Asesinaron a Carlos Alberto Manzo Rodríguez, presidente municipal de Uruapan. Tenía 40 años. Un político de origen morenista que llegó a la alcaldía como candidato independiente, después de romper con el partido en 2024. Apenas llevaba un año en el cargo y ya se había convertido en una figura nacional.
En vida, Manzo fue conocido como “el Bukele mexicano”, aunque él mismo rechazaba el apodo. “No soy el Bukele mexicano, pero sí soy cien por ciento el sombrero michoacano”, decía. Su discurso de mano dura contra la delincuencia lo hizo popular en una tierra dominada por el miedo.
Ordenó abatir a criminales armados que no se entregaban, reforzó la policía municipal, compró patrullas blindadas e incluso ofreció recompensas a los agentes que enfrentaran a sicarios.
Su estilo dividía opiniones. Para muchos en Uruapan, era un líder valiente. Para otros, un buscarreflectores. En septiembre, semanas antes de morir, declaró: “Tengo mucho miedo, pero tengo que acompañarlo de valentía. No quiero ser un presidente municipal más de la lista de los ejecutados”.
UNA TIERRA SIN LEY
Uruapan, capital mundial del aguacate, es también territorio del crimen organizado. Cárteles como el Jalisco Nueva Generación, Los Viagras o Pueblos Unidos se disputan las rutas, la extorsión y el control de los productores. La riqueza del oro verde se volvió un botín y la violencia un paisaje cotidiano.
El asesinato de Manzo no es aislado, la verdad. En Michoacán, la violencia ha cobrado la vida de empresarios, activistas y alcaldes. Hace poco torturaron y mataron a Bernardo Bravo, líder de los citricultores de Apatzingán, tras denunciar cobros del narco. También al sobrino de Hipólito Mora, líder fallecido de las autodefensas.
Años antes cayó Homero Gómez, defensor de la mariposa monarca. En esta geografía, querer cambiar las cosas es poner tu vida en riesgo.
Según el Inegi, ocho de cada 10 habitantes de Uruapan se sienten inseguros. Desde 2019, la ciudad figura entre las más peligrosas del país.
Aun así, nunca recibió el respaldo federal que tiene Culiacán, pese a compartir niveles similares de percepción de inseguridad.
LA ALERTA QUE NADIE ESCUCHÓ
El 8 de octubre, Carlos Manzo denunció públicamente que el gobierno federal retiró 200 elementos de la Guardia Nacional del municipio. “Esta decisión deja a Uruapan vulnerable”, advirtió. Pidió refuerzos a la presidenta Claudia Sheinbaum y al secretario de Seguridad, Omar García Harfuch. Nadie respondió.
El alcalde contaba con un pequeño equipo de escoltas federales y municipales. No bastó. Fue atacado en plena plaza pública. Sus guardias abatieron a un agresor y detuvieron a dos, pero no pudieron salvarlo.
Después de su asesinato, las autoridades presumieron que sí tenía protección. Pero ¿de qué sirve tener guardias federales cuando el Estado se ha retirado del territorio?
UN CARGO QUE MATA
De septiembre de 2024 a noviembre de 2025, diez alcaldes fueron asesinados en México. Tres de ellos en Michoacán durante la gestión de Alfredo Ramírez Bedolla. La alcaldesa de Cotija, Yolanda Sánchez, también fue secuestrada y ejecutada. Ser edil en esa región se ha vuelto una sentencia de muerte.
La tragedia de Carlos Manzo no sólo exhibe el poder del narco, sino la ausencia del Estado, de ayer y de hoy. Gobernar un municipio es una hazaña solitaria. Y en Michoacán, como en otras regiones, ser valiente te cuesta la vida.
DATO INCÓMODO
El gobierno federal presume aumentos de hasta 7.9% para hospitales e institutos en 2026, pero expertos advierten que, comparado con 2024, el recorte real será de 26.5%. Menos dinero para Nutrición y Cancerología, justo donde más enferma México: obesidad y cáncer.



