Las batallas de Luz Mercedes Acosta Tollefson no sólo fueron en las competencias que participó. Tuvo que librar una lucha debajo de la tarima frente al sistema deportivo mexicano que, en lugar de impulsar, desarrollar y apoyar a los atletas, los anula y deja en el desamparo.
En 2012, la levantadora de pesas obtuvo su lugar en el último minuto para representar a México en los Juegos Olímpicos de Londres, “tras haber peleado con uñas y dientes”. La Federación Mexicana de Levantamiento de Pesas cambió las reglas de último minuto, “no quería que yo fuera”, cuenta la exatleta. Al final, Luz ganó su lugar y viajó a Reino Unido.
El 31 de julio de ese año, participó en la competencia de halterofilia en la categoría de 63 kilogramos femenil que repartió medallas. La nacida en Guaymas, Sonora, cargó 224 kilos en total en sus rondas y obtuvo el sexto puesto, 21 kilogramos menos que el primer lugar, pero todo cambió cuatro años después.
La Agencia Mundial Antidopaje, previo a Río 2016, examinó las pruebas realizadas a los atletas de Pekín 2008 y Londres 2012. Los lugares uno, dos y cuatro de la competencia donde participó Luz dieron positivo en dopaje y fueron descalificadas, lo que reacomodó el podio. Acosta se quedó con el bronce, lo que significó “una cachetada con guante blanco para la federación”.
En noviembre de 2018, en plena transición presidencial, recibió su medalla olímpica, la 69ª de México en su historia. “A todos los atletas que sufren de alguna forma vejación o injusticias, les digo que hay justicia. Que si estás dispuesto o dispuesta a enfrentar la vida con valor y con las manos limpias, las cosas se dan”, dijo en la sede del Comité Olímpico Mexicano frente a Ana Gabriela Guevara, en ese entonces propuesta para encabezar la Conade.
Sin embargo, la justicia de la que hablaba Luz llegó a medias y Guevara, una exatleta que en su momento levantó la voz por otros deportistas, olvidó su pasado y se convirtió en una versión de lo que tanto criticó.
A los medallistas olímpicos mexicanos, por ley, les toca una beca mensual vitalicia, que le dieron al momento de recibir su presea, en 2018, pero no de forma retroactiva, como buscaba. El premio económico por la medalla tampoco llegó. En 2012, los estímulos eran de 500 mil pesos para oro, 250 mil para plata y 125 mil para bronce. Para 2016 crecieron: 3 millones al oro, 2 millones a la plata y 1 millón al bronce. Con ese tabulador llegó la presea para Acosta.
La sonorense peleó por ese premio todo el sexenio pasado, pero la Conade le cerró las puertas. En un documento de 2021, el organismo argumentó falta de suficiencia presupuestal, negándole el estímulo.
Una nueva pelea de Luz se gestó, ahora en los tribunales, donde obtuvo más una victoria moral que económica. Su abogado sólo pidió 125 mil pesos. Ganó en 2022, pero “Ana Guevara no quiso pagar”.
Los recursos llegaron hasta que la exvelocista dejó la comisión, tras ser acusada de millonarios desvíos. “No reclamé en su momento porque yo estaba muy decepcionada del monto que estaban dando por la medalla”. Ahora tiene la promesa de Rommel Pacheco de que verán su caso, pero “hasta el momento no he sabido nada”.
Antes de disputar sus primeros Juegos Olímpicos en Pekín 2008, Luz Acosta dejó más de la mitad de su vida haciendo sacrificios para cumplir su sueño. Espera lo mínimo de vuelta, pues la medalla de bronce en Londres no fue su único triunfo. Acosta sumó también un bronce en los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011, dos platas y un bronce en Mayagüez 2010, y dos oros y una plata en Cartagena 2006.




