Morena vs Morena: guerra por los programas sociales

Morena contra Morena: la batalla interna por el control de los programas sociales, emblema de AMLO que ahora divide al partido en el gobierno


Juan Ortiz

Los programas sociales fueron el emblema de López Obrador. Hoy, son el campo de batalla de una guerra interna que amenaza con desmoronar a Morena.

Apenas van siete meses sin AMLO en Palacio, y ya se nota: el partido que nació con la promesa de esperanza hoy se despedaza por el poder. Esta semana, un bloque de 80 diputados exigió la renuncia de Ariadna Montiel, la secretaria del Bienestar. Acusan maltrato, falta de transparencia y hasta corrupción.

Y no es un berrinche. Es una fractura real. Porque en el fondo, no se pelean por un cargo. Se pelean por el control del aparato que más votos da: los programas sociales.

REVUELTA INTERNA

En la plenaria de los diputados de Morena, las quejas no fueron menores. “Nefasta“, “déspota“, “inaccesible“. Así calificaron a Montiel. Hubo gritos de “¡fuera, fuera!” y reclamos por un trato humillante.

Jessica Ramírez, diputada de Veracruz, lo dijo así: “Nosotros estamos chingándole en el estado y ella se niega a recibirnos”. Irma Juan Carlos, de Oaxaca, fue más allá: “La corrupción está hasta el último rincón de las comunidades indígenas“.

No es la primera vez. En 2023, diputados afines a Ebrard ya habían denunciado que Montiel usaba los programas para beneficiar a Sheinbaum. Incluso presentaron denuncias penales. Hoy, el conflicto volvió. Pero más grande. Más ruidoso. Más cercano a la ruptura.

SIN CONTROL

El primero en intentar apagar el incendio fue Ricardo Monreal. Habló de “malos entendidos”, pidió tolerancia, se ofreció como interlocutor. Pero su tono fue más de mediador cansado que de líder de bancada.

Dijo que no era momento de llevarlo a la Presidencia. Que se podía arreglar “conversando”. Que Montiel es una funcionaria razonable. Pero la rebelión ya estaba en marcha. Y los audios filtrados lo dejaron claro: no tiene el control. Ni de los diputados. Ni del daño.

Monreal trató de evitar que el pleito se volviera nota. Demasiado tarde. Ya lo era.

BLINDAJE PRESIDENCIAL

Al día siguiente, Sheinbaum no titubeó. Desde la mañanera, defendió a Montiel como “una mujer extraordinaria“. Cerró filas. No dio margen para investigación, diálogo o cambio. Y ese gesto dijo más que mil palabras.

Sheinbaum no solo protegió a su secretaria. Protegió el aparato que heredó de López Obrador. El ejército de Servidores de la Nación. La base territorial. La columna vertebral de su legitimidad.

Porque si Montiel cae, cae el mito de continuidad. Cae el control directo de los apoyos. Cae el símbolo de la ‘4T’ como garante del bienestar. Y eso, para Sheinbaum, no es opción.

PODER EN DISPUTA

Lo que está en juego no es una secretaría. Es el control del presupuesto social de cientos de miles de millones. La capacidad de movilización en elecciones. La relación entre el Congreso y el Ejecutivo. Y más aún: el alma del partido.

Hoy, Morena repite los vicios del PRD: grilla interna, audios filtrados, gritos en plenaria, denuncias de corrupción cruzadas. Es el síntoma de un movimiento que, sin su fundador, empieza a mostrar sus fracturas.

El bastón de mando que AMLO entregó a Sheinbaum no une. Divide. Y mientras se pelean por el control, ¿quién queda fuera?

La gente. La que necesita apoyos. La que espera justicia. La que cree que los programas sociales son para servir, no para repartirse como botín.

Hoy, lo que fue herramienta estratégica de ascenso al poder se convirtió en carne para los carroñeros. Y lo que fue símbolo del obradorismo, es ahora la chispa que revela su crisis interna.

Morena no está enfrentando a la oposición. Está enfrentándose a sí misma. Y la era post-AMLO apenas lleva unos meses.