La tarde de este sábado en Mérida no fue una más en el calendario taurino: fue una jornada que marcará un antes y un después en la historia reciente de la tauromaquia mexicana. En medio de la lluvia, los contratiempos y las pruebas que acompañaron el festejo inaugural, la emoción, el arte y el valor se fundieron en una sola imagen: la del joven Marco Pérez indultando a “Feliz Aniversario”, número 101, un toro bravo y con clase de la ganadería de Begoña. Desde 1963 no se vivía un momento así en esta plaza. Sesenta y un años después, Mérida volvió a escribir una página gloriosa.
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Un inicio desafiante pero lleno de esperanza
Mérida reabrió sus puertas bajo una nueva gestión, con visión renovada y compromiso real hacia la fiesta. No fue fácil llegar a este día: hubo cambios de horario, críticas infundadas, desinformación e incluso intentos de sabotaje desde sectores taurinos inconformes. Pero cuando la pasión y la buena voluntad prevalecen, todo esfuerzo vale la pena.
La plaza de toros más importante del sureste mexicano volvió a latir con fuerza. Aunque no se registró un lleno total, la entrada fue más que decorosa considerando las circunstancias, y lo más importante: el público acudió con ilusión, con fe, con el deseo de reencontrarse con la emoción verdadera del toreo. Lo que se vivió en el ruedo fue la mejor respuesta a quienes dudaban.
Una corrida de contenido y diversidad
El encierro de Begoña, serio, bien presentado y con toros de fondo, dio juego suficiente para que los tres toreros mostraran su personalidad. Fue una corrida variada, con matices y contrastes, donde cada lidia dejó huella.
Sergio Flores abrió la tarde con “Seis Décadas”, un toro exigente que pedía técnica y valor. El tlaxcalteca lo entendió desde el principio, estructurando una faena sólida y poderosa, de mucha inteligencia y temple. Por ambos pitones logró pasajes de gran calado, y tras una estocada entera cortó la primera oreja de la temporada, dando el tono de la seriedad del festejo.
Diego San Román lidió en segundo turno con “Temple de Acero”, de 490 kilos, un toro sin transmisión que le exigió máxima entrega. El queretano respondió con raza y recursos, ligando muletazos de poder y temple, especialmente por la derecha. Cerró con bernardinas ajustadas y saludó en el tercio tras escuchar un aviso.
El tercero fue “Gran Corazón”, de 520 kilos, para Marco Pérez, quien ya había despertado expectación. Desde las verónicas iniciales hasta el quite por navarras, dejó ver su variedad y sensibilidad artística. Con la muleta, su faena fue una lección de temple y profundidad, llevando largo y con ritmo a un toro noble y enclasado. La estocada fue perfecta y cortó una oreja de peso, ganándose al público.
En cuarto lugar, Sergio Flores enfrentó a “Visionario”, otro toro complicado que se apagó pronto. Aun así, el torero tlaxcalteca se sobrepuso, extrajo muletazos valientes y cerró por alto con estocada certera. Hubo fuerte petición de oreja, no concedida, y dio una vuelta al ruedo muy aplaudida.
“Apasionado”, de 540 kilos, fue el segundo del lote de San Román, un toro falto de entrega que poco ofreció. El torero estuvo por encima, demostrando madurez y tenacidad. Su esfuerzo fue reconocido por el público con palmas al retirarse.
“Feliz Aniversario”: el toro del milagro
Y entonces, cuando el cielo parecía desplomarse, apareció “Feliz Aniversario”. Bajo un aguacero que no intimidó a nadie, Marco Pérez ofreció una faena de las que justifican toda una temporada. El toro, bravo, noble y con clase, embistió con profundidad y ritmo. Pérez, con apenas 18 años, lo entendió desde el primer muletazo: lo llevó largo, con la muleta siempre baja, templando, envolviendo la embestida con una cadencia impropia de su juventud.
Cada serie fue creciendo en intensidad. Por la izquierda, el toreo tuvo hondura y verdad; por la derecha, largura y mando. Hubo momentos de arte puro, de comunión total con el tendido. El público, empapado pero emocionado, sintió que estaba presenciando algo irrepetible. La plaza rugió con cada pase y, cuando la faena alcanzó su punto máximo, el clamor fue unánime: ¡indulto!
El juez lo concedió. “Feliz Aniversario” regresó vivo a los corrales, símbolo de bravura y nobleza, mientras Marco Pérez daba la vuelta al ruedo entre lágrimas, consciente de haber alcanzado un momento que pocos toreros viven. Mérida estalló en ovaciones.
Una noche que reivindica la tauromaquia
Más allá del resultado artístico, lo de Mérida fue una reivindicación del toreo en su esencia: el arte, la entrega, el respeto por el toro y la verdad por delante. Se demostró que cuando se hace con seriedad, la tauromaquia sigue siendo capaz de emocionar, de conmover y de unir.
El indulto de Marco Pérez no solo fue un hecho histórico —el primero en más de seis décadas—, sino un símbolo del renacer de una plaza y de una afición. Representa la conexión entre el pasado glorioso y un futuro que hoy comienza a vislumbrarse con esperanza.
Epílogo: la historia vuelve a latir
Marco Pérez se consagró como figura emergente y Begoña reafirmó su categoría ganadera. La afición meridana fue testigo del milagro de la emoción.
La historia vuelve a latir en Mérida. Y esta vez, no fue un sueño: fue una realidad escrita con temple, verdad y grandeza. Lo que se vivió este sábado no fue solo una corrida de toros. Fue un acto de fe.

Foto: Manolo Briones 

















