Migrantes se aferran al sueño mexicano

Los testimonios corresponden a migrantes venezolanos que se encuentran en la Ciudad de México



Foto: Aracely Martínez / OVACIONES

A unos pasos del Monumento a la Revolución, en pleno corazón de la capital, una comunidad diversa y creciente de migrantes, en su mayoría originarios de Venezuela, ha comenzado a construir una nueva vida tras abandonar sus países en busca de oportunidades y estabilidad. Muchos de ellos, tras enfrentar rutas peligrosas, deportaciones, encierros y discriminación, han decidido dejar atrás el sueño americano y aferrarse al llamado “sueño mexicano”, un concepto que poco a poco toma fuerza entre quienes han encontrado en México un refugio más amable y humano.

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Mejor que como en casa

Alex, un joven barbero venezolano, es uno de tantos que se ha instalado en esta zona de la ciudad. Con una máquina prestada y una silla improvisada, corta el cabello sobre la banqueta. Dice que llegó a México en 2022, cruzó a Estados Unidos en 2023, pero fue detenido por las autoridades migratorias debido a sus tatuajes, algo que, afirma, es común entre los barberos en su país, donde el arte corporal es parte de su identidad, no un indicio de criminalidad.

Foto: Aracely Martínez / OVACIONES

“Estuve preso seis meses en Denver solo por no haberme presentado a una cita. Me investigaron por los tatuajes como si fuera delincuente. No encontraron nada, pero igual me deportaron”, relata con la voz firme y resignada. Hoy, agradece haber sido devuelto a México y no a otro país. “Aquí empecé otra vez. México me ha tratado bien. Cuando subía en la Bestia, me daban comida. La gente es humilde y te ayuda. En cambio, en Estados Unidos si no hablas inglés, ni te saludan”.

Alex tiene un objetivo claro: trabajar para comprarle una casa a su madre en Venezuela. Y aunque asegura que no descarta volver a intentar cruzar la frontera norte en el futuro, reconoce que en México encontró una segunda oportunidad. “Yo siento que es como el sueño mexicano. Aquí se les tiende la mano. Nosotros somos muy compatibles con los mexicanos. Son llevaderos, humildes”.

Más allá de subsistir

Óscar Morillo, cocinero profesional, comparte una historia similar. Vive en un pequeño departamento que comparte con otros paisanos. Llegó hace diez meses a la capital, tras dejar Venezuela por la difícil situación económica y política. “Ya no hay vida allá. Es como una supervivencia. Solo los que están con el gobierno pueden subsistir”. Aunque su intención era llegar a Estados Unidos, las restricciones migratorias frustraron sus planes.

Foto: Aracely Martínez / OVACIONES

Hoy, trabaja en un negocio de comida venezolana, donde vende arepas, tequeños, patacones y arroz chino al estilo caribeño. “Gracias al dueño mexicano que confió en nosotros, compartimos nuestra cultura a través de la gastronomía. Nos ha ido bien”, dice mientras atiende a clientes, muchos de ellos mexicanos curiosos por probar algo nuevo. “Ya me voy a establecer aquí. Quiero regularizarme y luego traer a mi esposa y a mis dos hijos que están en Venezuela”.

Como él, Robert Gómez también se vio forzado a quedarse en México luego de que Estados Unidos cancelara su cita migratoria. “Cruzamos siete países para llegar hasta aquí. Fue duro. Pero México nos ha tratado bien y tiene oportunidades para nosotros”. Robert ya inició su proceso para solicitar asilo político.

La historia de Kelien Navarro muestra otra cara de esta migración: la de las mujeres que viajan solas con sus hijos, en medio de la incertidumbre. Ella dejó cuatro hijos en Venezuela y trajo solo a uno. Vivió cinco meses en Tapachula y apenas lleva un mes en la capital. Trabaja en un local de comida, donde prepara tacos, arepas y burros. Paga 350 pesos diarios por una habitación de hotel, pero asegura que le alcanza para comer y vivir con dignidad. “Me trataron mal en Tapachula, pero aquí ha sido excelente. Tengo buenos compañeros y patrones. Gracias a Dios estoy bien”.

Foto: Aracely Martínez / OVACIONES

Kelien no piensa traer a su familia. “Fue una experiencia muy dura, no quiero que nadie más la viva. Mucho menos mis hijos”.

Desde el Monumento a la Revolución, estas historias se entrelazan entre sonrisas que resisten con cortes de cabello, arepas, empanadas, incluso, entre quienes pusieron un sencillo taller para reparar motocicletas y hacer uno que otro arreglo electrónico de ser el caso. No todos lograron llegar al norte, pero muchos encontraron aquí una tierra en la que volver a empezar. Para ellos, el sueño americano se ha transformado. Hoy, creen en otro: el sueño mexicano. Uno que, aunque sin promesas, les ha ofrecido algo esencial: una nueva esperanza.