Mamdani, Trump e Infantino: la politización de la pelota

Trump, Infantino y Mamdani: tres visiones opuestas del fútbol se encontrarán en la final del Mundial 2026. Entre elogios, premios y críticas sociales



El idilio entre Gianni Infantino, mandamás de la FIFA, y Donald Trump, presidente de Estados Unidos, empezó en el pasado Mundial de Clubes. La Copa del Mundo tripartita con México y Canadá profundizó los lazos entre ambos empresarios convertidos en administradores del país más poderoso del mundo y el máximo ente del futbol internacional.

En los primeros días de noviembre se llevó a cabo el American Business Forum (el foro global de negocios más grande del continente). Trump, Lionel Messi e Infantino pasaron por ahí. El presidente de la FIFA, en su espacio, se deshizo en elogios hacia el inquilino de la Casa Blanca. “Soy muy afortunado. Tengo una excelente relación con el presidente Trump, a quien considero un amigo muy cercano (…). Todos deberíamos apoyar lo que está haciendo”, dijo, violando la política de neutralidad de la FIFA.

Pero no son sólo halagos. Trump es uno de los favoritos para ganar el Premio FIFA de la Paz. No ganó el Nobel, pero podría tener un galardón de consuelo. El 5 de diciembre se sabrá si el mandatario obtendrá el premio que “distinguirá a todos aquellos que, con su trabajo excepcional y extraordinario por la paz, hayan unido a las personas del planeta”, según palabras del propio Infantino.

El discurso se asemeja a uno que dio el mismo presidente de la FIFA el pasado 15 de octubre en la Cumbre de Gaza, en Egipto, que tenía como objetivo consolidar el alto al fuego entre Israel y Hamás, pero que, según algunos diplomáticos, terminó siendo una celebración de la renovada imagen del presidente estadounidense. Ahí, Infantino, único funcionario deportivo presente, dijo que “el presidente Trump ha sido absolutamente fundamental en el proceso. Sin él no habría paz. El presidente Trump ha derribado obstáculos, ha tendido puentes, ha creado lazos”.

Ese “pacifista” presidente de EU, declarado culpable de 34 cargos “graves” en Estados Unidos, en enero de 2024, agarró de piñata a Zohran Mamdani, el primer alcalde musulmán que tendrá Nueva York, ciudad que, como comité organizador junto con Nueva Jersey, albergará la próxima final de la Copa del Mundo.

Lo demonizó. Lo llamó “comunista lunático” y emprendió una campaña contra él para evitar su triunfo en la ciudad más poblada del país. Ni así pudo.

Mamdani, que era un desconocido cuando hace un año fue arrestado en una protesta callejera por Gaza, es la antítesis del mandatario y del propio Infantino. En una entrevista que dio a The Athletic durante su campaña, dijo que “el deporte se ha comercializado y corporativizado tanto que los aficionados se han convertido en una mercancía”.

Su origen lo define. El alcalde electo –quien es un pequeño accionista del Oviedo, de Grupo Pachuca– nació en Uganda hace 34 años. A los cinco dejó el país con su familia y se mudó a Sudáfrica, recién liberada tras medio siglo de Apartheid. De niño, escuchó a Nelson Mandela decir que el boicot de Naciones Unidas contra la Sudáfrica racista debía ser aplicado también a Israel, hasta que reconociera al Estado palestino.

Con esas vivencias a cuestas, llegó a los 7 años a Nueva York. Para titularse, escribió su tesis sobre el intelectual revolucionario Frantz Fanon (autor de Los condenados de la tierra, libro emblemático en la lucha descolonizadora en África) y cofundó la sección Estudiantes por la justicia en Palestina. Lo demás es historia.

El año que viene la final del Mundial se jugará el 19 de julio en el Metlife Stadium, que, por temas comerciales, se llamará Estadio New York/New Jersey. Ahí tendrán que convivir Trump, Infantino y Mamdani, quien reclamó a la FIFA su política de “precios dinámicos” que niega “a los aficionados de clase trabajadora el derecho a ver los partidos”, pues los boletos más baratos para los neoyorquinos llegan hasta los 6 mil dólares (más de 110 mil pesos), sin tomar en cuenta el partido por el título. Precios “absurdos”, atizó.