preseas que ha recolectado la delegación azteca a lo largo de su historia olímpica —13 oros, 24 platas y 36 bronces—, 15 de ellas han sido en esa disciplina, lo que representa un 20.54% del total de medallas, seguida por el boxeo con 13, el atletismo con 11 y taekwondo con siete.

“Es el deporte que más medallas ha dejado en Juegos Olímpicos y entonces se vuelve una obligación. Cuando llega uno aquí a seguir ese legado viene con un antecedente tan potente, tan importante y devastador que hacer menos que eso es complicado y creo que hoy quienes tienen ese sueño tienen posibilidad de llegar adonde han llegado nuestros grandes atletas, así que es un enorme placer para lo que queda de un deportista estar aquí para apoyarlos”, dijo a los jóvenes atletas mexicanos durante la presentación del convenio entre el Comité Olímpico Mexicano y Banco Azteca, del que es presidente del Consejo de Administración.

Con 78 años de edad, Niño de Rivera puede presumir de haber tenido una vida tan versátil que en su currículum destacan etapas como basquetbolista y torero, además de clavadista. Pero además, posee casi 50 años de experiencia en el sector bancario, donde ha llegado hasta ser presidente de la Asociación de Bancos de México (ABM). Toda una trayectoria colmada de éxitos, que le dan autoridad para aconsejar a los jóvenes deportistas de cara a París 2024 y en la vida misma.

“Es un privilegio regresar al Cedom, donde esto arrancó en 1967 para los Juegos Olímpicos del año siguiente. Aquí entrenábamos, algunos dormían aquí junto y todos los días había una enorme actividad con esa ilusión de ganar una medalla olímpica. Es revivir toda una época de la juventud que uno goza enormemente, porque pasada esa época, terminas escuela, terminas el deporte y te tienes que poner a trabajar, entonces se pone muy seria la vida, pero mientras está uno en el deporte, disfruta enormemente”, puntualizó.