BORIS BERENZON GORN
Ya no queda duda, o no debería quedar, de que el siglo XXI es el siglo de la web y el mundo digital, que la política será virtual o no será, que en los caminos de la comprensión de lo social y cultural se erigen los límites marcados por los unos y los ceros. En esta realidad, un hecho obligado es reconocer el poder de las redes sociales en la creación de la opinión pública, y como siempre, también en su control. Las nuevas formas de comunicación marcadas por las tecnologías de la información no necesariamente se traducen en libertad y democracia, en igualdad de oportunidades y de opinión.
El control de las redes sociales sigue siendo un tema muy importante que mantiene el ojo en los debates sobre la democracia actual. Es una realidad que existen actores privilegiados capaces de manipular el contenido en línea, incidir mediante la inversión económica y otras tácticas para favorecer algunas posturas sobre otras, e inclusive para desviar la atención de temas verdaderamente importantes y de interés público. Las redes sociales son constantemente el foco de influencia y se busca seguir tendencias y viralizar contenidos por diversos medios, que incluyen, por supuesto, prácticas poco éticas como la creación de granjas de bots.
Pero, además, las redes sociales están funcionando a la usanza de los viejos medios de comunicación masiva al favorecer las llamadas “cortinas de humo”, de hecho, resultan particularmente eficientes haciéndolo. Las cortinas de humo que surgen en las redes sociales no distan demasiado de sus predecesoras, pues siguen manifestando estrategias o tácticas que permiten distraer la atención pública de los temas verdaderamente importantes y que requerirían de mayor participación de la ciudadanía. Favorecen la desinformación, nos desvían de la verdad y afectan la toma de decisiones; por lo que son particularmente delicadas en tiempos electorales.
Las cortinas de humo son empleadas como estrategias políticas, pero también económicas, ideológicas y hasta culturales. Es común que sean usadas cuando hay cambios significativos, como la entrada en vigor de leyes, o cuando se descubre información vergonzosa o sensible sobre alguien asociado a la administración pública o que aspira a llegar a ella. Consisten en la atención desmesurada sobre hechos polémicos, que llaman la atención por tratarse de alguien famoso, por ser increíbles o inverosímiles, por el momento en el que ocurren o por otras razones más, donde no se descarta el morbo, el rumor y, podemos agregar en tiempos de redes sociales, la viralidad.
Algunas cortinas de humo famosas son la revelación del gobierno de Nixon de escuchas ilegales en el partido demócrata en el escándalo Watergate; la relación de Monica Lewinsky con Bill
Clinton, a la mitad de ataques aéreos sobre Irak y Sudán; los ataques a Siria autorizados por Trump en 2017 cuando estaba sobre la mesa el testimonio del director del FBI James Comey; el lanzamiento en 2018 de características nuevas en la plataforma de Facebook, justo cuando fue acusado de permitir que Cambridge Analytica accediera a los datos de diversos usuarios para influir en las elecciones; sin contar el uso que hicieron los políticos alrededor del mundo de la pandemia por Covid-19, aprovechando su estallido para tomar decisiones que se habían estado postergando.
Pero sin duda, gran parte del éxito de una cortina de humo depende de los consumidores, y particularmente del manejo de las redes sociales. No podemos evitar que la toma de decisiones en diversos rubros se aproveche de los eventos extraños, polémicos o hasta mórbidos que suceden; pero sí podemos evitar desviar nuestra atención por completo cuando tenemos identificadas las áreas que merecen atención prioritaria.