Marco Pérez en solitario: la exigencia de Madrid y el peso del tiempo

Marco Pérez vuelve a Madrid en solitario tras su triunfo de hace dos años, pero los fallos con la espada le impiden el premio


Marco Pérez
Fotos: Manolo Briones

El anuncio tenía aroma de acontecimiento. Un nuevo cartel de “No hay billetes” en Las Ventas. Marco Pérez, ese joven de nombre ya conocido y eco temprano, regresaba al ruedo madrileño con una apuesta mayor: encerrarse en solitario, en la catedral del toreo, en plena Feria de San Isidro, cuando los ojos más implacables están atentos, cuando la exigencia no baja la voz. Volvía donde dos años antes había escrito un capítulo dorado con erales de Jandilla, abriendo la Puerta Grande en lo que fue una jornada inolvidable. Pero Madrid no regala repeticiones. Madrid exige renovación.

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La temporada le había abierto camino: oreja en Valencia, tres en Toledo, vuelta en Zaragoza, dos en Sevilla. Cada plaza una prueba, cada puerta un peldaño. Y el siguiente escalón, el más vertical, era Madrid. Volvía, además, en una tarde sofocante, con más de 35 grados sobre la piedra. El marco estaba puesto, la expectación también. Pero el toreo no se escribe con antecedentes.

Salió primero “Corremantas”, del Freixo, de presentación muy justa, y el murmullo fue inmediato. Se protestó de salida, y la sombra de las novilladas anteriores, mucho más rematadas, pesó desde el primer momento. Marco brindó a la afición, breve con el capote, y buscó desde el inicio ligazón y pulso por el derecho. Pausado, midiendo, pero el novillo se quedaba a medio viaje, buscando la huida. Aun así, le plantó cara, aguantó los parones y dejó detalles de solvencia. Pero volvió a fallar con la espada. Una vez más, ese defecto técnico se interpuso entre su entrega y el premio.

Con su segundo, “Tramposo”, de Fuente Ymbro, todo fue distinto. Desde la media verónica de saludo se notó otra cadencia. El novillo tuvo mejor condición, y Marco supo entenderlo desde el principio. Por el derecho dejó lo más rotundo de la tarde, con muletazos largos y templados. Sin embargo, la faena no mantuvo el pulso, se diluyó en el tramo final. Mató al tercer intento. El silencio fue la respuesta a lo que prometía más.

El tercero, “Historiador”, también de Fuente Ymbro, fue todo lo contrario: peligroso, reservón, defendiéndose desde que pisó el ruedo. Se metía por dentro, arrollaba. Marco estuvo firme, sin lucimiento posible. Solo la voluntad como bandera.

Con el cuarto, de nombre “Morisqueto”, encontró algo de aire. Se lució con el capote, dejó variedad y temple. El inicio de faena prometía: el toro embestía con cierta clase por el derecho. Pero de nuevo, la promesa se rompió. El animal se apagó pronto, y la faena cayó en tierra estéril. La estocada, defectuosa, le cerró la puerta de un posible premio. Hubo petición, no atendida. Salió al tercio entre división.

Y entonces vino el quinto. Otra portagayola, otro arranque de valor. Madrid, expectante. Y por fin, un novillo con condiciones: codicioso, con motor, repetidor, fijo en la muleta. Embestía con ritmo y transmisión, metiendo bien la cara y yendo largo. Marco lo entendió desde el saludo capotero, se lució con un quite por gaoneras y lo aprovechó con un toreo encajado, tirando de él en los medios, firme y plantado. Por el derecho, lo llevó largo y por abajo; por el izquierdo, surgieron muletazos hondos, de trazo largo, con la muleta muy puesta y la figura relajada. Era un novillo que pedía sitio y mano baja, y Marco respondió. Pero también fue un toro exigente, que no perdonaba errores. En uno de esos pasajes comprometidos lo prendió con violencia. Voló por los aires. Volvió. Lo volvió a hacer. Se metió otra vez entre los pitones, sin aflojar. Pero una vez más, la espada no acompañó. Se fue tras ella, con decisión, pero el acero volvió a negarle la puerta.

El sexto lo recibió de nuevo a portagayola. Faena de rodillas, después en pie, buscando huecos donde no había claridad. El de El Freixo no humilló ni se entregó. Fue un novillo áspero, sin clase, y Pérez volvió a exponerse, a quedarse quieto, a querer imponer lo que el animal no concedía. Lo buscó, se metió, insistió. Sin opciones, pero sin aflojar.

Y así terminó su encerrona. Seis novillos. Dos hierros. Una sola figura frente al espejo de Madrid. Marco Pérez también mostró, con crudeza, los límites de su momento. La espada, sin duda, le restó lo que el valor y la cabeza le habían dado. La irregularidad de los novillos no le permitió construir una obra completa. Pero la cita, con todo lo que prometía, se quedó en el umbral.


FICHA TÉCNICA

Plaza de toros de Las Ventas, Madrid.

Decimonoveno festejo de la Feria de San Isidro 2025. Lleno de ‘No hay billetes’.

Novillos de Fuente Ymbro (2.º, 3.º y 5.º) y El Freixo (1.º, 4.º y 6.º), de juego y presentación dispares. Destacó el 5.º por su movilidad y transmisión.

  • Marco Pérez, en solitario: Silencio, silencio, silencio, ovación tras petición, vuelta al ruedo, tras petición con aviso y silencio.