Max Verstappen vuela en Monza y gana el GP de Italia mientras la polémica divide McLaren

El neerlandés fue supremo en el Autodromo Nazionale di Monza y se reconcilió con la victoria casi cuatro meses después de su último triunfo en la temporada


Max Verstappen
Max Verstappen gana el GP de Italia | Foto: @F1

Max Verstappen escribió otro capítulo de su inagotable leyenda. El neerlandés fue supremo en el Autodromo Nazionale di Monza y se reconcilió con la victoria casi cuatro meses después de su último triunfo en la temporada 2025 de la Fórmula 1. Y mientras el tetracampeón mundial brillaba, a su sombra, el líder del campeonato, McLaren, se envolvía en una polémica que pudiera marcar su temporada, luego de que Oscar Piastri recibiera la orden de devolver el segundo puesto a su compañero de equipo Lando Norris tras una fallida parada en boxes.

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El Templo de la Velocidad —ahí donde el espíritu de los campeones susurran en cada curva— fue testigo de un Gran Premio de Italia que no dio tregua a los pilotos. Ha sido un recordatorio de que, cuando el neerlandés es respaldado por su auto, compite en una liga aparte.

Bajo un ardiente sol italiano, el rugido de los motores marcó el inicio de una batalla que prometía fuego. Lando Norris, desde la primera fila, osó atacar al rey. Con una salida sublime, se plantó rueda a rueda con Verstappen en la curva 1, en un duelo que hizo contener el aliento a los tifosi.

Fueron milímetros, instantes de puro valor. Norris, empujado hacia la hierba, vio cómo el triple campeón, con la frialdad de un cirujano, defendía su territorio incluso al saltar la chicana. Pero la nobleza de ‘Mad Max’ llegó con un gesto de justicia deportiva, al devolverle la posición. Aunque la tregua duró lo que un parpadeo.

Pegado a la estela del McLaren como un depredador, Verstappen esperó su momento. En la vuelta cuatro, lanzó el zarpazo. Un movimiento limpio y decisivo por el interior de la chicane Rettifilo para recuperar la primera plaza. Y a partir de ahí, el espectáculo terminó.

El piloto de Red Bull Racing activó el acelerador de la historia y comenzó a alejarse. Su ritmo era implacable, metrónomo de la perfección, mientras aplicaba los segundos de diferencia respecto al resto, como quien abre un abismo. Norris, valiente, luchó por mantener esa estela, pero pronto se quedó solo, mientras observaba cómo el número 1 se convertía en un punto lejano en el asfalto.

Mientras el de Hasselt, Bélgica, tejía su dominio en la distancia, el drama se cocía detrás. McLaren, con la astucia de quien juega al ajedrez, retrasó una y otra vez la parada en boxes, esperando la aparición de un coche de seguridad que nunca alzó la amarilla. Fue una apuesta arriesgada que, al final, tuvo un precio.

Oscar Piastri entró primero, en la vuelta 45. Norris lo hizo una vuelta después, y entonces, el tiempo se congeló. Un fallo con la rueda delantera izquierda, un segundo eterno de confusión, dejó varado al británico, cuya consecuencia fue salir por detrás de su compañero. La frustración estalló en la radio. Norris, desde el tercer puesto, no podía creerlo. Y entonces, llegó la orden incómoda que resucitó fantasmas del pasado.

“Devuélvele la posición, Oscar. Es por Hungría”, le ordenaron. La sombra de lo ocurrido en el pasado, cuando Norris se benefició de un undercut, rondó sobre la pista. Piastri, desconcertado, obedeció. No sin antes mostrar su perplejidad. Fue un intercambio de posiciones que hablaba de equipo, de campeonato, de una lucha interna donde cada punto duele.

El australiano cedió, Norris recuperó el segundo puesto y tres puntos vitales en la lucha por el título. La imagen de ambos mientras bromeaban después en el seno del equipo, dentro de la sala de enfriamiento, fue el tranquilizante necesario para una herida que pudo haber sido mayor.

Libre de toda esa turbulencia, Verstappen navegó en solitario. Su parada en boxes fue un mero trámite, un intercambio de neumáticos que no alteró su ritmo de vuelo. Con los duros nuevos, el RB21 encontró otro nivel aún más alto. Amplió la ventaja con la calma de quien sabe que la victoria está sellada. Cruzó la meta con 19.2 segundos de ventaja, un abismo en la F1 moderna, para celebrar su triunfo número 66, una cifra que ya le sitúa entre los inmortales.

Detrás, Charles Leclerc dio el consuelo a la afición local con un meritorio cuarto puesto, tras luchar como un león en las primeras vueltas pero sin el ritmo para amenazar a los de Woking. Les siguieron los Mercedes de George Russell y Lewis Hamilton, este último remontando desde el castigo, y la sorpresa de Alexander Albon, séptimo con una Williams que cada vez pisa más fuerte.

McLaren ha tenido un aviso de esos pequeños errores y difíciles decisiones que surgen en medio de una lucha titánica. Norris y Piastri salieron con otro doble podio, pero también con la incómoda sensación de que la victoria se les escapó entre los dedos por detalles. Mismos que aprovechó el campeón mundial para renacer.